La creación del BCRA, que analizaremos en detalle más adelante en este libro, y los resultados obtenidos, no pueden sorprender. Por el contrario, el BCRA es tan solo un ejemplo más de un fenómeno que ha sido la regla a lo largo de la historia. Los gobiernos siempre se han preocupado por controlar la moneda en forma férrea. ¿Por qué? Porque los burócratas de los gobiernos siempre se enriquecieron y ganaron poder a partir del control de la creación del dinero. Primero se preocuparon por controlar la acuñación privada, lo cual les permitía lucrar con el señoreaje. Más tarde perfeccionaron la estafa y se hicieron del monopolio de la emisión, con lo cual potenciaron la estafa del impuesto inflacionario. Pero esto es tan solo una parte del “asunto”. Además, está el proceso de creación secundaria del dinero (bancario), que surge de la intermediación financiera y es más potente que la creación primaria de dinero (base monetaria).
La creación de dinero bancario, que supuestamente está controlada por los gobernantes de turno, es en realidad un proceso de monetización que surge de la asociación inmoral y la complicidad solidaria entre burócratas del Estado y banqueros. Ambos jugadores se enriquecen conjuntamente a partir de avanzar contra la propiedad privada de los depositantes que dejan su dinero en guarda en depósitos a la vista. Los políticos respaldan la actividad irregular de los banqueros, les conceden exenciones y privilegios para no encajar el 100% de los depósitos a la vista y crear (ganar) dinero artificial a cambio de que una porción del botín vuelva en forma de financiamiento de gasto público, colocación de deuda y/o pago de favores por debajo de la mesa.
La asociación existente entre Banco Central y bancos comerciales está presente en todos los países del mundo y en todos lados es tan grosera que en ningún país se la menciona, discute o debate. Vale la pena traer a colación lo acontecido en EEUU en 1993. Aquel año, el tejano Henry B. González presentó un proyecto de ley para abrir el Banco Central al escrutinio público. El proyecto de ley de González requería auditorías independientes completas de las operaciones del Banco Central, grabar en video las reuniones del comité de política monetaria y la divulgación de informes detallados de esos encuentros en el plazo de una semana. Además, se planteaba que los presidentes de los Bancos de la Reserva Federal fueran elegidos por el presidente de los Estados Unidos en lugar de, como son ahora, por los bancos comerciales de las 12 respectivas regiones.
Obviamente, el proyecto nunca se transformó en ley. Los bancos comerciales no solo fueron los principales detractores del proyecto de ley, sino que se convirtieron en los máximos operadores en su contra. De hecho, el New York Times del 12 de octubre de 1993 escribió: “El Banco Central ya está trabajando entre bastidores para organizar batallones de banqueros que ahuyenten a aullidos los esfuerzos por politizar el Banco Central”. En otro párrafo, el New York Times de ese día sostenía: “El camino seguro para minimizar la inflación es que los banqueros privados nombren a los presidentes de los bancos centrales regionales. ¿Y por qué es el papel del banquero privado un camino tan seguro? Porque, según los funcionarios del Banco Central, los banqueros privados son a nivel mundial los enemigos más fieros de la inflación”
Los argumentos contra la ley se edificaron siempre sobre el mismo pilar: dicha ley atentaba “contra la independencia del Banco Central, constituyendo esto una seria amenaza contra su lucha contra la inflación”. No sorprende que el 8 de octubre de 1993 el New York Times escribiera: “Las reformas de González, podrían ser vistas por los mercados financieros como debilitadoras de la capacidad del Banco Central para combatir la inflación”. Es decir, los bancos comerciales estaban en contra de minar la independencia del Central, porque dicha acción sería inflacionaria.
El mismo New York Times del 14 de octubre de 1993 levantaba las declaraciones de Alan Greenspan (titular de la Reserva Federal de EEUU), quien explicaba: “La falta de obligación de dar cuentas del Banco Central es un precio pequeño a pagar por evitar dejar la conducción de la política económica bajo la influencia cercana de políticos sujetos a la presión inflacionaria del ciclo electoral de corto plazo”.
En pocas palabras, se podría decir que los bancos comerciales son los principales sostenedores de la independencia de los bancos centrales basándose en la curiosa letanía que sostiene que “el público, en definitiva, está desesperadamente necesitado del control absoluto sobre el dinero por parte del Banco Central para ser salvado de sí mismo y de sus lujuriosas tentaciones proclives a la droga de la inflación”. Según este planteo, vivimos en sociedades con una fuerte adicción a la inflación, mientras el Banco Central, protegido por sus aliados los banqueros, va solo a la guerra antiinflacionaria como si fuera un incomprendido Don Quijote.
Este planteo es como mínimo curioso. De acuerdo con nuestra visión, esta lógica es hipócrita y encubridora de la verdad. Como ya dijimos, los mercados monetarios y financieros son los más intervenidos y regulados en todas las economías. Sin embargo, los regulados están luchando en favor del poder del regulador. Los bancos comerciales plantean que es imprescindible la devoción al Banco Central. ¿Alguien puede imaginar a empresas privadas alimenticias o laboratorios privados luchando por defender y otorgar poder absoluto a las agencias nacionales que los controlan y regulan? Claramente, no. Por el contrario, ¿no sería más sensato esperar que los bancos, como cualquier regulado, quisieran que el poder de su regulador, Banco Central, disminuyera?
También cabe preguntarse: ¿es verdad que los bancos centrales son los grandes luchadores contra la inflación? La respuesta es contundente: no. Ya hemos mostrado que no es cierto para el caso del BCRA, pero tampoco es verdad para el caso de la Reserva Federal de EEUU. Sin Reserva Federal, en EEUU la inflación promedió -1,0% entre 1866 y 1913. Luego, con el sistema de Reserva Federal, la inflación se cuadriplicó saltando a un promedio anual de +3,2% entre 1913 y 2018. En pocas palabras, hay más inflación con Banco Central que sin Banco Central.
Ahora bien, la inflación es un fenómeno 100% monetario. Los bancos centrales son la fuente monopólica creadora de dinero primario. Además, el Banco Central regula férreamente a los bancos que son la fuente creadora de dinero secundario. ¿Entonces quién es el responsable de la desgracia de la inflación? Simple, primero y principal, los bancos centrales que crean base monetaria y regulan férreamente la creación secundaria del dinero bancario. Luego, en segundo lugar, los bancos comerciales que multiplican dinero artificial sin respaldo.
En pocas palabras, la propaganda sostenida por los bancos comerciales de que el Banco Central nos protege de la inflación es una gran mentira, una de las mayores estafas del mundo de la ciencia económica. En realidad los bancos centrales y (sus socios) los bancos comerciales son como los ladrones que, luego de asaltar, se ponen a gritar “¡detengan al ladrón!” mientras van huyendo. Los burócratas y los banqueros son parte del mismo negocio.
La mentira es tan grande, que inclusive la independencia del poder político tampoco es 100% estrictamente cierta. Si planteamos una escala que va desde el blanco (total independencia) al negro (total dependencia política), los bancos centrales están en la zona de los grises. La falta de independencia total queda expuesta por el hecho de que los bancos centrales siempre procuran de investirse a sí mismos de un halo de misterio. Obviamente, hay grises claros, intermedios y más oscuros. Claramente, el BCRA es negro.
Al fin y al cabo, los bancos centrales, aunque lo nieguen, también tienen relaciones con el poder. El manejo del dinero no es solo una fuente de enriquecimiento para los burócratas, sino también constituye un instrumento que se utiliza para ganar elecciones y perpetuarse en el poder. A veces se utiliza, muy pocas veces no se lo usa. Depende de los jugadores y de la coyuntura económica y política. La creación de moneda y crédito artificial genera un ciclo económico en el cual hay