311León León, op. cit., p. 51.
312Charles Darwin, Darwin en Chile (1832-1835). Viaje de un naturalista del mundo, Editorial Universitaria, Santiago, 1995, pp. 158-159.
313Maldonado, op. cit., p. 151.
314Pedro J. Barrientos Díaz, Historia de Chiloé, Ancud, 1948, p. 206.
315Barrientos Díaz, op. cit., p. 202.
316Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores, 1861, cuadro de funcionarios diplomáticos y consulares, sin paginar.
317Oyarzún Cárdenas, op. cit., p. 100.
318Tornero, op. cit., p. 694.
319Martinić, Historia, I, p. 406.
320Martinić, Historia, I, p. 381 y ss.
321Martinić, Historia, I, pp. 406-418.
322Oficio de Muñoz Gamero, 27 de octubre de 1851, en Martinić, op. cit., I, p. 430.
323Martinić, op. cit., I, pp. 430-434. Trató en detalle este motín Armando Braun Menéndez en Cambiazo, el último pirata del Estrecho, Editorial Francisco de Aguirre, Buenos Aires, 1971.
324Martinić, op. cit., I, pp. 444-465.
325Martinić, Historia, I, pp. 497-498.
326Martinić, Historia, I, p. 501.
327Tornero, op. cit., pp. 707-708.
328Martinić, Historia, I, p. 514.
329Martinić, Historia, I, pp. 518 y 546-547.
330Un examen de este acontecimiento en Armando Braun Menéndez, El motín de los artilleros, Editorial Francisco de Aguirre, Buenos Aires, 19722.
CAPÍTULO IV
LA VIDA COTIDIANA EN LAS CIUDADES
FERNANDO SILVA VARGAS
LOS SERVICIOS
El mejoramiento de las calles fue el propósito prioritario de todas las administraciones municipales a lo largo del país. Lentamente, por las permanentes restricciones financieras que ellas experimentaban —años hubo en que en ciertas ciudades fue imposible realizar trabajo público alguna, por falta de fondos—, las calles de tierra fueron empedradas, y los municipios económicamente más sólidos comenzaron a sustituir el pavimento de piedras de río por adoquines. Este trabajo, no es ocioso recordarlo, solo concluyó a mediados del siglo XX tanto en Santiago como en las capitales de provincia. Las aceras, por su parte, recibieron pavimento de laja o de pizarra importada, y a falta de estos elementos se utilizaba la greda para el asentamiento de pequeños guijarros llamados porotitos. En las ciudades del sur el proceso de mejoramiento vial fue más lento. En 1870 las calles de Valdivia no estaban empedradas y solo las principales tenían sus veredas pavimentadas con laja331. En Puerto Montt, en cambio, hacia esa misma época las aceras estaban cubiertas con tablones de alerce332.
Una modernización urbana digna de destacarse fue la construcción de líneas férreas para el servicio de carros de sangre, es decir, tirados por caballos. Desde mediados del siglo XIX muchas municipalidades chilenas conocieron proyectos destinados a desarrollar ese medio de locomoción urbana, aunque pocos pudieron llevarse a la práctica. En general, la construcción estaba a cargo de empresarios privados, y el municipio les entregaba en concesión la franja de la calle por la cual debían ir los rieles. En Santiago la Empresa del Ferrocarril del Sur tendió en 1857 una vía que partiendo de la estación concluía en la parte oriente de la Alameda, frente a la iglesia de San Diego, en la esquina de la calle del mismo nombre. Más de 20 carros tirados por caballos ofrecían un aceptable servicio a los usuarios. Al concluir el siglo sumaban alrededor de 200333. En 1863 el banquero David Thomas fundó una empresa de ferrocarril urbano en Valparaíso, que constaba de una línea de cinco kilómetros de extensión desde la estación del ferrocarril hasta los almacenes fiscales, servida por 45 carros334. De 1886 es el contrato entre la Municipalidad de Viña del Mar y Teodoro von Schroeder para establecer un ferrocarril urbano en dicha ciudad335. Ese mismo año se aprobaron las bases para construirlo en Valparaíso336. En 1886 la Municipalidad de Santiago entró en conversaciones con Ricardo Goldsborough para construir una línea para un ferrocarril de vapor que circundara a la ciudad337.
La dotación de agua potable fue otro de los aspectos más relevantes de la acción municipal en el periodo en estudio. El incómodo y poco higiénico abastecimiento mediante los pozos que cada casa tenía, o el proporcionado por pilones o simples acequias a los sectores más pobres, dejó paso al entregado por cañerías conectadas a una red que, al menos como aspiración, había de cubrir todo el espacio urbano. Los trabajos de instalación de cañerías comenzaron en La Serena en 1885, y al año siguiente había más de 60 personas que habían hecho pedidos particulares de agua338. También de un elevado costo, porque, además de que las fuentes de abastecimiento no siempre estaban próximas a las ciudades, la construcción de la red dentro de ellas fue lenta y comprendió solo las áreas centrales de las mismas. En Santiago, por ejemplo, los barrios de los márgenes, es decir, los más pobres, quedaron privados de ese servicio, y otro tanto ocurrió en los cerros de Valparaíso. Esa limitación indujo a la municipalidad del puerto a continuar por su cuenta la provisión de agua de toda la ciudad, habida consideración, entre otros aspectos, de que la viruela era estimada allí como una enfermedad endémica, y que, como se subrayaba con exactitud, “la provisión de agua ha tenido una influencia eficaz y notable en la mejora de la higiene