Las virtudes en la práctica médica. Edmund Pellegrino. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Edmund Pellegrino
Издательство: Bookwire
Серия: Humanidades en Ciencias de la Salud
Жанр произведения: Медицина
Год издания: 0
isbn: 9788418360206
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medio relativo a nosotros, determinado por la razón y por aquella por la cual decidiría el hombre prudente» (EN 1107 a 1). Está claro que no todas las virtudes se sitúan en el punto medio entre dos extremos. Por ejemplo: ¿se puede ser justo en exceso?11 Aristóteles intenta superar esta debilidad proporcionando una larga lista de virtudes basadas en una revisión de otros de sus tratados. Coincide con Platón y Sócrates en algunas virtudes centrales, como la justicia, la sabiduría y la templanza; pero luego añade otras aquí y allá, y divaga cuando pasa de considerar la virtud en general a las virtudes en particular.

      No tiene más éxito que Sócrates al intentar responder a Menón sobre si las virtudes son una o muchas. Sin embargo, coincide con otros filósofos morales al definir las virtudes centrales o cardinales. A nosotros no nos parece necesario asumir la teoría del término medio. La teoría aristotélica de la virtud se sostiene sin este principio, y bien puede ser el fundamento sobre el que levantar la ética contemporánea de virtudes, especialmente en la ética médica, como aquí pretendemos.

      Al ligar las decisiones morales con el carácter del agente moral, la ética aristotélica es de suma importancia para ulteriores teorías morales que enfatizan en la psicología moral. Vinculando virtud a carácter, se abre el camino a interrelacionar el conocimiento moral, la motivación moral y la acción moral. También por poner el acento en las habilidades necesarias para ser una buena persona, más que en las habilidades estrictamente profesionales, en la bondad técnica, según Wright.12

      Aristóteles llegó más lejos que Platón en la fundamentación de la ética en la virtud. Salvo por la cuestionable definición de virtud como término medio, su concepción de la virtud y la relación de esta con el bien, con la naturaleza humana y con las emociones conforman una filosofía moral coherente y una teoría sobre la virtud y la persona virtuosa que permanecen vigentes.

      LOS ESTOICOS

      Del mismo modo que Aristóteles y Platón, los pensadores de las escuelas estoicas tempranas, intermedias y tardías —con una historia de cinco siglos—tuvieron una fuerte influencia en el concepto clásico y medieval de virtud. Ellos dieron forma a la ética del período helenístico y dominaron la filosofía moral en la antigua Roma. También guiaron los primeros pasos de la ética cristiana e inspiraron en la Inglaterra del siglo XVIII la figura del caballero gentil. Los médicos seguidores del estoicismo añadieron elementos como la compasión y el humanismo a la ética médica hipocrática.13

      La ética estoica, al igual que la de Aristóteles, estaba unida a una teoría de la naturaleza humana y el bien. La clave de la filosofía moral estoica es su noción de naturaleza y de las leyes de la naturaleza. Los seres humanos son, claro está, parte de la naturaleza. En ellos se concita una fuerza creativa divina y también la necesidad de acomodarse a las leyes de la naturaleza. El bien y la felicidad del hombre residen en la bondad y el orden de la naturaleza, pues el hombre feliz es el que vive en armonía con ellas. Este es el camino a la apatheia (‘ausencia de pasiones desordenadas’) y a la euthymia (‘bienestar y paz espiritual’).

      Los estoicos sostenían que las virtudes son medios por los cuales las personas pueden alcanzar estos fines. Practicando las virtudes, el hombre se hace libre y benevolente, como Dios es libre y benevolente. Las virtudes principales son la sabiduría, la fortaleza, la templanza y la justicia (las mismas virtudes cardinales que Platón y Aristóteles enseñaban). Ellas son las disposiciones que nos permiten diferenciar lo que está bien de lo que está mal, lo que debemos temer, cómo debemos controlar nuestros deseos y cómo dar a cada cual lo que le es debido. La benevolencia juega un papel preponderante en el estoicismo. Todos los hombres son hermanos bajo la común paternidad de Dios. Incluso los esclavos merecen benevolencia y justicia. Es más, servir a nuestros semejantes es una obligación primaria.14

      El estoicismo afirmaba, con más claridad que ninguna otra escuela ética, que la práctica de la virtud hace cada vez más virtuoso al hombre. También exaltó la noción de deber, en particular en los escritos de estoicos romanos cómo Séneca y Epicteto, y especialmente Cicerón. La obra de Cicerón sobre los deberes, De oficiis, ejerció una fuerte influencia en cualquiera que hubiera recibido una educación clásica y hasta tiempos recientes. En esa obra, Cicerón reflexiona sobre la importancia de los diferentes tipos de obligaciones, como ya lo hiciera Panecio de Rodas en el período intermedio de la Estoa. En los escritos de los estoicos es difícil distinguir el concepto de deber del concepto de virtud. Cumplir con la obligación es prácticamente la definición de virtud (muy cercano al concepto de virtud de Kant).

      Los estoicos también buscaron al hombre sabio como modelo de comportamiento virtuoso. Sabio era el que practicaba las virtudes, el que, liberado de sus deseos, se mantenía sereno a pesar de las dificultades y así era libre e independiente de las circunstancias, como lo era el Dios estoico. Aunque el hombre sabio perfecto sería una rareza, les sirvieron de modelo figuras como Marco Aurelio y Epicteto, que cautivaron e inspiraron a las generaciones posteriores e incluso hasta tiempos recientes.

      No es el momento de describir ahora las transformaciones del concepto clásico de virtud en sus formulaciones aristotélica o estoica en la Antigüedad tardía. La historia de la relación entre el concepto primitivo de virtud y las enseñanzas posteriores de los platónicos, los estoicos y los pensadores del judaísmo, del cristianismo y del islam es compleja, pues cada una de estas visiones parte de definiciones propias sobre la naturaleza de la vida humana, su destino y el origen de los principios que definen la vida buena. La interacción entre estas visiones fue dando nueva forma al concepto de virtud. Las nociones de ley divina y de vida espiritual se convirtieron en elementos de gran importancia a la hora de definir el comportamiento virtuoso. Deseamos subrayar las raíces de cualquier teoría de la virtud dentro de la comunidad que apoya a los individuos a tal punto que basta con decir que estas interrelaciones sentaron las bases para la siguiente ejemplificación importante de la ética de la virtud, que se produjo en la Edad Media, en especial con la ética de Tomás de Aquino.

      EL PERÍODO MEDIEVAL

      Durante la Edad Media, la idea clásica de virtud fue refinada para conciliarla con la ética de la virtud de los Evangelios cristianos. La figura más relevante en este esfuerzo de síntesis fue Tomás de Aquino. Una gran parte de su monumental Summa theologiae está dedicada a la ética de la virtud, la cual es central en su filosofía moral. Esto es consecuente con su gran empresa de reconciliar las filosofías de Aristóteles y san Agustín con la teología escriturística.

      Tomás de Aquino asumió gran parte de la filosofía aristotélica sobre las virtudes naturales, y añadió a ellas su concepto de virtudes teologales, agrandando y enriqueciendo la concepción de Aristóteles de phronesis, además de explorar campos de la psicología moral, como la intencionalidad, que Aristóteles meramente insinuó.

      Para el de Aquino, como para Aristóteles, la ética es teleológica. La calidad moral de los actos humanos deriva de su relación con el final de la vida humana. Las virtudes son disposiciones habituales a realizar acciones de acuerdo con este fin. Como Aristóteles, Tomás de Aquino concedió gran importancia a la razón en su teoría sobre las virtudes: «Pertenece a la virtud humana hacer bueno al hombre y dirigir sus acciones de acuerdo con la razón» (ST 2-2ae, 122.1).

      Dado que el fin último de la existencia humana es espiritual, el de Aquino sostuvo que las virtudes naturales deben ser completadas por las virtudes sobrenaturales —fe, esperanza y caridad—. Estas virtudes no son como las virtudes naturales, adquiridas mediante la práctica, sino que están dirigidas a Dios como su fin. De las tres virtudes sobrenaturales, la caridad es la que ordena a las demás. Estas dos categorías de virtudes, la natural y la sobrenatural, nunca entran en conflicto. Según el de Aquino, fe y razón se complementan.

      El de Aquino aceptó las virtudes cardinales clásicas tal como las definieron Platón y Aristóteles, si bien destacó de entre ellas la sabiduría práctica o prudencia. Esta virtud salva la distancia entre las virtudes morales y las intelectuales. Es la virtud la que dispone a la razón para encontrar el fin bueno de un acto. De este modo, la virtud nos dispone a integrar las intenciones rectas, los pensamientos rectos y las acciones rectas.15 La prudencia es así una virtud