Los onas o selknam, indios “de a pie”, como los llamaba Bridges699, habitaron las estepas del norte de la isla grande de Tierra del Fuego y las zonas boscosas del sur de la misma. Étnicamente muy cercanos a los tehuelches, fueron diestros cazadores nómades, que con arcos y flechas capturaban guanacos y cururos, de donde obtenían el alimento y las pieles para la confección de las grandes capas con el pelo hacia afuera con las que se protegían del frío. Acostumbraban, al igual que los yámanas, a pintarse la cara y el cuerpo. Los selknam desarrollaron una estructura social basada en los grupos familiares, de manera que la jefatura de estos radicaba en los más ancianos y respetables; no conocieron, por tanto, el cacicazgo700. Sostuvo Gusinde que la isla grande estaba dividida en 40 circunscripciones, con límites muy precisos y que no se podían traspasar sin el debido permiso, en los que cada grupo familiar cazaba y recolectaba frutos silvestres y huevos701. Las relaciones de este pueblo con los occidentales, que originaron su desaparición, surgieron al concluir el siglo XIX de la explotación de los placeres auríferos y de la ocupación de la Tierra del Fuego por los ovejeros, el primero de los cuales, la sociedad Wehrhahn y Cía., se estableció en 1885 en la bahía Gente Grande con la estancia homónima.
Los patagones, tehuelches o aónikenk, por último, constituyeron también un pueblo de cazadores nómades, que se desplazaban a caballo por las pampas desde el estrecho de Magallanes, por el sur, hasta el río Santa Cruz, por el norte, y desde el Atlántico hasta los contrafuertes cordilleranos. Incluso incursionaban hacia la región de Última Esperanza a fin de capturar baguales, es decir, caballos cerriles. Es necesario recordar que ya a mediados del siglo XVIII los aónikenk habían logrado dominar la crianza y el uso del caballo, lo que dio a sus movimientos una extraordinaria amplitud. Vigorosos y de elevada estatura, empleaban arcos, flechas, lazos y boleadoras como armas, y vestían con quillangos, grandes capas de pieles de guanacos, zorros y chingues, muy bien sobadas y cosidas con tendones. En sus caballos transportaban sus viviendas desarmables, también de cuero, con las que alzaban con rapidez las tolderías al detenerse en el camino. Aunque no conocieron la institución del cacicazgo, aceptaban ocasionalmente la jefatura de algún indio principal702. Con el establecimiento del Fuerte Bulnes en 1843 y, después, con la fundación de Punta Arenas, los contactos entre los chilenos y los aónikenk se hicieron muy frecuentes. Contribuyó a esto tanto el comercio —pieles de guanaco, zorro y chingue de los indios por bisuterías, alimentos, tabaco y, especialmente, alcohol de los chilenos— como las diferencias entre Chile y Argentina por la Patagonia oriental. Varias veces al año los indígenas se hacían presentes en la colonia en grandes cantidades, montando sus caballos y tirando de los pilcheros o caballos de carga en que transportaban las pieles. Para las autoridades de uno y otro país fue muy importante contar con la amistad de los tehuelches, pues, por el cabal conocimiento que tenían de la región, aseguraban el éxito de las comisiones de exploración enviadas por los gobiernos y, en especial, permitían obtener informaciones sobre los movimientos de las fuerzas de los vecinos. No sorprende, pues, que tanto el gobierno de Santiago como el de Buenos Aires buscaran ganarse la buena voluntad de los jefes importantes otorgándoles grados militares y los correspondientes sueldos.
Pero el contacto con chilenos y argentinos, el posterior desarrollo de la ganadería y los efectos de la Campaña del Desierto dispuesta por el gobierno transandino llevaron también a la desaparición de esa etnia.
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595Rodulfo Amando Philippi, Viaje al Desierto de Atacama, Cámara Chilena de la Construcción; Pontificia Universidad Católica de Chile; Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Santiago, 2008, p. 28.
596Philippi, op. cit., pp. 46-47.
597Jorge Hidalgo Lehuedé, Historia andina en Chile, I, Editorial Universitaria, Santiago, 2004, pp. 25-32.
598Alvaro Jara, Legislación indigenista de Chile, Instituto Indigenista Interamericano, México, 1956, p. 14.
599Un notable estudio genealógico sobre esta familia de ascendencia indígena del Limarí en Guillermo Pizarro Vega, “Familia Tabilo”, REH, 49, 2008, pp. 339-357.
600Jorge Zúñiga Ide, La consanguinidad en el valle de Elqui. Un estudio de genética de poblaciones humanas, Ediciones de la Universidad de Chile, Sede La Serena, La Serena, 1980, p. 47.
601Maria Graham, Diario de una residencia en Chile, Andros Impresores, Santiago, 2007, p. 266.
602Graham, op. cit., pp. 264-265.
603María Carolina Odone, “El valle de Chada: la construcción colonial de un espacio indígena de Chile central”, en Historia, 30, 1997, p. 205.
604Carmen Arretx, Rolando Mellafe y Jorge L. Somoza, Estimación de la mortalidad adulta a partir de información sobre la estructura por edades de las muertes. Aplicación a datos de San Felipe en torno a 1787, Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE), Serie A, N° 150, Santiago, 1977, pp.3-4.
605Fernando Silva Vargas, Tierras y pueblos de indios en el Reino de Chile. Esquema histórico-jurídico, Editorial Universidad Católica, Santiago, 1962, p. 202.
606Magnus Morner, “¿Separación o integración? En torno al debate dieciochesco sobre los principios de la política indigenista en Hispano-América”, en Journal de la Société des Américanistes, LIV-1, 1965, p. 44.
607Oscar Dávila Campusano, “La aplicación de las leyes de indígenas en Chile durante la República (1860-1930). La labor de la prensa. La labor fiscalizadora del Congreso Nacional”, en RChHD, 23, 2011-2012, p. 121.
608Héctor Hernán Herrera Vega, Erque, Elqui, Vicuña. Anales de su historia, I, Centro de Estudios Bicentenario, Santiago, 2011, p. 56.
609Mario Manríquez Guerra, “Licantén”, en Víctor Manuel Avilés Mejías, De Curicó a la costa, Salesianos Impresores S.A., Santiago, 2010, p. 106 y ss.
610Un extenso tratamiento de la comunidad de Valle Hermoso en Milton Godoy Orellana y Hugo Contreras Cruces, Tradición y modernidad en una comunidad indígena del Norte Chico: Valle Hermoso, siglos XVII al XX, Editorial Universidad Bolivariana, Santiago, 2008.
611Ignacio