Un aspecto central de la higiene urbana, la evacuación de las aguas servidas mediante alcantarillados, apenas se abordó en el siglo XIX, no obstante conocerse la importancia que ella tenía en el combate de epidemias como el cólera. Las ciudades chilenas, salvo el caso de Valparaíso, mantuvieron, en consecuencia, las redes de acequias que con tal propósito existían desde el periodo monárquico. Esto, junto con impedir un mejoramiento de las prácticas de higiene de todos los sectores sociales, aseguraba la circulación de ratas y ratones, vectores de numerosas y graves enfermedades. Además, las acequias se utilizaban como medio de eliminación de los desperdicios sólidos que se generaban en las casas, no obstante existir, al menos en Santiago, un sistema formal de retiro de ellos mediante unos 200 carretones empleados por la municipalidad. Tal procedimiento, al facilitar que se cegasen los cauces, era causa de los frecuentes anegamientos de los inmuebles. Por eso una ley de 30 de abril de 1870 facultó al Presidente de la República para aprobar las ordenanzas sobre arreglo y nivelación de las acequias. Es lo que por 1870 se hacía en Talca en las 35 acequias que se distribuían por la ciudad344. Así se hizo también en Chillán en 1872 y años después otras ciudades emprendieron tales mejoramientos. Al apoyar el intendente de Aconcagua una solicitud en tal sentido del municipio de San Felipe, describía los problemas originados por el primitivo sistema de evacuación de aguas servidas en uso, que se podían aplicar a las restantes ciudades del país:
Las acequias que sirven para el aseo interior de las propiedades han consistido siempre en un simple rasgo sobre la tierra, sin preparación alguna para impedir que el agua produzca filtraciones perjudiciales, y lo que es peor, en extremo nocivas a causa del cieno que se va aglomerando, y de la descomposición de las mismas aguas con las materias pútridas que arrastran y se detienen, infectando el aire, lo cual hace a la ciudad malsana345.
Solo en febrero de 1881 una empresa británica, The Valparaíso Drainage Company, Ltd., inició los trabajos para establecer un sistema de alcantarillados en el puerto, que abordó solo una parte del plan y no cubrió las necesidades de los cerros. Los trabajos, que concluyeron en mayo de 1882, no satisficieron las expectativas de los porteños, que con razón se quejaban de los hedores que se desprendían de la red346.
El alumbrado había sido, desde la monarquía, el servicio que más había preocupado a los gobernantes y a los ciudadanos. La ley de 23 de octubre de 1835 autorizó al Presidente de la República para hacer un nuevo reparto de la contribución denominada de serenos que pagaba el vecindario de Santiago y el de los demás pueblos donde existía esa institución, a fin de que con parte de ella se pudiera mantener un servicio de alumbrado público, que utilizaba el aceite y, más adelante, el kerosene o parafina como combustible. Decretos de 1846, 1852 y 1868 reglamentaron la prestación del servicio347. De mediados del siglo XIX fue la aparición de otra innovación de enorme importancia: el alumbrado de gas. En 1848 se presentó un presupuesto para dotar con ese alumbrado a las calles y plazas de Santiago. Se calculaba que para iluminar el centro de la capital con un farol a mitad de cada calle y en cada cruce de estas, más cuatro para la Plaza de Armas y 38 para edificios públicos, conventos y cuarteles, se necesitarían 600 lámparas. Gracias a una iniciativa de Guillermo Wheelwright, Copiapó fue la primera ciudad chilena que contó con ese servicio al inaugurarse en 1853 el alumbrado de gas con 450 faroles distribuidos cada media cuadra. A partir del 18 de septiembre de 1856 Valparaíso, que tenía lámparas de aceite desde 1844, se pudo iluminar también con gas. En la ceremonia inaugural el propio intendente encendió el gas “al frente de la casa nueva del Sr. Edwards”348. La Municipalidad de Santiago recibió varias propuestas de nacionales y extranjeros para instalar esa iluminación. Dicha corporación suscribió un acuerdo con Maximiano Errázuriz, detrás del cual estaba su suegro José Tomás de Urmeneta, y después de la obtención de una ley que aseguraba al favorecido el privilegio exclusivo por 30 años para la fabricación y venta de gas en Santiago, se constituyó la sociedad Urmeneta Errázuriz y Cía., con Adolfo Eastman, también yerno de Urmeneta, en calidad de tercer socio. La empresa inició con celeridad la construcción de la fábrica de gas, de un gasómetro y de la correspondiente red de distribución, y el 18 de septiembre de 1857 se inauguró el servicio, con 600 lámparas; en 1867 la ciudad era iluminada por 717 lámparas de gas y 122 de parafina349. La referida sociedad se transformó en 1865 en una sociedad anónima llamada Compañía de Gas de Santiago350.
La Serena tuvo su instalación de gas de alumbrado en 1865, y Concepción, en 1871. También las ciudades más pequeñas optaron por la nueva modalidad de iluminación. En 1872, por ejemplo, Eduardo Briekles suscribió un contrato con el intendente de Aconcagua José Miguel Rodríguez Velasco para proporcionar a San Felipe alumbrado público con “gas hidrógeno carburo”351. Otras, en cambio, como Talca, Chillán y Ancud, continuaron con la débil iluminación proporcionada por la parafina. En el decenio de 1880 la iluminación de gas empezó a ser sustituida por la eléctrica en las calles y en los edificios públicos352. Ya en 1860 Luis Zegers había tratado de establecer la iluminación eléctrica en Valparaíso y Santiago, pero solo en 1882 se inició la instalación del nuevo sistema en la capital353.
El abastecimiento de alimentos en las ciudades fue un objetivo prioritario de las municipalidades, tanto para permitir el fácil acceso de la población a los bienes de consumo cuanto por constituir esa actividad una fuente de ingresos para ellas. En efecto, los mercados de abasto generaban un tributo por las carnes muertas, y otro tanto ocurría con las recovas o mercados y las ferias, constituyendo estas últimas la instalación transitoria de un grupo de vendedores en ciertas calles o plazas. La conducción de los productos en carretas originó el pago de una patente por estas y, en general, por toda clase de coches y carruajes. Muy tardíamente, en la década de 1880, se dictaron los reglamentos para el funcionamiento de mercados y mataderos, y los informes de los intendentes reiteraban las serias deficiencias que unos y otros mostraban. El comercio al menudeo se practicó en almacenes y despachos, en los cuales muy frecuentemente se expendía vinos y licores. También aquéllos eran fuente de crédito para los sectores de más escasos recursos, al permitirles la postergación de los pagos, lo que suponía un encarecimiento de los productos que adquirían.
Tanto la policía de seguridad como las cárceles dependían, en general, de las municipalidades, cuyo permanente estado