La actualidad del padre Juan de Mariana. Francisco Javier Gómez Díez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Francisco Javier Gómez Díez
Издательство: Bookwire
Серия: Actas UFV
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788418360176
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Mariana es en este sentido agustiniano: la Iglesia visible no tiene otra norma de gobierno que la virtud republicana que mostró Roma y que Mariana recuerda.62 Allí hay concilios, pero son funcionalmente los Senados. La contradicción que señala Mariana es que exista mandato tridentino de reunir concilios provinciales y que la Compañía no reúna sus congregaciones.

      En todo caso, la manera de reconocer el carisma de la crítica es uno solo: apoyarse en los salmos fundamentalmente, pero en general en la Escritura. En los momentos más trascendentales de su tratado, el espíritu crítico debe acreditarse en el espíritu profético bíblico. En otro pasaje citará el salmo 7:15: «He aquí que el impío ha parido la injusticia: concibió el dolor y parió el pecado».63 Ese espíritu transido de amargura es prueba de legitimidad porque muestra el carácter de una persona grave, en la línea de las amonestaciones de Pablo en Hebreos 12:15, justo cuando, invocando Deuteronomio 29:17, recuerda «que ninguna raíz amarga germine ni os turbe y por ella llegue a inficionarse la comunidad»,64 un texto que ya había usado el teólogo alemán Johannes Cochlaeus en su conclusión contra Lutero en su escrito XXI articuli anabaptistorum monasteriensium, en la edición de 1534, en casa de Petrus Plateanus.

      Pero, en realidad, la cuestión de la crítica reside en definir un sentido de eso que el salmo llama «perficionar». Y esto pasa por una cosa: regular las congregaciones generales y sus tiempos.65 Solo ellas pueden «mudar constituciones, si fuera conveniente».66 Desde luego, Mariana es cauto llegado a este punto y reconoce que tan malo es el espíritu que desea mudarlas a cada hora como el que no las muda nunca. Y esto es así por la historicidad inevitable de las cosas humanas, que imponen sus cambios de tal manera que, o bien se hacen formales, o bien se introducen como alteraciones que impone la práctica, pero que nadie aprueba. Así que las congregaciones evitan lo peor: las alteraciones que tienen lugar sin autoridad67 y de las que nadie tiene control, cuya degeneración obliga siempre a solicitar la intervención de poderes superiores papales. Y de la misma manera que el general absoluto se imita en provinciales absolutos, el general con congregación se debe imitar en los provinciales con la suya. Solo ellas pueden ofrecer claridad a las relaciones entre la cabeza y la comunidad, y para Mariana esa claridad es «en todo gobierno buena y aun para la satisfacción de todo punto es necesaria».68 Solo esta claridad puede llevar a un gobierno legítimo, que para Mariana no es sino «que haya satisfacción de parte de los súbditos».69

      A pesar de todo, un tabú le impide a Mariana y limita su parresía. El lector de su escrito lo ve en dos detalles: la intensificación de la monarquía absoluta en el gobierno de la monarquía se hace a semejanza de la intensificación monárquica del papado. Mariana no puede pronunciar esta analogía. Sin embargo, puede sugerirla a través de tres detalles. Primero, cuando señala que, a pesar de que la Compañía tiene leyes, «casi en todas puede el general dispensar».70 Este poder de dispensa del general respecto a la regla general es imitación de la capacidad papal y, como en su caso, conduce directamente al desprestigio de la ley y a su proliferación sin número,71 lo que no hace sino intensificar el fruto de la especulación, que es la peor consejera para la tarea legislativa. En segundo lugar, todo el escrito asume que hay una hostilidad del general a convocar congregación general, semejante a la reserva permanente del papa a convocar concilio. En tercer lugar, aplicando al general una reserva que por imitación del papa le hace impune: que la Compañía, como verdadero superior le pida cuentas, algo que él mismo debía desear según dice el Libro de los Proverbios 21:15: «La alegría del justo es hacer justicia». Estas tres condiciones tienen la previsión de impedir que el general mimetice la figura del papa, consciente de que, según este espíritu, las congregaciones jamás llegarán a reunirse.

      Pero, aunque el tabú funciona, Mariana llega hasta el límite y lo merodea de tal manera que nos ha dado señales de que lo ha identificado. Todas las veces que reivindica la autonomía de las provincias en el capítulo XVI, se refiere a Roma en términos genéricos, y habla del «celo grande de llevar adelante su monarquía los de Roma»72 o de que «los de Roma, con tantos negocios se confunden».73 No cabe duda de que Mariana ha querido hablar en estos términos para identificar el corazón del dispositivo gubernativo que afecta gravemente a la Compañía. En este sentido, ha querido aplicar su esquema de gobierno republicano a la Compañía de Jesús. Por supuesto, esta comprensión del general como un segundo papa prolifera en los provinciales y expande los males de lo que en cierto modo ha valorado como una tiranía de modo implícito.

      Llegamos al final. No sorprende en Mariana que su discurso resulte atravesado por un profundo espíritu bíblico asentado en los salmos. Sorprende que este sea el único camino para forjar un espíritu capaz de mejorar el carisma del fundador y transformar reflexivamente la vida de la Sociedad de Jesús. Desde este punto de vista, su parresía no procede del mundo latino, sino del espíritu profético judío. Sin embargo, su tesis más profunda es la de Agustín: las instituciones de la Iglesia visible deben gobernarse según las virtudes republicanas de la constitución mixta, porque respecto del gobierno de los humanos la virtud es una y la misma: prudencia. Pero, junto al sufrimiento y la amargura, junto a la formación del espíritu bíblico, todavía hay un punto que le aproxima a la dimensión profética y que legitima su crítica: verse cerca del juicio de Dios de tal manera que ofrece evidencias de que se halla libre de aspirar a las ventajas de una lucha política. De ser una planta escogida por Dios, la Compañía está en peligro de «perderse en breve tiempo y del todo arruinarse».74 En este sentido, Mariana se comporta como un ilustrado y no puede soportar que el final de su vida coincida con el final de su institución, justamente la actitud antitiránica por excelencia. En esa voluntad de mantener abierta la historia más allá del final de la propia historia que ya se anuncia, Mariana ha mostrado que su vinculación a la historia como constitución de las cosas humanas no procedía de la especulación, sino la necesidad de mantener viva la prudencia. Esta vive de la continuidad y la necesita. Y de este modo ha iluminado las premisas morales y antropológicas del republicanismo con plena conciencia.

      1 Mariana, J. de, Discurso de las cosas de la Compañía, en Obras del Padre Juan de Mariana, Atlas, Madrid, 1950, p. 595, 1.

      2 Mariana, J. de, Discurso de las cosas de la Compañía, ob. cit., p. 595, 4.

      3 «Nuestro padre ordenó sus cosas para poca gente, como se ve claro en sus bulas y constituciones, y para hombres perfectos»; Mariana, J. de, Discurso de las cosas de la Compañía, ob. cit., p. 614, 169. Por eso en cierto modo gobernó la Compañía como una casa y un padre. «Mas en tanta muchedumbre […] el gobierno no puede ser tan paterno»; Mariana, J. de, Discurso de las cosas de la Compañía, ob. cit., p. 614, 168.

      4 Íd., ibíd., p. 596, 10.

      5 Mariana, J. de, Discurso de las cosas de la Compañía, ob. cit., p. 596, 8.

      6 Íd., ibíd., p. 596, 12.

      7 Íd., ibíd., p. 596, 6.

      8 Íd., ibíd., p. 617, 195.

      9 Mariana, J. de, Discurso de las cosas de la Compañía, ob. cit., p. 596, 6.

      10 Íd., ibíd., p. 596, 6.

      11 Íd., ibíd., p. 596, 9.

      12 Íd., ibíd., p. 596, 6.

      13 Mariana, J. de, Discurso de las cosas de la Compañía, ob. cit., p. 612, 147.

      14 Íd., ibíd., p. 596, 6.

      15 Íd., ibíd., p. 596, 7.

      16 Íd., ibíd., p. 597, 14.

      17 Íd., ibíd., p. 597, 15.

      18 Mariana, J. de, Discurso de las cosas de la Compañía, ob. cit., p. 596, 7, 14.

      19 Eso no quiere decir que Mariana sea crítico con todas las disposiciones de las Constituciones ignacianas. En absoluto. Respecto de la educación de los novicios exige atenerse a ellas y critica las nuevas prácticas, demasiado contemplativas,