Un paraíso sospechoso. Leopoldo M Bernucci. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Leopoldo M Bernucci
Издательство: Bookwire
Серия: Opera Eximia
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789587814675
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de caucho. Irónicamente, muchos de esos autores llegaron a escribir novelas sobre la dictadura en el continente que, como la obra de Rivera, se ocuparon de temas sociales y políticos modernos.36 Así, causa sorpresa que no reconozcan a Rivera como un precursor de sus propios esfuerzos políticos. Presagiando a muchas de las novelas del Boom, La vorágine examina convincentemente la relación entre derechos humanos, preservación ambiental, culturas indígenas, prácticas inhumanas de trabajo, injusticia social y corrupción política.37

      La fina percepción de Carpentier fue la que destacó la representación regional de Rivera al resaltar su lenguaje, lo que ayudó a contrarrestar la incómoda crítica de algunos de sus colegas escritores del boom. La visión clara y la erudición genuina del novelista cubano ayudaron también a redefinir lo que algunos consideraron de mal gusto o soluciones mecánicas, y orientó el debate hacia direcciones que incluso hoy parecen sorprendentes. Las observaciones de Carpentier, además, constituyen una excelente respuesta a aquellos que criticaron, por ejemplo, como defectuosa o contradictoria la caracterización que Rivera hace de Arturo Cova, el héroe de La vorágine. Haciendo uso del concepto de maniqueísmo, del que se habían apropiado libremente los críticos que vieron soluciones artísticas fáciles y del tipo déjà vu en La vorágine, el novelista cubano logró elaborar un sólido argumento a favor de aquello que los críticos habían juzgado de ser polarizaciones maniqueístas o mecánicas, encontradas normalmente en representaciones de la novelística latinoamericana.

      Nuestros críticos usan a menudo el término de maniqueísmo de modo enteramente erróneo, puesto que el maniqueísmo, en función de la doctrina misma de Manés o Mani, puede enfocarse de dos maneras: 1) De modo general, el mundo es el teatro de una perpetua lucha entre el bien y el mal, la luz y las tinieblas, Ormuz y Ahriman […]. 2) Hay un maniqueísmo, de lucha individual, entre el bien y el mal situado dentro del hombre —lo que hace que el “personaje maniqueo” no sea el personaje tallado de una sola pieza […], sino el personaje complejo, alternativamente dominado por pasiones contradictorias […]. Sin embargo, aceptemos, por simplificar el concepto primero de maniqueísmo en su acepción más generalizada. Nos cuesta trabajo observar que la historia toda no es sino una crónica de una inacabable lucha entre buenos y malos. Lo que equivale a decir: entre opresores y oprimidos.38

      En 1979, Carpentier comparó La vorágine con otras dos novelas de la tierra: Don Segundo Sombra y Doña Bárbara. En su concepción, esos tres libros eran narrativas de ficción que “trastruecan [sic] completamente el panorama que teníamos de la novela hispanoamericana […] entramos en el ámbito nuestro, propio, el verdadero, con esas tres grandes novelas”.39 En contraste directo con Fuentes, Carpentier elogió el hecho de que “Rivera rotundamente hace devorar a sus personajes por la selva americana, por la naturaleza. La naturaleza sigue siendo más fuerte que el hombre”.40. Carpentier también escribió: “Hay, sin embargo, un factor nuevo que interviene en esa novela, y es el factor de la denuncia. La denuncia ocupa un muy poco lugar en La vorágine […], pero, al contrario de otras novelas como El mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegría, y Huasipungo (1934), de Jorge Icaza, no se ataca la cabeza, al sistema, no se ataca al régimen”.41

      Es cierto que Rivera no atacó directamente al sistema responsable por las atrocidades del Putumayo, de la manera como Carpentier lo deseaba. Sin embargo, el escritor cubano agudamente identificó en La vorágine la representación de Tomás Funes Guevara como su principal crítica social y política. Esta tesis es importante, porque, y eso Carpentier debió haberlo olvidado o dejado pasar, Funes “es un sistema”, como afirma la novela.42

      En su libro, cuando se enfrentaba con cuestiones sociales, Rivera tenía el cuidado de evitar la representación demagógica, fuertemente colorida o propagandística. Para él, atacar directamente a la cabeza, al sistema o al régimen, sería también arriesgarse a que el mensaje social de la novela se transformara en una denuncia idéntica a la encontrada en los documentos históricos en los cuales tanto se apoyó al escribir La vorágine. Desde su perspectiva, esa transformación resultaría en una pérdida artística que los novelistas deben intentar evitar a toda costa. Jennifer L. French, una de sus detractoras más encarnizadas, se sintió compelida a reconocer la “reticencia” de Rivera a mencionar directamente en su novela y a señalar a la Peruvian Amazon Company: “Rivera […] optó por contar una versión de la historia en lugar de otra, extrayendo su información histórica de las fuentes cercanas a Roger Casement y eligiendo suprimir totalmente la presencia británica en el Putumayo”.43

      La presencia británica en los negocios del Putumayo estuvo en el centro de las investigaciones y denuncias de Casement, pero, finalmente, la PAC fue la escogida por Rivera como objetivo, pese a que los inversionistas británicos también fueran responsables por la expansión de esa compañía. Siguiendo esta lógica, los lectores de La vorágine, evidentemente, no están obligados a conocer los orígenes de la inversión en la compañía o los nombres de sus inversionistas británicos. Basta decir que, en otra novela o novela semejante, Joseph Conrad no menciona una única vez a Bélgica, al Congo o a Leopoldo II. No obstante, nosotros como lectores de Heart of Darkness [El corazón de las tinieblas] quedamos espantados con las fuertes denuncias de las atrocidades cometidas en África. En su crítica, French no considera el hecho de que las novelas tienen una responsabilidad en términos de las pruebas diferentes que tiene la historia con su método de encontrar la verdad. La afirmación de French es común entre aquellos que leen La vorágine no como ficción, sino como un documento histórico. Del mismo modo que la equivocada interpretación de la novela que French ofrece, Roberto Simón Crespi asevera que “en vez de eso, Rivera detalló la información sobre la participación de Gran Bretaña en la industria explotadora del caucho, y aún así se rehúsa a introducirla en su novela”.44 Lo que esos críticos ignoraron en sus análisis de La vorágine, como una novela que ficcionaliza textos históricos, es lo que Henry James denominó “la intensidad de la ilusión”. Wayne C. Booth, citando a James, argumentó que es exactamente esa ilusión “en la mayoría de los casos la ilusión de experimentar la vida como si fuera vista por una mente aguda sujeta a limitaciones humanas realistas”,45 que hace toda la diferencia en discernir la ficción de la historia.

      Rivera tenía consciencia de que las exigencias de cualquier buena novela realista como género imponen soluciones sutiles y sugerentes. Ellas también prescriben que, aunque manteniéndose cerca del registro histórico, el autor debe igualmente guardar cierta distancia entre la novela y sus fuentes. Esta es una tensión productiva que tiene profundas implicaciones, de un modo general, en la realización artística de textos ficcionales, textos que usualmente acogen muy bien lo real y lo ficticio representados simultánea o aisladamente por un lenguaje connotativo.

      Aunque Rivera no haya atacado directamente el régimen de esclavitud vigente en el Putumayo, como lo querían sus críticos, ciertamente suscitó una fuerte reacción de la Peruvian Amazon Company. Alfredo Villamil Fajardo, cónsul colombiano en Iquitos, revela este hecho en una declaración de 1924:

      Otros de los medios que han utilizado los señores del Putumayo para granjearme enemistades en Iquitos es la versión ridícula de que he suministrado al señor José Eustasio Rivera —con quien no tengo relaciones— ciertas informaciones para que en su novela La vorágine reviviera infames escenas que tienen por teatro el Putumayo e hiciera figurar en ella a Julio Arana y a su socio colombiano Juan Vega, a quien, por intriga del primero y una muy lamentable ligereza del Ministerio, se le acreditó en esta ciudad como cónsul de Colombia por los años de 1904-1905. De esa ciudad me fue enviado por correo un ejemplar de la obra del señor Rivera, que no llegó a mis manos pero que sí está sirviendo de arma a mis enemigos, pues las familias Arana y Vega, emparentadas con las más sobresalientes de Iquitos se sirven de él para confirmar la ridícula conseja de espionaje y de mala voluntad para ciertos elementos de que se me acusa.46

      Furiosas con las acusaciones de los crímenes cometidos por la PAC en el Putumayo y con las referencias a los nombres de Arana y sus compañeros encontradas en la novela, las familias Arana y Vega iniciaron, en 1924, una campaña difamatoria en contra del cónsul colombiano en Iquitos, Villamil Fajardo. En su novela, Rivera también agrede al predecesor de Fajardo, el excónsul Juan Bautista Vega, que también