Ahora no tenía ni idea de qué decirle.
—¿Dónde has estado? —preguntó, a pesar de que intuía el tipo de respuesta que él le daría.
—Por ahí...
Louis sonrió al escucharlo.
Entonces decidió prestar un poco más de atención a la camioneta que tenían justo detrás. La parte de carga trasera estaba tapada por una enorme lona gris que cubría el equipaje. Dio una vuelta completa alrededor del vehículo y, desde la parte del capó, después de observar las siglas GMC, preguntó de nuevo:
—¿Es tuya?
—Lo es.
—Es increíble —dijo con sinceridad.
—Sí. El único problema es que no es azul.
Louis sintió una pequeña punzada en el pecho, casi imperceptible.
—En realidad, creo que negra es mucho mejor que azul.
Un silbido procedente del restaurante le hizo volver a la realidad. A lo lejos vio a uno de sus compañeros haciéndole señas.
—Mierda, tengo que volver.
—¿A qué hora acabas?
—Si todo va bien, a las cuatro.
Jake observó su reloj. Louis sabía que todavía eran las dos de la tarde.
—Te espero.
—¿En serio?
—Claro. Tienes que contarme muchas cosas. ¿Se puede saber dónde estáis viviendo ahora?
—Eso tiene más de una respuesta. Luego te lo cuento. —Louis hizo el amago de volver al restaurante, pero volvió sobre sus pasos—. Joder, no me puedo creer que estés aquí.
—Si te digo la verdad, yo tampoco.
Ambos se echaron a reír, y después regresó al trabajo. Desde la distancia observó cómo su hermano se subía de nuevo a la camioneta y reclinaba el asiento dispuesto a esperarlo.
Que Jake estuviese de vuelta era asombroso.
Cuando dio por finalizada su jornada, Louis fue a cambiarse y después caminó hacia la camioneta. Rodeó la parte del capó y subió rápidamente al asiento doble del copiloto.
—Ya estoy aquí.
Se volvieron a mirar y se quedaron unos segundos sin saber qué decir. Louis lo observaba como si todavía no creyera que fuese real.
—Esto es muy raro —dijo. Jake lo miró y se encogió de hombros—. Quiero decir... Desapareciste, ¿sabes? Sin decir a dónde y... No sé, siempre supe que volverías, pero ha pasado ¿cuánto? ¿Dos años?
—Supongo que más.
—Tienes el pelo más corto que nunca.
—Ya, es una larga historia. Pero bueno, ¿qué? ¿Vas a decirme de una vez dónde os habéis mudado?
Louis sonrió y respondió:
—Arranca.
Cinco minutos después llegaron al Residencial Holland, concretamente a la urbanización repleta de apartamentos donde vivía desde hacía bastante tiempo.
—Es aquí.
Jake no hizo ningún comentario. Aparcó y después lo siguió hasta uno de los bloques. Subieron por las escaleras exteriores y Louis abrió la puerta número cincuenta y nueve. Estaba todo oscuro cuando pasaron al interior, y olía a tabaco.
—Mierda, Robert —maldijo Louis. Acto seguido subió las persianas y abrió las ventanas que iluminaron la estancia en la que se encontraban: un pequeño salón que comunicaba directamente con la cocina—. Lo siento, mi compañero hace mucha más vida de noche, así que supongo que todavía no se habrá levantado. ¿Quieres sentarte?
Observó cómo Jake paseaba la mirada por toda la habitación. A la izquierda había un sofá con el respaldo de mimbre y dos sillones, cada uno de un color. La televisión y el mueble sobre el que reposaba estaban pegados a la pared. La cocina parecía bastante destartalada, y había un montón de sartenes y platos acumulados en el fregadero, algunos de ellos con restos de la cena del día anterior. Finalmente, Jake se decidió a esperar en el sofá de mimbre y Louis procedió a ir en busca de su compañero.
Abrió la puerta de su habitación muy despacio para evitar, aunque sin éxito, el molesto ruido de las viejas visagras por falta de aceite.
—Rob, ¿estás despierto?
Un ronquido fue la única respuesta que obtuvo.
Cuando regresó vio a su hermano tratando de apilar otros platos sucios que había en el suelo.
—Espera, lo hago yo —le dijo adelantándose a sus movimientos—. Supongo que Robert no está todavía en condiciones de salir a saludar.
—Y supongo que Robert es tu compañero de piso.
—Sí. —Louis sujetó todos los platos y los llevó hacia la pila, ya de por sí llena—. Perdona por este desorden.
—¿Desde cuándo vives aquí? —quiso saber Jake.
—No sé decirte con exactitud, pero..., básicamente, desde que Derek y Emily empezaron a planear mudarse a otro barrio. Entonces pensé que era hora de dejar de depender de ellos y encontré este apartamento. Zane sigue con ellos. Hace más de un año que se mudaron.
—¿A dónde?
—A Valley Street.
A Jake se le redondearon los ojos como platos tras recibir la información.
—Sí, veo que te haces una idea de la clase de casa en la que viven ahora. Yo la suelo llamar La Mansión. Si no te importa, voy a darme una ducha. Mi habitación es esta de la izquierda, por si estás cansado y quieres echarte un rato.
—Estoy bien, gracias.
Se miraron unos segundos más, en incómodo silencio. Era tan raro que lo tuviese ahí delante después de tanto tiempo...
Tras la ducha, ya en su cuarto y mientras se ponía unos calcetines, Jake apareció en la puerta y se dirigió de nuevo a él:
—Oye, Louis.
—¿Sí?
—¿Qué hay de Ari?
Mucho había tardado en formular aquella pregunta, aunque Louis supuso que la respuesta no iba a gustarle.
—Ella también se fue —le respondió.
—¿Se fue? ¿Qué quieres decir?
—Que se fue, igual que te fuiste tú. —Jake lo miró sin comprender—. Vive en Los Ángeles —le aclaró.
—¿Hace cuánto que se fue?
—Pues... No sé. Desde que... ¿Sabes? Esto es mejor que lo hables con Zane. ¿Qué te parece si la llamo y le digo que venga a cenar? Va a ser toda una sorpresa cuando te vea.
Jake simplemente se encogió de hombros, así que Louis supuso que se había quedado pensando en Arabia. Cualquier persona habría insistido más sobre su marcha o sus motivos, pero Jake era diferente. No iba a reconocer que sentía verdadera curiosidad, y debería. Pero, tal y como le había dicho, era mejor que le preguntase a Zane. Salió del cuarto en busca del teléfono para llamarla con la esperanza de encontrarla en casa.
Mientras escuchaba a su hermana al otro lado y trataba de convencerla para que se pasara por allí, vio a Jake saliendo de nuevo hacia el salón a la vez que Robert se dirigía al baño. Jake lo sujetó por los hombros al notar que se tambaleaba. Dejó de sujetarlo