60 H. MARCUSE (1994). Op. cit., p. 38.
61 «Mientras se les mantenga en la incapacidad de ser autónomos, mientras sean adoctrinados y manipulados (hasta en sus mismos instintos), su respuesta a esta pregunta [¿cuáles son mis verdaderas necesidades?] no puede considerarse propia de ellos». (H. MARCUSE (1994). Op. cit., p. 36).
62 Esto «refleja el elitismo de los maestros de la sospecha, en la medida en que únicamente el intelectual comprometido, el visionario o terapeuta, es quien se halla inmune y a salvo de la tentación totalitaria, y el que muestra arrestos suficientes para resistir a las fraudulentas gratificaciones del capitalismo» (Josemaría Carabante. (2018). Op. cit., pp. 52-53).
63 H. MARCUSE (1994). Op. cit., p. 35.
64 H. MARCUSE (1994). Op. cit., p. 32.
65 H. MARCUSE (1994). Op. cit., p. 34.
66 «Si el trabajador y su jefe se divierten con el mismo programa de TV y visitan los mismos lugares de recreo; si la mecanógrafa se viste tan elegantemente como la hija de su jefe; si el negro tiene un Cadillac […], esta asimilación indica, no la desaparición de las clases, sino la medida en que las necesidades y satisfacciones que sirven para la preservación del sistema establecido son compartidas por la población subyacente». (H. MARCUSE (1994). Op. cit., p. 38).
67 H. MARCUSE (1994). Op. cit., p. 32. «La completa automatización en el reino de la necesidad abrirá la dimensión del tiempo libre, como aquel en el que la existencia privada y social del hombre se constituirá a sí misma». (p. 67).
68 H. MARCUSE (1994). Op. cit., p. 37.
69 «El dominio de tal realidad unidimensional no significa que reine el materialismo y que desaparezcan las preocupaciones espirituales y metafísicas. Por el contrario, hay mucho de “oremos juntos esta semana” […]. Pero estos modos de protesta y trascendencia ya no son contradictorios del statu quo, ni tampoco negativos. Son más bien la parte ceremonial del behaviorismo práctico, su inocua negación, y el statu quo los digiere prontamente como parte de su saludable dieta». (H. Marcuse, op. cit., p. 44). En un sentido similar: «[Mi propuesta de una sociedad alternativa] no implica el resurgimiento de “valores” espirituales o de otro tipo que deberán suplementar la transformación científica y tecnológica del hombre y la naturaleza» (MARCUSE (1994). Op. cit., p. 260).
70 En la última página de El hombre unidimensional, Marcuse parece reconocer que no tiene alternativa, y que la teoría crítica se queda en la negación pura: «La teoría crítica de la sociedad no posee conceptos que puedan tender un puente sobre el abismo entre el presente y su futuro: sin sostener ninguna promesa, ni tener ningún éxito, sigue siendo negativa. Así, quiere permanecer leal a aquellos que, sin esperanza, han dado y dan su vida al Gran Rechazo». (H. MARCUSE (1994). Op. cit., p. 286). Como el Mefistófeles de Fausto, la izquierda es «el espíritu que siempre niega». Lo malo es cuando algunos, como Pol Pot en Camboya, se toman en serio la destrucción social total.
71 H. MARCUSE (1994). Op. cit., p. 50.
72 H. MARCUSE (1994). Op. cit., p. 12.
73 H. MARCUSE (1994). Op. cit., p. 10. “Los trabajadores ya no aparecen como la contradicción viviente para la sociedad establecida», (p. 62).
74 H. MARCUSE (1994). Op. cit., p. 61.
75 H. MARCUSE (1994). Op. cit., p. 9.
76 H. MARCUSE (1994). Op. cit., p. 285.
77 «En algunos aspectos, el movimiento de los derechos civiles fue un movimiento conservador. Tenía objetivos claramente definidos. Sus militantes se preocupaban por instituciones concretas: escuelas, tribunales de justicia, el censo electoral». (RICHARD VINEN (2018). Op. cit., p. 80). Esta concreción y aceptación del marco institucional contrastan con la radicalidad gaseosa del sesentayochismo, que ya no pedirá reformas en instituciones determinadas, sino que rechazará el sistema en su totalidad.
78 El prólogo de Sartre —muy leído también por los jóvenes del 68— lanza un mensaje resumible en «venid y matadnos, que nos lo merecemos». Sartre parte de una interpretación distorsionada de la colonización europea del resto del mundo como puro expolio y masacre, olvidando que los españoles sacaron a los aztecas de los sacrificios humanos, los ingleses a los hindúes de la quema ritual de viudas (sati) y los franceses aportaron a los vietnamitas un alfabeto anamita mucho más funcional. Como Marcuse, Sartre se extasía con la violencia de africanos y asiáticos contra los blancos (que sea en el Vietnam o la Argelia franceses o en la Kenia británica asolada por el Mau Mau): «No os engañéis: son hombres gracias a esa ira loca, a esa bilis y esa vesania, a esa contractura permanente de los músculos poderosos que temen descargarse. […] El torrente de la violencia derriba todas las barreras. En Argelia, en Angola, se masacra a los europeos a plena luz del día. Es el momento del retorno del bumerán, el tercer tiempo de la violencia, que se vuelve contra nosotros, que nos golpea, sin que, como las otras veces, entendamos que es nuestro propio bumerán […]. Fanon muestra perfectamente que esta violencia irreprimible no es una tempestad absurda, ni siquiera es mero resentimiento: es el hombre mismo recomponiéndose. […] Cuando estalla su rabia, el descolonizado reencuentra su transparencia perdida […]. Desde lejos, su guerra nos parece el triunfo de la barbarie, pero en realidad está operando la emancipación progresiva del combatiente y liquidando, en él y fuera de él, las tinieblas coloniales. […] Con el último colono matado, reembarcado o asimilado, la especie minoritaria desaparece, dejando paso a la fraternidad socialista […]. Todo hombre, en Francia, es cómplice, ya que todos nos hemos beneficiado de la explotación colonial […]. Como los otros se hacen hombres contra nosotros, resulta que somos los enemigos del género humano; la élite revela su verdadera naturaleza: una banda de forajidos. Nuestros queridos valores pierden sus alas; vistos de cerca, no encontraremos ninguno que no esté manchado de sangre». (JEAN-PAUL SARTRE (2004). «Préface», En FRANTZ FANON, Les damnés de la terre [1961]. La Découverte, París.).
79 «Es después del fracaso de la Comuna estudiantil de Mayo que estos autores van a ver crecer su audiencia en el entorno universitario» (JACQUES BAYNAC et al. (1998). Op. cit., p. 80).