≈ Credibilidad razonable: conviene, podemos, debemos creer.
Realidad eclesial
≈ Nadie cree solo, aunque el acto creyente sea personal: ¡Creo lo que juntos Creemos!
≈ Creyendo me adhiero a lo que nosotros creemos según las profesiones de fe o credos (Símbolo Apostólico, Símbolo de Necea-Constantinopla, Credo del Pueblo de Dios de Pablo VI...).
Realidad pedagógica
≈ La pedagogía de la transmisión de la fe se ha desarrollado en los cuatro grandes títulos del Catecismo Romano: el Credo, los sacramentos, los mandamientos y la oración del Padrenuestro.
≈ Por una parte se tratan los misterios de la fe en Dios Uno y Trino, tal cual son confesados (símbolo) y celebrados (sacramentos) y por otra parte, la vida humana conforme a esa fe (a una fe que se hace operante a través del amor), que se hace concreta en el modo de vivir cristiano (Decálogo) y en la oración filial (el Padrenuestro).
≈ Estos mismos títulos forman hoy el esquema general del Catecismo de la Iglesia Católica.
Realidad cultural
≈ Siendo el objeto de la fe siempre el mismo, la forma de vivirla y expresarla varía según la cultura del creyente.
Síntesis: la fe es adhesión a la Persona y asentimiento a su Palabra en el seno de la Iglesia, la cual nos transmite la fe a fin de que la confesemos, celebremos, la oremos y la convirtamos en vida según nuestra propia circunstancia cultural.
Celebración litúrgica
La Liturgia nos impulsa a conservar en la vida lo que hemos recibido en la fe. Los sacramentos que se celebran litúrgicamente son sacramentos de la fe, es decir: la presuponen y la alimentan.
Ahora bien, la Historia de salvación, contenida y narrada en la Biblia tiene su momento cumbre en Cristo nuestro Redentor. Y, más propiamente, en su Misterio Pascual, es decir, en el misterio de su pasión, muerte, resurrección y ascensión por el cual se realiza la salvación humana y la perfecta glorificación de Dios.
Este Misterio de Cristo o Misterio Pascual se continúa en el tiempo en el Misterio de la Iglesia, a través de la cual Cristo, presente en ella por su Espíritu, comunica su vida a los hombres a lo largo de toda la historia. Y la presencia de Cristo en la Iglesia es particularmente intensa en la Liturgia.
El Concilio Vaticano II nos enseña que: La Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza. Ella es la acción sagrada, por la cual, mediante signos sensibles y eficaces, el Padre por Cristo en el Espíritu santifica a la Iglesia y, por ella, al mundo; a su vez, mundo e Iglesia por Cristo en el Espíritu dan gloria al Padre. (20)
Es decir que la Liturgia es la constante actualización del Misterio Pascual de Cristo Redentor, que glorifica al Padre y salva a los hombres. En más palabras, y no propias sino del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica:
La Liturgia es la celebración del misterio de Cristo y en particular de su misterio pascual. Mediante el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo, se manifiesta y realiza en ella, a través de signos, la santificación de los hombres; y el Cuerpo místico de Cristo, esto es, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público que se debe a Dios. La Liturgia, acción sagrada por excelencia, es la cumbre hacia la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de la que mana su fuerza vital (218-219).
De todo lo anterior se desprende una conclusión importante: la Liturgia está en el corazón mismo de la espiritualidad cristiana, y debe estar en la base de todas las espiritualidades; ella es la fuente en la que se encuentran las diferentes espiritualidades de la Iglesia.
Por otro lado, no exageramos si decimos que: si la Espiritualidad es vida según el Espíritu y la Liturgia es celebración del Misterio Pascual de Cristo, entonces la espiritualidad es liturgia y la liturgia es espiritualidad.
La catequesis litúrgica pretende introducir en el Misterio de Cristo, es “mistagogía”, procediendo de lo visible a lo invisible, del signo a los significados, de los “sacramentos” a los “misterios”. (21) Es decir, la catequesis, por medio del catequista y de los signos sacramentales nos lleva consigo y nos hace entrar en el Misterio de Jesucristo.
7. Concilio Vaticano II, Lumen gentium 8 y 4.
8. Santo Tomás de Aquino, Suma teológica II-II, 23, 2 y 7.
9. San Juan de la Cruz, Noche II, 5, 1.
10. Benedicto XVI, Porta fidei 7.
11. Ver, Catecismo de la Iglesia Católica 144-184, 1810-1829.
12. Concilio Vaticano II, Lumen gentium 63.
13. Ratzinger, J. Introducción al Cristianismo, Salamanca: Sígueme, 1969, p. 57.
14. Véase, como simple botón de muestra, el párrafo 7.
15. Francisco, “Carta a Eugenio Scalfari”, fundador del diario la Repubblica, Vida Nueva 1:18 (sept-oct 2013), p. 24.
16. San Agustín, Carta 120; Cf. 147.
17. Olivera, Bernardo. “Carta sobre Contemplación (19-III-1980)” en: Siguiendo a Jesús en María I, pp.13-15.
18. Ver Concilio Vaticano II, Lumen gentium 62: participación en el sacerdocio de Cristo y participación de María en la mediación del único Mediador.
19. Francisco, Lumen fidei 57.
20. Concilio Vaticano II, Sacrosanctum concilium 10.
21. Catecismo de la Iglesia Católica 1075; Cf. Documento de Aparecida 290.
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MÍSTICA
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