Verdad y perdón a destiempo. Rolly Haacht. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Rolly Haacht
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788412195330
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la casa y la verdad es que se me pasó por completo. Voy a llamarlo ahora, ¿de acuerdo?

      —Es que no sé ni siquiera si tiene pensado venir a casa. Viene todos los domingos, pero...

      —Le pediré que vaya y así podremos hablar después de comer.

      —¿Y si no quiere venir?

      —Te prometo que irá, y Louis también. Iremos los tres.

      —Vale.

      —Nos vemos luego, Zane.

      Nada más colgar empezó a mirar a su alrededor en busca de sus pantalones. En el interior había dejado la nota con el número, estaba seguro, pero no los veía por ninguna parte. Buscó incluso debajo del relleno del sofá de mimbre donde dormía. Entonces miró también en su bolsa, por si estaban allí, pero era imposible porque se los había quitado la noche anterior y recordaba haberlos dejado fuera para usarlos hoy.

      No era que no tuviese otros pantalones, pero la búsqueda empezaba a convertirse en algo personal, por no hablar de que necesitaba el número de Pitt si no quería decepcionar a Zane. Tal vez podría llamarla y preguntárselo de nuevo.

      Justo cuando se disponía a volver a coger el teléfono, Robert salió hacia el cuarto de baño.

      —¡Eh! —le espetó Jake. Él no pareció darse por aludido—. ¡Eh! ¿Esos son mis pantalones?

      Robert giró sobre sí mismo para situarse de cara a Jake. Después bajó la cabeza para mirarse la prenda por la cual se le acusaba. No llevaba nada en la parte de arriba. Sin decir nada, ni siquiera gesticular, volvió a darse la vuelta.

      —Que te estoy hablando.

      Jake llegó hasta él antes de que pudiese entrar en el baño.

      —Tranquilo, tío... —dijo Robert arrastrando la voz—. ¿Qué pasa?

      —¿Te importaría devolverme los pantalones? —le dijo—. Y, ya de paso, me gustaría saber por qué coño los llevas puestos si no son tuyos.

      —¿Por qué gritas?

      Louis apareció tras ellos, saliendo también del cuarto de Robert. Se frotaba los ojos en un intento fallido por mantenerlos abiertos.

      —¿Qué haces ahí? —Jake se fijó en que Louis iba en ropa interior—. ¿Has dormido ahí?

      Su hermano se dio la vuelta como tratando de comprender la pregunta.

      —¿Sí? —respondió—. Yo que sé... ¿Por qué gritas tanto?

      —No estoy gritando, Louis.

      —Necesito dormir un poco más... —continuó dirigiéndose hacia su propia habitación.

      —¿Te importaría, al menos, decirle a este tío que me devuelva los pantalones?

      —Ya lo has oído, Rob... Devuélveselos…

      Cuando Louis desapareció tras su puerta, el susodicho se desabrochó los pantalones, los dejó caer hasta el suelo y luego entró por fin en el baño. Jake se quedó perplejo al comprobar que iba completamente desnudo.

      Recogió los pantalones del suelo como si estuviesen contaminados y se limitó a buscar en los bolsillos. Encontró por fin la nota que su hermana le había dado y después dejó el vaquero apartado a un lado del salón para lavarlo con la siguiente colada.

      —Hola..., ¿Pitt? —preguntó Jake cuando una voz adormilada le respondió al otro lado.

      —¿Quién es?

      —Soy Jake, el hermano de Zane.

      La conversación enmudeció durante unos segundos.

      —Siento molestarte tan temprano —prosiguió Jake—. Era solo para preguntarte si vendrás hoy a comer a casa de mi hermano, ya sabes. Zane está un poco preocupada.

      —¿Está enfadada?

      —Preocupada, he dicho preocupada.

      —Entonces, ¿no está enfadada?

      A Jake le sorprendió la pregunta.

      —No, que yo sepa. Pero tú y yo tenemos que hablar.

      —Entiendo.

      —¿Qué tal si me das tu palabra de que vienes a comer y después salimos un rato al jardín?

      —¿Estás seguro de que a ella no le importa que vaya?

      —Joder, ¿por qué iba a importarle?

      —No sé. Es que no hemos hablado desde el miércoles.

      —Ya, ¿y la has llamado o has ido a verla desde entonces?

      —No.

      —Nos vemos a las doce. Ya hablaremos del resto.

      —De acuerdo.

      A las doce menos diez estaba ya en la camioneta con Louis de copiloto y de camino a Valley Street. Había tenido que entrar a su habitación y despertarlo a la fuerza para que se levantara y se vistiera. Le había dicho a Zane que Louis también iría y estaba dispuesto a cumplir con todas sus promesas.

      De reojo, se dio cuenta de que Louis sacaba su paquete de cigarrillos.

      —No pensarás fumar en mi camioneta, ¿verdad?

      —¿No puedo?

      —Por supuesto que no.

      —¿Por qué no?

      —Tu casa es tu casa, y mi camioneta es mi camioneta. Tus normas, mis normas.

      —Pues vaya una mierda.

      —¡Eh!

      —Y no vuelvas a despertarme para ir a comer a casa de Derek. Si me despierto bien, y si no, también.

      Jake acababa de comprender por qué algunos domingos aparecía y otros no. La decisión era tomada según lo que tardara en despertarse en su día libre. Por lo que había podido comprobar, trabajaba bastante; mañana, tarde y noche, en turnos variados, y solo tenía libres los miércoles por la tarde y los domingos. Entre semana no salía, aunque a veces Sammy se quedaba a dormir y trasnochaban, pero en cuanto terminaba la jornada de los sábados, ya no se le volvía a ver el pelo hasta el día siguiente.

      —Por cierto, ¿se puede saber qué hacías en la habitación de Robert esta mañana?

      Louis se rascó la cabeza y se puso a jugar con el mechero.

      —Y yo qué sé. Estaría fumado cuando llegué a casa.

      —¿Fumado?

      —Sí.

      Louis lo miró sin ningún tipo de temor. Jake alternó la vista entre la carretera y él.

      —¿Fumado de qué?

      —Pues de maría, hierba, ¿de qué si no?

      Jake iba a expresar lo indignado que estaba cuando Louis lo interrumpió:

      —Ahórratelo, ¿vale? Que me fume unos canutos los sábados por la noche no significa que sea un yonqui. Eso quedó atrás.

      —Ya. —Jake continuó conduciendo sin volver a mirarlo, bastante molesto—. Quedó atrás.

      Le parecía increíble que todavía consumiese sustancias ilegales, aunque solo fuera los fines de semana. Recordaba perfectamente lo mal que lo habían pasado todos cuando encontraron a Louis en un apartamento de mala muerte colocado hasta las cejas y con un mono que lo mantuvo encerrado durante meses. La otra vez también había empezado con unos canutos, así que le parecía normal estar enfadado.

      —Si alguna vez vuelves a recaer...

      —Pero ¡¿qué dices?!

      —¡Escúchame! —esta vez fue Jake el que lo interrumpió—: Si alguna vez vuelves a recaer no seré yo el que vaya a buscarte.