Santidad, falsa santidad y posesiones demoniacas en Perú y Chile. René Millar. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: René Millar
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561425705
Скачать книгу
del Purgatorio y entrar al Cielo186. Sus seguidores contaban con sobrados elementos para creer en la efectividad de lo que les decía. Urraca tenía fama de visionario y manifestaba una gran devoción hacia las ánimas del Purgatorio; siempre estaba rezando por ellas y todos quienes le conocían daban por cierto que sus oraciones las sacaban o les acortaban la permanencia en dicho lugar.

      Esa relación que hemos visto entre Urraca y sus devotos nos da, por cierto, una imagen del personaje, pero ella no está completa. Necesitamos ahondar un poco más en las razones del porqué un determinado sector de la sociedad limeña lo consideraba un santo. Ya lo hemos señalado, lo consideraban como tal por la función que cumplía respecto a sus aflicciones tanto materiales como espirituales. Pero además, lo consideraban adornado de una serie de cualidades excepcionales. Los testigos dicen que para ellos era un santo porque lo percibían como un hombre virtuoso. Y entendían que alcanzaba tal categoría porque se comportaba de manera extraordinaria. Es decir, hacía cosas que al común de los hombres les resultaba imposible. ¿Cuáles eran aquellas cosas que llamaban la atención, más allá de lo comentado hasta aquí? Les impresionaba el rigor con que trataba a su cuerpo, ya fuese respecto a las comidas, ayunos y de manera especial a las disciplinas y el uso de cilicios. Aunque en el interrogatorio había una pregunta que daba pábulo a la materia, lo cierto es que casi todos hacían referencia al cilicio de metal que ceñía buena parte de su cuerpo y describían algunos hechos asociados a lesiones que su uso sostenido en el tiempo le provocó. También destacaban la virtud de la paciencia, pues muchos testigos lo conocieron en la etapa final de su vida y vieron su deterioro físico sin que manifestara la menor queja. Igualmente les parecía propio de un santo la preocupación que mostraba por el prójimo y la forma como lo afectaba un hombre pecador. Pero sin duda lo que más llamaba la atención eran sus dones sobrenaturales, y entre ellos siempre mencionaban los vinculados a la oración. Les impactaba mucho la facilidad con que caía en éxtasis, perdiendo en esas circunstancias todo contacto con la realidad. Todos los que declaraban haber ido a escuchar sus misas coincidían en el efecto que en ellos se producía al ver que se arrobaba, por lo general al momento de la consagración; incluso le ocurría estando de visita en casa de familias amigas. De la misma manera los conmovía el don de lágrimas que poseía; mencionan cómo en la misa, junto a los arrobos, estallaba en sollozos y las lágrimas lo embargaban. Esto también le sucedía cuando estaba de visita y se rezaba o se tenía noticia de una situación feliz atribuida a la intervención divina.

      En esa gama de dones sobrenaturales, lo que más sustento daba a su reputación de santidad, además de los taumatúrgicos, eran sus cualidades como visionario y profetizador. A muchos el propio Urraca les señalaba que había tenido una visión en que figuraba algún deudo, santo o ser celestial. Otros experimentaban de manera directa ese don de Urraca: les decía cosas relacionadas con su persona que nadie podía saber, pues no las habían comentado con ninguna. Diversos testigos manifestaban que al ir a solicitarle un favor no tenían necesidad de exponérselo porque ya lo sabía. Según las declaraciones en los procesos, el Siervo de Dios conocía lo íntimo de los pensamientos o de los corazones, como lo refieren algunos187. Martín Rodríguez cuenta que un sacerdote que conocía fue encargado por una devota de Urraca de llevarle una limosna de 12 pesos. Él al ir al convento pensó que ese dinero era justo lo que necesitaba para comprarse un breviario. Pues bien, al entregárselos a Fr. Pedro, este se los devolvió diciéndole: tome padre, cómprese un breviario188. Compañeros religiosos refieren las visiones de la Virgen, de Cristo y de santos que habría tenido Urraca y que él se las narraba o les preguntaba, si estaban a su lado, si las habían observado. También cuentan de las visiones del demonio y a veces de los encuentros verbales con él, que en más de alguna ocasión terminaban con golpizas que aquel le propinaba. El don de profecía constituía otro de los elementos claves en la imagen de santidad de Urraca. Todos estaban ciertos que poseía esa capacidad y referían casos que lo demostraban, aunque varios repetían los mismos hechos, que se habían ido difundiendo con el tiempo. Para los testigos no cabía duda que Fr. Pedro podía conocer situaciones futuras, ya que lo que había adelantado finalmente se confirmaba. Una testigo relata como le comunicó a su marido la muerte de un hijo antes de que ocurriera y que iba a tener otros muchos hijos, como luego sucedió. La misma mujer refiere que estando la familia preocupada por la ausencia de cartas de su abuelo, el gobernador de Caylloma, Urraca les anunció que no las tendrían. Días después llegó la noticia de la muerte del gobernador189. Algunos testigos expresan que los fieles lo veían como un oráculo porque sucedían las cosas tal como él las había pronosticado190.

      El proceso de beatificación de Fr. Pedro de Urraca lógicamente quedará condicionado por la imagen que los testigos tienen de él. Así, el sujeto que fluye de la documentación es un ser extraordinario, con cualidades y capacidades fuera de lo común. El candidato habría practicado las virtudes en grado heroico, pero a la hora de mencionarlas destacan de manera especial algunas, aquellas que mostraban comportamientos extremos, lejos de un hombre común. Ya vimos, los testigos enfatizaban las virtudes de la fortaleza, paciencia y templanza. El verlo soportar sin quejas las terribles enfermedades que terminaron por dejarlo inválido y sobre todo el rigor con que trataba su cuerpo, más allá de lo razonable, fue lo que terminó por condicionar la imagen. A esto se agregaban los dones sobrenaturales, sobredimensionados por los testigos en el proceso. En las actas procesales figuran numerosos testigos que frente a varias preguntas, desde su nacimiento e infancia en España hasta buena parte de su etapa limeña, nada decían por falta de conocimiento, pero sí se detenían y entraban en detalles en aquellas que se referirían a las profecías y visiones. La posesión de esos dones gratuitos fue un factor determinante de su fama de santidad.

      ¿A qué respondía esa imagen de santo que tenían los testigos de Urraca? ¿En qué se sustentaba? ¿Era muy diferente a la de otros santos de la época? A la hora de analizar las razones de esa percepción es preciso detenerse en un aspecto: el tipo de espiritualidad practicado por Urraca. Los testigos declararon que pasaba muchas horas en oración191; que se arrobaba con gran facilidad; pues bien, esas eran manifestaciones externas de la práctica de la oración contemplativa; aquella que buscaba el encuentro espiritual del alma con Dios a través de la oración mental y mediante un método que permitía ir subiendo grados en la meditación. Con todo, cuando a diversos testigos los jueces les preguntaban si habían tenido conversaciones de espíritu con el Siervo de Dios, contestaban que no, que sólo se confesaban con él. Son muy pocos los que refieren que le consultaban “cosas de espíritu”192, pero no se indica en qué consistía la guía que efectuaba en ese aspecto. El problema es que la mayoría de los testimonios corresponden a personas que lo conocieron en la última etapa de su vida. Pero fue entre los 30 y los 50 años de edad la etapa de su vida en que más se dedicó a la enseñanza de la oración contemplativa. Recordemos que en 1516 publicó el librito con meditaciones, dedicado a la princesa de Esquilache; por esos años escribió otros que se perdieron y en la década siguiente orientó espiritualmente a diversas personas de la corte madrileña. La obra que llegó hasta nosotros es una súplica a la infinita bondad de Dios para que perdone al miserable pecador, que lo ha ofendido una y mil veces. Este se reconoce sin méritos y sólo esgrime a su favor el contar con los mejores intercesores posibles: Cristo, la Virgen y los santos. Con este libro Urraca pretendía enseñar a pedir perdón, porque el pecador era un ignorante que debía ser liberado de esa condición para poder alcanzar la salvación193. Al decir de su hagiógrafo confesor, esa obra la habría “colegido de San Agustín, San Bernardo, San Buenaventura y varones apostólicos contemplativos”. Otro documento referente a la dirección espiritual que poseemos es una carta que escribió en 1617 a las monjas de San José. En ella, utilizando como imagen la elaboración de vestidos para el niño Jesús que estaba desnudo, les organiza los rezos que debían hacer todos los días de la semana y los ayunos que debían practicar194. En suma, Urraca era un místico y como tal practicaba un tipo de espiritualidad muy particular, que se reflejaba, entre otras cosas, en esas manifestaciones externas que llamaban la atención de los feligreses.

      Con todo, junto a su condición de místico, Urraca era un asceta, es decir, un hombre que mortificaba de manera sistemática su cuerpo con recursos variados que iban desde