Shakey. Jimmy McDonough. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jimmy McDonough
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Изобразительное искусство, фотография
Год издания: 0
isbn: 9788418282195
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      Siempre fui un apasionado de Roy Orbison; «Only the Lonely» era todo un hitazo cuando íbamos por la tienda de discos de la señora aquella. Qué voz, qué arreglos y qué discos tan impresionantes. Roy ha sido lo más parecido a Bob que ha dado el rock and roll. Era tan… sincero y llegó tan alto. El tío sacaba unos discos de la hostia; eran discos revolucionarios, un hit detrás de otro sin parar… Todo un fuera de serie. Con esa voz que tenía que parecía un puto cantante de ópera, cantando aquellas baladas con un ritmo al estilo de el Bolero de Ravel. ¿Qué coño era aquello? Era en plan, ¿de dónde ha salido esto? «Evergreen», «Blue Bayou»… Me encantaba el puto disco y lo escuchaba sin parar, una y otra vez. Es que me flipaba el puto tema; y ese estilo que tiene, esa manera de cantar. Eso sí que es una CANCIÓN con mayúsculas, joder. Ahí tienes a un cantautor especializado en tragedias que se implica hasta tal punto que resulta casi imposible abarcar la profundidad de su sentimiento. Lo que hace es profundo y oscuro, y siempre hurga en la herida, pero la cosa nunca llega a ponerse negra; se queda en azul, en un azul oscuro.18 Es que lo clava, el tono dramático. La música de Roy tiene un tono tristón, pero con ese punto de orgullo.

      —¿Qué es lo que te gustaba de Del Shannon?

      —Lo mismo que me gustaba de Roy Orbison. Utilizaba unos acordes rarísimos, y había algo en él que me llamaba la atención; vaya personaje más trágico.19 Me parecía el personaje siniestro por definición, oculto tras aquella apariencia de Bobby Rydell, tú ya me entiendes. «Hats Off to Larry», «Runaway», «Swiss Maid»; era tremendamente original. Llevaba un rollo muy raro, iba totalmente a su bola, sin importarle las modas. No sé cómo se le llegaron a ocurrir todas aquellas ideas.

       Bobby Darin. Por aquella época era bastante peculiar… Un tipo curioso. Ahora que lo pienso, su primera canción se publicó estando yo en Pickering: «Queen of the Hop». Apreciaba lo que hacía, pero tampoco es que el mensaje de sus canciones me llegara al alma, aunque «Queen of the Hop» molaba bastante, te podías hacer una buena idea de lo que iba aquello. «Dream Lover» tampoco estaba nada mal. ¿Y te acuerdas de cuando hizo la versión de «If I Were a Carpenter» de Tim Hardin? Pues ahí sonaba totalmente distinto. «Mack the Knife» también molaba, pero casi llegaba a distraerte, porque era un cambio tan radical, que pensabas: «Para el carro, por el amor de Dios. Esto es una pasada, pero ¿quién cojones es este…? ¿Es el mismo tío? ¿Qué coño le ha pasado?»

       Es el primer músico que yo recuerde que te hacía pensar: «Hostias, ya ha vuelto a cambiar; es totalmente distinto, pero le sigue poniendo el mismo empeño, no suena desganado en absoluto». «Dream Lover», «Mack the Knife», «If I Were a Carpenter», «Queen of the Hop», «Splish Splash»; dígame, Sr. Darin: ¿Compuso usted todos esos discos el mismo día? Je, je, je; si no, ¿qué fue lo que le ocurrió?

       No paraba de cambiar, es como si se fuera de un extremo al otro, así que es difícil saber quién era realmente Bobby Darin.

      A veces, Comrie y Neil se reunían en un escondite secreto que tenían en el barrio —y se apresuraban a sacar un par de pipas rebosantes de una mezcla de tabaco especialmente nocivo llamado Bond Street— para hablar de chicas, grupos, discos y otros asuntos importantes mientras echaban unas caladas. Según Comrie, aquellas conversaciones siempre acababan derivando de un modo u otro a los problemas familiares de Neil.

      Cuando se separaron Scott y Rassy, las cosas fueron de mal en peor. El nuevo amor de Scott, Astrid, le había estado escribiendo y le enviaba las cartas a la dirección de su hermano. Merle, la esposa de Bob, se hizo con una de aquellas cartas y se la reenvió a Rassy, seguramente como represalia por la animadversión que esta había mostrado hacia ella. «Sabía de sobra que Rassy reconocería la letra de una mujer y abriría la carta; y la leería», comentaba Scott. «Que fue exactamente lo que ocurrió.» En 1960, Rassy pidió el divorcio. Según Scott, Rassy le dijo que les había enseñado a los niños la carta de Astrid, hecho que Scott dio por cierto durante más de veinte años, hasta que se puso a escribir Neil and Me y Neil le dijo a su padre que él nunca había visto aquella carta. «¿Por qué me diría aquello Rassy?», le preguntó Scott. «Solo intentaba hacerte sentir bien contigo mismo», le contestó Neil en broma.

      Scott tuvo remordimientos de conciencia durante años. «El primer amor es algo muy fuerte, y nunca acabas de estar seguro de hacer lo correcto cuando tomas una decisión tan drástica acerca de un matrimonio», comentaba. «Solía pensar que las parejas que estuvieran verdaderamente en sus cabales podían encontrar la manera de sobrellevar las cosas, de hacer que funcionaran. Nuestro matrimonio tenía tantas cosas buenas: nuestros dos hijos, todo lo que hicimos, los problemas profesionales que logramos resolver juntos… Me parece que para Rassy el matrimonio perfecto hubiera consistido en arreglar nuestras diferencias y en que yo alcanzara una gran popularidad como escritor, pero sin traicionar el amor que habíamos jurado profesarnos el uno al otro.»

      Lamentablemente, Scott seguía adoleciendo del blues del matrimoniator. Su hermano Bob recuerda que una vez Scott le estaba soltando otra perorata de que «nunca se iba a volver a casar, jamás de los jamases, mientras íbamos en coche por Yorkville en un día caluroso y soplaba una brisa del noroeste; y en eso que una chica india con un sari cruzó la calle, y el sari se le quedó pegado al cuerpo por culpa de la brisa. Era una preciosidad. Santo cielo, a Scott se le levantaron las orejas, y esto ocurría cinco minutos después de que me perjurara que jamás en la vida volvería a fijarse en una mujer».

      En 1960, obtener un divorcio en Canadá era prácticamente imposible. «La única posibilidad de que te concedieran el divorcio era demostrar que había habido adulterio», explicaba Scott. «Era la manera de conseguirlo, y había muchos chicos y chicas que se ganaban la vida a costa de ello. El listillo del abogado matrimonialista llamaba a una de aquellas chicas para que se quedara en enaguas o en bragas en la cama de una habitación de hotel y que el tipo que debía testificar en el juicio entrara y la viera allí.» Rassy puso una condición especial: que esa persona fuera Astrid. «Quería que ella fuera la mujer que encontraran en mi habitación», decía Scott, riendo. «Era duro estar con Rassy en el juzgado.»

      Una vez el matrimonio tocó a su fin, Rassy emprendió una batalla campal, atacando a Scott con la misma tenacidad con la que lo había apoyado antaño. «Había defraudado a Rassy enormemente, y ella no estaba dispuesta a rendirse en absoluto», comentaba Scott. «Se dedicó a ir por toda la ciudad poniéndome a caldo.»

      Y todavía seguía poniéndolo a caldo más de treinta años después. «Scott era un hombre muy peculiar: nunca mostraba su admiración por las cosas que hacían los demás. Scott no confía en nada que haga nadie a no ser que él esté al mando y no podía soportar que alguien apreciara algo que yo hubiera hecho; lo sacaba de quicio. Era un egoísta; no tenía ni la más remota idea de lo que necesitaban los demás. Un bloque de hielo es lo que es.»

      Tras la ruptura, Bob se quedó en Toronto con su padre, mientras que Neil regresó a Winnipeg con Rassy. «Probablemente, el mayor error que cometí fue no decirles a los dos que podían venir a vivir conmigo si así lo preferían», recuerda Scott. «Es algo de lo que siempre me he arrepentido, porque Bob decidió venirse conmigo y la verdad es que yo no soportaba la idea de que Rassy se quedara sola, porque era en plan: “Vamos a ver, yo me marcho, y Bob se viene conmigo, así que…”. Neil fue, en cierto modo, no diría la víctima pero… Un consejo para todo el mundo: ni se os ocurra separaros de la familia sin haberles dicho antes que los queréis y que pueden irse a vivir con vosotros siempre que quieran.»

      El divorcio fue especialmente duro para Bob. «En aquel momento yo no quería irme de allí, ni vivir en otro sitio; no quería acabar en un lugar donde no conociera a nadie», comentaba. «Ya estaba hasta el gorro de tanta mudanza. Jugaba al golf como amateur, que era como una lucha a vida o muerte. Me parecía que era mi única válvula de escape.»

      «No había manera factible de tenerlos a los dos contentos; en mi opinión, era una situación sin salida. Todo aquello me afectó enormemente; creo que a Neil no le afectó tanto, porque aún estaba protegido, por así decirlo; me refiero a que era demasiado joven para hacer lo que yo hice: trabajar.»

      Para