Papel pintado. Diego Giacomini. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Diego Giacomini
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Зарубежная деловая литература
Год издания: 0
isbn: 9789505567782
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a deteriorarse. Cada vez se necesita más dinero para adquirir la misma cantidad de bienes y servicios. Los agentes económicos privados, que recibimos el nuevo dinero fraudulento más tarde y cuando los precios ya subieron, perdemos. Claramente, los políticos son los grandes beneficiados por la emisión de dinero fraudulento, mientras que los agentes económicos privados somos los grandes perjudicados.

      Si la emisión de dinero fuera fuente de prosperidad real, todos nos dedicaríamos a fabricarlo y todas las monedas serían aceptadas. Pero este mundo de fantasía no existe. La emisión de dinero fraudulento solo trae inflación. Si la falsificación proviniera solo de una banda de rufianes, su daño macroeconómico sería nulo. Pero la falsificación proviene del gobierno, que tiene el monopolio de la emisión. Por eso el daño es incalculable. Esta falsificación es legal y no tiene castigo. El gobierno tiene incentivos para emitir cada vez más. Así, la inflación está condenada a subir. El público se saca de encima el dinero cada vez más rápido, intentando gastarlo antes que pierda su poder adquisitivo, lo cual potencia la inflación.

       d) ¿Cómo justifican la estafa?

      En la Argentina (y en otras partes del mundo) existe todo un andamiaje educativo tendiente no solo a ocultar toda la realidad que explicamos más arriba, sino también a adoctrinar en el sentido contrario. La educación pública, ya sea de gestión estatal o de gestión privada, busca inculcarnos que la moneda debe ser cien por ciento estatal y monopólica. Se nos adoctrina en la religión del Estado desde pequeños, enseñándonos que los políticos gobiernan para el bienestar general, y que el dinero es algo demasiado importante para ser dejado en manos de los privados. Se nos enseña que el dinero solo puede ser estatal y monopólico porque es soberanía.

      Sostener que el dinero estatal y monopólico hace a la soberanía es una de las mentiras más inmorales que escuchamos desde pequeños. Ese dinero es funcional a un Estado más grande y a un negocio mayor para la política y sus burócratas, lo cual implica mayor impuesto inflacionario, más violación a la propiedad privada, menos ahorro, inversión, acumulación de capital, crecimiento y prosperidad. En suma: menos soberanía. Todo lo contrario de lo que nos enseñaron. La soberanía no pasa por tener la cara de San Martín en los billetes, sino por una economía que crece, que ofrece prosperidad y libertad.

      También nos mienten cuando nos enseñan que si el dinero no fuera estatal habría menos crédito, subiría la tasa de interés y por ende bajaría la tasa de crecimiento. De acuerdo con este mito, evitar que el BCRA y los bancos creen dinero de la nada hará subir la tasa y lesionará el crecimiento. Pero es una ficción que ante la escasez de ahorro genuino se pueda inventar crédito expandiendo artificialmente la oferta y bajando la tasa. La inversión nunca puede ser mayor que el ahorro voluntario de la sociedad. El ahorro y la inversión siempre terminan siendo idénticos. La inversión está obligada a converger en la cantidad de ahorro genuino que haya, mucho o poco. Cuando los bancos inventan crédito y financian inversión por encima del ahorro existente, los empresarios tienden a invertir mal, en proyectos desproporcionados que tarde o temprano son liquidados, obligando a la inversión a converger en los niveles de ahorro genuino y voluntario que hayan en el sistema.

       e) Desarmando el mito

      ¿Se entiende ya que es mentira que el sistema de encaje fraccionario impulse la inversión y el crecimiento? También es falso que el crédito desaparecería en un sistema monetario en el cual todo el dinero estuviera respaldado al cien por ciento, tanto la base monetaria como los depósitos a la vista. Al contrario, seguiría habiendo crédito, pero esos fondos estarían previamente ahorrados en forma voluntaria por otros agentes económicos; no serían ficticios. Al estar previamente ahorrado, el crédito garantizaría que se mantuvieran coordinadas la oferta y la demanda de bienes presentes y futuros en el mercado, evitando los profundos desajustes que el actual sistema bancario produce y que, en última instancia, generan los booms artificiales, los procesos inflacionarios y las posteriores crisis y recesiones económicas recurrentes.

      Bajo un sistema monetario sin dinero “Fiat” y con encajes del 100% se seguiría prestando aquello que se ahorre, pero con la gran diferencia de que lo ahorrado tendería a invertirse de manera proporcionada y correcta. Y si bajo ese sistema hubiese proyectos de inversión o empresariales con dificultades para financiarse, ello demostraría que el sistema goza de salud y genera anticuerpos. Serían esos mismos proyectos que bajo el sistema actual encuentran financiamiento, pero están condenados a quebrar y ser liquidados. Un sistema sin dinero FIAT y con encajes del 100% tiende a bloquear a tiempo los proyectos no rentables.

      En cuanto al tipo de interés, también es mentira que si se deja de lado el actual sistema la tasa de interés subirá. ¿Por qué? Porque el tipo de interés depende de las valoraciones subjetivas de preferencia temporal de los agentes económicos, que no tendrían por qué verse alteradas por el hecho de pasar a un sistema monetario, bancario y financiero como el que propongo. Llamémosla, para mayor comodidad, la reforma Giacomini-Milei. Por el contrario, en un sistema como el propuesto por esta reforma, el tipo de interés tiende a ser siempre bajo.

      De acuerdo con los lineamientos de la escuela austríaca, la tasa de interés cuenta con tres componentes básicos: i) tasa de preferencia social intertemporal; ii) inflación o deflación esperada; iii) riesgo relativo al negocio y si se quiere, se podría agregar un cuarto; iv) beneficio empresarial puro. Claramente, ninguno de estos componentes es afectado hacia la suba por el establecimiento de un sistema de encaje del 100%. De nuevo: es falso que nuestra propuesta incremente la tasa de interés.

      Al contrario: en el caso de Argentina, en particular, la reforma Giacomini-Milei conduciría a una baja de la tasa de interés. ¿Por qué? Porque al quitarle financiamiento al estado, obliga a una disminución de su tamaño y a la consecuente desaparición del déficit fiscal. Menor Estado y desaparición del déficit fiscal significan más ahorro, lo cual implica una baja de la tasa de preferencia social intertemporal y reduce el primer componente de la tasa de interés. Paralelamente, con nuestra reforma el poder adquisitivo del dinero no solo dejaría de caer, sino que incluso podría aumentar, con lo cual el segundo componente de la tasa de interés también se reduciría. Este segundo componente del tipo de interés podría pasar a cero o incluso negativo, con lo cual la tasa de interés estaría cayendo no solo por su primer componente, sino por su segundo también. Es más: pasado el tiempo, y tras un período sin recesiones económicas, el tercer componente de la tasa de interés (riesgo del negocio) también tendería a reducirse.

      Por lo tanto, podemos concluir que, en lo que se refiere al tipo de interés, no existe base teórica alguna para suponer que sería más elevado que en la actualidad. Al contrario, existen poderosos argumentos para considerar que tanto en términos reales como en términos nominales, la reforma Giacomini-Milei bajaría los tipos de interés de mercado. En consecuencia, con esta reforma habría más ahorro, menor tasa de interés, más inversión, mayor formación y acumulación de capital y en consecuencia, mayor crecimiento del PBI, más prosperidad individual y más progreso en la Argentina.

       f) Una propuesta para terminar con el monopolio estatal en la creación de moneda

      El adoctrinamiento mentiroso en la religión del Estado, que empodera a la política y sus burócratas, no termina aquí. También se nos enseña que “solo con una moneda monopolísticamente provista por el Estado, la cantidad de dinero puede crecer al ritmo que la economía necesita.” Mentira en varios niveles: para empezar, no hay una cantidad óptima de dinero, y por ende, tampoco una tasa de crecimiento óptima de la cantidad de dinero. Más adelante, con buena teoría, explicaremos por qué. En realidad, toda masa monetaria es utilizada en toda su extensión; la única diferencia es que el nivel general de precios variará para cada volumen diferente de cantidad de dinero.

      Más grave aún es afirmar que “solo el Estado tiene la capacidad de hacer crecer la cantidad de dinero al ritmo que la economía necesita”: esta es una mentira destinada a ocultar el negocio de los políticos, burócratas y banqueros asociados. Se origina en el hecho de que los agentes económicos parecen