Santidad, falsa santidad y posesiones demoniacas en Perú y Chile. René Millar. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: René Millar
Издательство: Bookwire
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Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561425705
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y temporales de las diversas regiones. Entre la documentación de la embajada de España ante la Santa Sede se encuentran diversos expedientes con peticiones de beatificación de numerosos Siervos de Dios. En relación con el virreinato peruano figuran Rosa de Santa María, Toribio de Mogrovejo, Francisco Solano, Juan Macías y Nicolás de Dios. Específicamente sobre Francisco Solano hay varias cartas del Rey al embajador instándolo a apurar la conclusión de la causa. En una le dice que se adjuntan cartas al Papa y al cardenal Albano sobre el particular y agrega: “Vos las pondréis en sus manos y solicitaréis con toda instancia, el logro de esta materia, en la forma que tuvieres por más conveniente”143. La única referencia a la causa de Urraca en el archivo de la embajada de España ante la Santa Sede se encuentra en una carta del cabildo de Lima al Rey, de 1690, en que le pide que interponga su influencia en las diversas causas relacionadas con el Perú que estaban tramitándose en la Congregación de los Santos144. La falta de noticias sobre el proceso de beatificación de Urraca tanto en el Archivo de Indias como en el Ministerio de Asuntos Exteriores podría ser producto de la pérdida de documentación en el transcurso del tiempo, lo cual resultaría especialmente válido en lo que respecta al segundo de los repositorios, parte de cuyos papeles sufrieron los efectos de un incendio, que se aprecia en los expedientes muy deteriorados de la sección Santa Sede. Pero también, y por esto tendemos a inclinarnos, puede significar un indicio de la falta de apoyos que habría tenido esta causa145. Cabe hacer notar que durante el siglo XVII la Orden de la Merced logró la canonización de varios de sus miembros, comenzando por el fundador San Pedro Nolasco y concluyendo con María de Cervelló, fundadora de la rama femenina de la orden; incluso en el siglo XVIII consiguió la canonización de San Serapio y la beatificación de Mariana de Jesús, sobre todos los cuales sí hay referencias en el Archivo de asuntos Exteriores. Es extraño, por lo tanto, que no existan para los casos de Urraca y de Gonzalo Díaz Amarante, el lego mercedario del Callao, cuya causa se tramitaba en paralelo a la de Fr. Pedro.

      Finalmente, en 1807 se publicó la Positio, que incluía una sistematización de las declaraciones de los testigos en los procesos ordinario y apostólico, un resumen de las mismas declaraciones ordenadas por preguntas, las objeciones del Promotor de la Fe y la respuesta a ellas dada por el postulador. En consecuencia, ahí se encuentran los argumentos que esgrimió el “abogado del diablo” para rechazar la postulación. Ellos se centran fundamentalmente en dos aspectos: el ejercicio de las virtudes y el goce de los dones sobrenaturales. A partir de las declaraciones de testigos, aquel cuestiona, pone en duda o rechaza, la práctica de determinadas virtudes o el que gozara efectivamente de algunos dones sobrenaturales que se le atribuían. Pone en entredicho el ejercicio por el Siervo de Dios de las virtudes de la caridad y de la prudencia, basándose en las declaraciones de varios testigos sobre hechos y situaciones diversas. Una de ellas, narrada por dos testigos, se refiere al consejo que dio a una afligida joven que había abandonado la casa de sus padres siguiendo a un mozo bajo promesa de matrimonio, de la que después se arrepintió. Ella, a instancia de amigas, recurrió al Siervo de Dios, quien le habría dicho que volviera donde el sujeto, el cual se casaría con ella “y que de ese matrimonio nacería una hija muy bella”; todo habría resultado como lo señaló Fr. Pedro146. Otra intervención que le cuestionaban al candidato se refería a un consejo que entregó a una mujer que, viviendo mal avenida con un hombre rico del Callao, quería salir del pecado contrayendo matrimonio. Ella se acercó a Urraca para que la encomendara a Dios por la celebración del casamiento y este le señaló que no se casara, que para salvarse no era necesario; la mujer le habría replicado que estaba embarazada de él, ante lo cual Fr. Pedro habría insistido en su predicamento, agregando que la recomendaría ante Dios y que el barco que aquel poseía podía naufragar y el hombre perder toda su hacienda. Ella finalmente experimentó un cambio en su corazón gracias a la intervención del Siervo de Dios y abandonó a su amigo, quien intentó numerosas veces hacerla desistir. El barco se hundió y el hombre se arruinó, viviendo después en la miseria147.

      El Promotor de la Fe, Jerónimo Napoleone, también hizo presente algunos casos que incidirían en el ejercicio de la virtud de la moderación, como parte de la templanza. Uno de ellos se refiere a lo que cuenta una mujer soltera, esclava, testigo del proceso informativo, sobre un encuentro con Urraca, junto a su ama, en el que le habría dicho que no tratara, como pretendía, de abortar el niño que esperaba; de hacerlo se habría ido al Infierno, pues moriría en el intento; que no recibiría ningún castigo por su embarazo y que más bien pronto alcanzaría la libertad y, poniéndole la mano en el vientre, le habría agregado que la criatura que iba a parir era para el cielo. Poco tiempo después, efectivamente, la mujer quedó libre y el niño murió a los seis años148. Otro de los casos que menciona el Promotor fue lo acontecido con una mujer que lloraba con gran pena en las misas matinales que decía Urraca en el convento de Belén. Este, como al quinto día, le envió un recado para que le esperase, que quería conversar con ella. Allí le contó que estaba embarazada de ocho meses y que su marido había estado fuera desde hacía bastante tiempo y ahora regresaba y de seguro, enterado de su fragilidad, le quitaría la vida. Fr. Pedro le dijo que cuando estuviera de parto fuera al convento. Él la llevó a lugar oculto donde tuvo la guagua, que se la entregó a su padre, el cual la crió y después la ingresó a un convento donde fue monja profesa. La mujer, retornó a su casa con mucha simulación, sin que nadie se enterara de lo ocurrido. A los ocho días regresó su marido, quien nunca supo de la situación y la mujer enmendó su vida149. Sobre el ejercicio de la misma virtud, el Promotor de la Fe objeta el rigor de las penitencias que practicaba Urraca. Se hace referencia a los cilicios, a las disciplinas, a los callos en las rodillas por las horas en que pasaba en esa posición mientras oraba. En suma, se planteó que debido a esas exageraciones se había enfermado gravemente, hasta llegar a la muerte150. También, se puso en entredicho el ejercicio de la virtud de la humildad. Al respecto, cuestionó la actitud que habría tenido el Siervo de Dios con el pago de unos dineros al artesano que le fabricó un altar. Cuando este aparecía Urraca se suspendía en éxtasis y decía con una sonrisa en la boca: “Dios mandará el dinero”. Otro dice que cuando pasaba a verlo, ordinariamente estaba en éxtasis y que debía esperar largo tiempo de que volviera en sí. Luego decía: “Gracias a Dios Nuestro Señor, reiteradas veces. Si yo dijese lo que he visto, hermano, sea bendito Dios”151.

      En todo caso será la posesión de diversos dones sobrenaturales y los milagros atribuidos al Siervo de Dios lo que más dudas le merezcan al Promotor de la Fe. Comienza por cuestionar el denominado milagro de las cruces, que se habría producido pocos días después de la muerte del candidato, al que considera producto de alucinaciones. Aún más, su aparición en el convento de la Concepción estaría asociada, al decir de un testigo, a una elección de abadesa que se celebraba en esos días y habría sido la señal solicitada al Siervo de Dios por una de las candidatas152. También, objeta muchas de las visiones que habría tenido el Siervo de Dios y se detiene de manera particular en una mencionada por Messía respecto a lo que le aconteció a Urraca estando en Quito, en un viaje por limosnas, en donde encontró una piedra como espejo de la que salió un hermosísimo gusano. Asociada a esas críticas estaban las que se centraban en la capacidad para encontrar objetos perdidos o robados, sobre todo joyas. Pero además de las visiones cuestionaba el don de profecía, el que, según muchos testigos, habría tenido. Pone en duda varios de sus anuncios de próximos fallecimientos de personas cercanas a alguno de sus devotos o los referentes a personas de las que no se tenía noticias por largos períodos. En esta desconfianza respecto a hechos maravillosos generados por Urraca, tampoco se omiten aquellos que destacaban su facilidad para caer en éxtasis y los que mostraban una especial relación del fraile con el Más Allá. Específicamente, el Promotor de la Fe recelaba de esa capacidad que el Siervo de Dios habría tenido, según propia confesión, para sacar almas del Purgatorio y para saber si alguien fallecido estaba en ese lugar o en el Cielo. Por último, tampoco faltaron las opiniones críticas respecto a los dones taumatúrgicos. El que hubiera sanado de un tumor en la cabeza a un joven, colocándole una cruz, o lograr que viviera una criatura desahuciada mediante oraciones o, por último, que hiciera algo parecido con un hombre que estaba en España postrado con fiebre por más de un año, al que además aconsejó por carta que comiera más y bebiera menos líquido; respecto de este último, poco después se supo que la enfermedad del sujeto era hidropesía y, tratándosela, sanó153.