La que es considerada la gran joya de la humanidad, lo que nos diferencia del mundo y nos coloca en la cima de todo el resto de la naturaleza, la que nos llena de orgullo… nuestra mente y su capacidad de raciocinio y análisis, ha sido el mayor obstáculo para una gran cantidad de hombres durante siglos.
Puede que esta última afirmación resulte difícil de aceptar, ya que es justamente nuestra mente quien nos dio la posibilidad de conquistar el mundo, viajar al universo, dominar la energía, el sonido, etc. No parece posible que nuestro órgano más desarrollado y su gran capacidad sea un inconveniente, sino por el contrario, nuestro mejor aliado. Y en efecto, nuestra mente es quien nos dio la posibilidad de lograr todos los grandes avances tecnológicos, la seguridad, los descubrimientos científicos que hoy tenemos. Nos abrió la posibilidad de tener el estilo de vida que hoy manejamos.
Sin embargo, tampoco deja de ser cierto que los grandes hombres que consiguieron dichas proezas se debieron a que gozaron en líneas generales de su mente como un gran aliado, siendo un generador de dinamismo, persistencia y decisión. Ellos debieron superar sus inseguridades e incertidumbres para situar sus pensamientos de su lado. Es difícil imaginar a un Thomas Alva Edison, creador de la bombilla luego de más de mil intentos, cediendo a la procrastinación, o a los hermanos Wright, los primeros hombres en volar al crear el avión, considerando que nadie lo había logrado antes, tal tarea no era posible (pensamiento limitante1).
Si ese es el caso, ¿en base a qué afirmamos que nuestra mente ha sido nuestro mayor obstáculo? Para responder a ello, propongo las siguientes preguntas: ¿Cuál es nuestra predisposición mental al momento de empezar un nuevo proyecto? ¿Te es conocida alguna de las siguientes afirmaciones?
Para el próximo mes empezaré a alimentarme correctamente (Estado mental: procrastinación).
Previo a entrenar siento somnolencia o letargo (Estado mental: desmotivación).
En el momento del examen, olvidé las respuestas (Estado mental: bloqueo).
Me siento derrotado, incluso antes de competir (Estado mental: derrotismo).
Yo no puedo ser empresario, no nací para eso (Estado mental: pensamiento limitante).
Así es como manipula el cerebro nuestra voluntad. Nos limita, nos hace dudar, nos condiciona, e incluso en muchas ocasiones nos avergüenza.
Un magnífico criado, un amo temible
¿Qué hace que, ante una misma circunstancia, con las mismas condiciones, una persona pueda ver una gran crisis y la otra una gran oportunidad? ¿Qué hace que algunos vean sus objetivos como verdaderos retos y otros solo como una gran ilusión? ¿Qué hace que algunos vean a sus hijos como una gran razón para seguir adelante y otros como una gran excusa para detenerse? ¿Por qué a algunos nos parece que el esfuerzo es excesivo?
Esto se explica en la predisposición mental o facultad que posee cada individuo en decidir consciente o inconsciente una disposición anticipada previo a realizar algún fin concreto. ¿Y por qué podríamos ubicarnos en la predisposición limitante o restrictiva? Ello podría tener la siguiente respuesta: nuestra mente se ha antepuesto sobre el “verdadero nosotros”, (la verdadera esencia de nuestro ser que implica nuestros más profundos principios, anhelos, deseos, etc.) que llamaremos nuestra voluntad o consciencia. Nuestro cerebro, un órgano tan empoderado, ha domado nuestra consciencia imponiendo su afán de inacción. Ha sucumbido a nuestras fuerzas y deseos, nos ha hecho dudar y nos ha dado “argumentos” (en realidad son solo excusas) para no intentarlo y caer en la pasividad, y todo debido a un principio que rige en la naturaleza (y por ende también en nosotros)… LA LEY DEL MÍNIMO ESFUERZO.
La ley del mínimo esfuerzo es la búsqueda de la máxima conservación de energía para obtener un mismo objetivo, o en otras palabras, es consumir la mínima cantidad de energía posible para llevar a cabo una tarea. Y en efecto, la naturaleza, dentro de su gran sabiduría, a modo de sobrevivencia, cumple con esta ley. Por ejemplo, cuando el cuerpo humano entra en un estado de frío, prioriza el mantener la temperatura corporal interna (comienza a tiritar), sobre otras funciones como la digestión. Esta situación se llama corte de digestión (un ejemplo común se da al entrar a una piscina fría luego de haber comido). Como se puede observar, para cumplir su objetivo (preservarse) el cuerpo no realiza las dos funciones simultáneamente, sino que ejecuta la función más primordial (mantener la temperatura corporal interna), conservando su energía. Del mismo modo, ninguno de nosotros en su sano juicio, trataría de resolver una situación de manera compleja si es consciente de que la solución está al alcance de su mano. Es una ley relacionada a la eficiencia.
Sin embargo, en reiteradas ocasiones nuestra mente tergiversa involuntariamente (o voluntariamente) esta ley. Pretende conservar energía reduciendo nuestro deseo de movilidad, actividad y/o análisis a costa de un mejor (futuro) bienestar. Pero permitir ello no es eficiencia, es negligencia. Nosotros no nos hallamos en frecuente estado de sobrevivencia, por lo que permitir esta ley en nuestra mente o cuerpo de manera irresponsable es un boletaje seguro al conformismo y a la mediocridad. Esta ley es bastante útil si lo que haces es optimizar recursos de manera inteligente para un mismo resultado, pero si por el contrario nuestra mente la altera para evitar cualquier tipo de movimiento, inspiración, aspiración u otro, será nuestro gran lastre (he oído más de una vez a personas con altos grados académicos decir: “Me da flojera pensar”). Romper esa resistencia al movimiento neuronal o físico requiere un desgaste, fatiga, da pereza, pero no romperla jamás merma tu autoestima, tu amor propio, te mantiene inerte y estancado.
Para nuestra fortuna, la manera más efectiva de superar esa pesadez inicial es bastante simple y consiste en que nuestra consciencia decida voluntariamente moverse, y empezar a ACTUAR.
Para reflexionar:
Ciertamente, puede que en algunos casos ideales el ACTUAR se dé por una MOTIVACIÓN (dado un factor externo) pero en su mayoría de veces corresponde a una DECISIÓN, ya que es la voluntad de nuestra consciencia quien se impone sobre la mente, a pesar de su apatía inicial.
He de decir que generar una voluntad decidida mientras nuestro estado mental se encuentre aún laxo es bastante desgastante, por lo que comenzar a actuar no será lo más grato, puede que te genere mentalmente incomodidad, fatiga e incluso stress (tu mente intentará mantener su primacía sobre ti). Sin embargo, cuando el cuerpo ya empieza a andar, cada vez la mente encuentra menos razones para resistirse, por lo que ese estado de fatiga debido a la contrariedad consciencia-mente se supera rápidamente. Una vez aceptada y adoptada la nueva circunstancia con el transcurrir del tiempo es probable que la mente se vuelva un generador de ideas, innovaciones, razones y motivaciones para continuar (y será un magnífico criado). Este comportamiento común se repite en distintos ejemplos, como en quien tiene el deseo de empezar a ejercitarse, pero en primera instancia siente una gran resistencia corporal y mental, sin embargo, solo unos días después de empezar, ya no tiene deseos de parar, e incluso busca nuevas formas e ideas más exigentes para ejercitarse.
Él y tú no son lo mismo…
“Cuida tus pensamientos, porque se volverán actos, cuida tus actos porque se harán costumbre, cuida tus costumbres porque formarán tu carácter. Cuida tu carácter por que formará tu destino. Y tu destino será tu vida”.
Mahatma Gandhi, dirigente de Movimiento de Independencia Indio.
Como bien decíamos, la mayor trampa mental del cerebro consiste en hacernos creer que él (los pensamientos que produce) y nosotros (nuestra consciencia) somos el mismo individuo (si nace en mi mente el miedo entonces pienso que soy un cobarde, si siento pesadez me considero un perezoso, si tengo dudas debo ser una persona poco decidida, etc.). Constantemente nuestro cerebro emite pensamientos efímeros que realmente parecen compenetrarnos a él y a nosotros como un mismo ser: Ideas malas o buenas, burdas o refinadas, egoístas o altruistas. Sin embargo,