El equilibrio del ser. César Tejada Atahualpa. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: César Tejada Atahualpa
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9788740418545
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Para reflexionar:

       Debido a experiencias pasadas puede que consideres que autoimplantarse ideas de fuerza y aptitud es autoengañarse, sin embargo, esta afirmación no es del todo cierta, ya que frecuentemente no es la aptitud la que nos hace falta, sino una mejor disposición, en otras palabras, mayor convicción y compromiso en nuestras acciones. Es sumamente complejo ser apto y capaz si desde un principio socavamos nuestro ímpetu, habilidad e inteligencia. Nadie puede ser dubitativo y eficiente a la vez.

       Domando a la bestia…

       “Así como el hombre físicamente débil puede fortalecerse mediante un cuidadoso y paciente ejercicio, así el hombre de pensamientos débiles puede convertirlos en poderosos ejercitándose a sí mismo y al pensar correctamente”.

      James Allen, escritor filósofo británico.

      Hemos de reconocer que el entrenamiento mental es fatigante. Es evidente que a muchas personas nos genera agobio el planificar, analizar, evaluar o aprender algo nuevo. Tener pensamientos no es lo mismo que pensar, los pensamientos son automáticos y no agotan (incluso los conocimientos, el expresar un conocimiento no significa que estés pensado, simplemente ya lo sabes, es una respuesta automática), el pensar es voluntario y requiere un esfuerzo. Mantenernos atentos por un tiempo prolongado para poder filtrar nuestros pensamientos de manera continua genera un desgaste similar al pensar, por lo que es agotador en un principio. Sin embargo, conforme vayamos siendo capaces de mantener esa vigilancia, más simple nos será, y podremos notar que los pensamientos restrictivos o limitantes se van atenuando debido a que nuestra mente está más entrenada. Es una bola de nieve que crece y se hace más fácil conforme seguimos el camino. Entrenemos y dominemos nuestra mente a nuestro favor. Hagamos de ella nuestro mejor aliado.

       “El hombre que deliberadamente sigue un sistema determinado de ejercicio mental por unos cuantos minutos diarios, pronto adquiere un mayor dominio de su mente que el que meramente lee y piensa sin método durante todo el día”.

      David Schwartz, La Magia de pensar en grande.

       “Hoy sobrepasaré toda acción que hice ayer. Subiré la montaña de hoy con toda la habilidad que tengo y sin embargo, mañana subiré más alto que hoy”.

      OG Mandino, Los secretos del éxito.

       “Nube Roja, el famoso jefe de la tribu, llamó un día ante sí a sus tres hijos, pues se estaba haciendo viejo y tenía que elegir a su sucesor. Una tribu no puede tener tres jefes. Si algo le pasara, uno de ellos debería ser el que lo sucediera y era su responsabilidad decidir quién.

       —Hijos míos —dijo cuando se presentaron ante él—, os he pedido que vengáis para elegir entre vosotros, a mi sucesor. Para poder hacer la mejor elección, he decidido poneros una prueba. Se trata de escalar la Montaña Sagrada, la gran roca, la que nadie ha conseguido derrotar aún. El que primero lo logre será el elegido.

       El desafío quedó establecido y los hijos aceptaron el reto de su padre, más por respeto que por ambición.

       Una semana después, en el día de la Luna nueva, la noche de los mejores auspicios, los tres jóvenes empezaron a escalar con muchas ganas y con la ilusión de vencer a la montaña. Pero uno primero y otros después, los tres regresaron derrotados. La subida era realmente imposible.

       Uno a uno, los jóvenes se presentaron ante su padre para admitir su fracaso.

       Frente al tercero, el jefe dejó escapar su decepción:

       —Veo que la Montaña Sagrada también ha podido contigo.

       —Sí y lo siento, padre, pero es la verdad. Por el momento la Roca me ha vencido...

       —¿Por el momento? Deduzco que estuviste muy cerca de conseguirlo ¿Es así? —preguntó el cacique.

       —No... ni siquiera llegué a la mitad de su ladera —dijo el que sería más tarde jefe de la tribu—, pero sé que ella ya alcanzó su tamaño final y yo... todavía estoy creciendo”.

      Jorge Bucay, Camino a la espiritualidad.

      ¿Durante el tiempo de tu infancia/adolescencia solías competir (en las notas, juegos, con las chicas, más popular, etc.) con tus compañeros cercanos? Posiblemente muchos de nosotros sí, y nuestro método de evaluación de mejoría se basaba en si nos encontrábamos en mejor condición en el aspecto que nos comparábamos. Hoy los años pasaron, y a pesar de que posiblemente esos compañeros no se encuentren en nuestra vida, puede que aún tengamos el mismo patrón de comparación con las nuevas personas que conocemos día a día. Seguimos evaluando nuestra situación actual y bienestar en función a nuestros amigos/familiares más cercanos…

      Te sientes bien si:

       Estás mejor posicionado socialmente.

       Tienes más propiedades o mejor sueldo.

       Viajas más.

       Tienes una empresa más productiva.

       Tienes “mejor” cuerpo o te ves más joven.

       Tienes más relaciones sexuales casuales.

       Consideras que tus costumbres de vivir, de comer, de enfrentarte a la vida son mejores o más saludables, etc.

      El encontrarse en una mejor/peor condición en un aspecto puntual con respecto a un prójimo es inevitable, pero nuestra estima personal carecería de un sustento real si nuestra sensación de bienestar o conformidad se basase en la supuesta superioridad que tenemos en el aspecto evaluado frente a los demás. Es una evaluación frívola y mediocre. Nadie sabe qué sacrificios tuvo que hacer la otra persona para llegar al nivel en el que está.

      Pero, si ese es el caso, entonces ¿cómo puedo saber si mi actuar o rendimiento es de calidad?, ¿si tiene el nivel apropiado, o cumple con las expectativas? Definitivamente no se puede mejorar lo que no se puede medir…

      Sabemos que, con el fin de motivar a la tranquilidad y la calma personal, en las redes sociales podemos encontrar frases, videos, o incluso sugerencias de profesionales que nos incitan a despreocuparnos por alcanzar grandes logros o de inspeccionar constantemente cuán bien estamos realizando nuestras actividades, en cuanto estemos satisfechos con nuestro accionar. Y en cierta forma, hay bastante lógica en este argumento. Liberarnos de las exigencias que en ocasiones impone el entorno, los amigos y la familia para simplemente contentarnos con nuestro desempeño es tranquilizante (y en muchas ocasiones es lo correcto). Sin embargo, si lo que está en evaluación es una capacidad que tenemos la intención de desarrollar, es poco probable que llevar un ritmo relajante nos permita desplegar al máximo nuestras habilidades o potenciar nuestro talento. Por ello, lo que buscamos en este subcapítulo es la mejora continua, a pesar de que ello nos implique un periodo de exigencia propia.

      Entonces, a fin de responderme las preguntas anteriormente planteadas, recordé una frase que mi madre siempre me repetía de niño:

      “No te compares con los demás”.

      Y en efecto, tenía razón, era un consejo adecuado, pero hacía falta en aquella frase el cómo podía medir mi desempeño. Con el correr de los años, una buena tarde, tuve la oportunidad de leer el complemento:

       “No te compares con los demás, compárate contigo mismo”.

      Finalmente tuve la sensación de haber encontrado un complemento adecuado para dicho consejo. Pude comprender que verdaderamente este era el gran secreto de la superación y crecimiento personal. El compararse con uno mismo era