Manual de historia de las ideas políticas - Tomo IV. Enrique Ferrer Corredor. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Enrique Ferrer Corredor
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789587903133
Скачать книгу
revolucionarios inexpertos, apenas envalentonados por un poder fortuito producto de su atrevimiento. Burke se anticipa a la sangre y a los caminos oscuros de la época del terror, igualmente se anticipa a la incapacidad de los revolucionarios para reconstruir el balance entre los estamentos nacionales de la naciente república y la presión internacional de las monarquías europeas dispuestas a restablecer el orden nobiliario en Francia.

      La inexperiencia de los revolucionarios franceses es presa de un modo definitivo de los ataques de Burke, para quien la teoría tiene el tiempo que no tiene la experiencia. ¿Qué es la libertad sin conocimiento y sin virtud? La libertad no es para él una mera abstracción, es un derecho construido y sancionado por el tiempo, es algo a lo que tenemos derecho por nuestra virtud para disfrutarlo. La ignorancia y la carencia de tratos con la libertad impiden la capacidad para actuar de un modo libre, no bajo la servidumbre de sus propias falencias. Burke representa de este modo la tendencia anglosajona de concebir el mundo político desde el concepto de la libertad negativa.

      Los efectos de la incapacidad que han mostrado los líderes populares en todos los departamentos del Estado quieren cubrirse con el “todo poderoso nombre” de libertad. En algunos individuos veo una gran libertad; ciertamente; en muchos otros, si es que no en la mayoría, una opresiva y degradante servidumbre. Pero ¿Qué es la libertad sin conocimiento y sin virtud? (Burke, 2008, p. 352).

      La perspectiva capitalista de la política en Burke no arroja dudas sobre su capacidad intelectual ni sobre su experiencia como tecnócrata para resolver asuntos prácticos. Sus grietas argumentativas tampoco provienen de una ignorancia del derecho o de una incapacidad para respetar y debatir los argumentos del contrario. Tampoco podemos reducirlo a ser un anti-ilustrado. Burke teme a la poca experiencia de una razón abstracta aplicada a la sociedad como si fuera la naturaleza, por ello hace una gran ironía en Vindicación de la sociedad natural. En lo que no confía Burke es justamente en la naturaleza humana para la convivencia pacífica, altruista y justa. En este aspecto se anticipa a varios debates de la modernidad: uno, al debate sobre la complejidad de la metodología científica en las ciencias sociales; dos, a que no siempre hay homología entre los métodos de las exitosas ciencias de la naturaleza (no humana), aplicados en algunos casos de modo mecánico para resolver preguntas a relaciones entre seres humanos subjetivos, individuales, impredecibles; tres, asume y critica la modernidad, pero no desde la actual posición posmoderna, Burke no lucha contra la razón sino contra quienes sin experiencia la usan en nombre de una libertad esclava. Cuando Burke se enfrenta a la necesidad de referentes fundacionales de una constitución, no recurre a una democracia ateniense porque no encuentra en su tiempo la madurez para el debate público, se ancla en la religión, en la corte y en la tradición como asidero, pero las somete a la práctica y por ello a la aprobación del pueblo.

      No sin razón, por tanto, la ciencia de las finanzas prácticas y especulativas, la cual se ve obligada a llamar en su ayuda a tantas otras ramas del conocimiento, tiene tanto prestigio, no solo entre la gente ordinaria, sino también entre los hombres más sabios y mejores. Así como esta ciencia ha crecido con el progreso del objeto de su estudio, así también la prosperidad y mejora de las naciones han aumentado proporcionalmente al aumento de sus rentas públicas. Y tanto aquella como estas continuarán creciendo y floreciendo en la medida en que exista un equilibrio entre lo que se les deja a los individuos para dar un incentivo a sus esfuerzos, y lo que se recauda para financiar las empresas públicas del Estado, de tal modo que aquellos y este se hallen en recíproca proporción y se mantengan en estrecha correspondencia y comunicación (Burke, 2008, p. 329).

      En el último pasaje del libro, Burke vuelve a sus preocupaciones fundantes, al Hobbes del miedo, al Burke conservador del orden, la moral y las instituciones; liberal en cuanto a la empresa y la ciencia.

      Poco tengo para dar fuerza a mis opiniones: solo una larga observación y mucha imparcialidad. Vienen de alguien que jamás ha sido un instrumento de poder ni un adulador de los grandes, y en cuyas últimas actuaciones no quisiera desmentir lo que ha sido el tono general de su vida. Vienen de alguien cuya actividad pública ha consistido casi por entero en luchar por la libertad de los demás; de alguien en cuyo pecho la única cólera perdurable o vehemente ha sido la provocada por lo que él consideraba tiranía, y que, robando tiempo a sus ocupaciones para emplearse en vuestros asuntos, ha participado en los esfuerzos que los hombres buenos suelen realizar para desacreditar la opulenta opresión; y que, haciéndolo así, está persuadido de no haberse desviado de su función habitual. Vienen de alguien que no desea en gran medida honores, distinciones y emolumentos, y que en absoluto espera recibirlos; de alguien que no desprecia la fama y no teme a la murmuración; de alguien que quiere alejarse de disputas, pero que también se atreve a expresar su opinión; de alguien que desea conservar el orden, pero que quisiera hacerlo variando los medios para asegurar la unidad de su propósito, y que cuando el equilibrio del barco en que navega pueda ser amenazado por llevar una sobrecarga en uno de sus lados, está dispuesto a aportar el pequeño peso de sus razones al otro lado, a fin de que el navío pueda preservar su estabilidad (Burke, 2008, p. 356).

      Tras este recorrido en la vida y obra de Edmund Burke parece injusto reducir la figura de este filósofo político irlandés a un mero animal político en medio de un partido con dinero y grandes personalidades, como un funcionario secundario de sus magistrados. Burke es mucho más que un funcionario burócrata y que un mero político de opinión. Su obra se ha vuelto a estudiar, a traducir, a reeditar; existen varios institutos dedicados a estudiarla.

      No se comprende en una primera mirada el entramado de la posición político-ideológico de Burke cuando encara temas como la democracia, la libertad, la igualdad, en definitiva, en torno al tema cumbre de la política: la justicia. Debe mucho en su lectura del poder a Hobbes, por ello la seguridad y la libertad juegan un papel central en sus preocupaciones. No ve en su tiempo la garantía para estos dos activos de la convivencia humana en la democracia inglesa sin la convivencia con la corona, con la religión14 y con un parlamento bicameral, aunque reclama la participación permanente de la voz del pueblo en la Cámara de los Comunes. Para Burke, la libertad no surge de la abstracción de un concepto sino de la experiencia como guía de las decisiones políticas, incluso recurre a retomar el legado del derecho romano. La tensión entre la teoría y la práctica la dirime el tiempo, siempre a favor de la primera y con premura cuando asumimos la segunda. La vitalidad de la corona no depende de la democracia sino de la libertad que podamos disfrutar en uno u otro escenario.

      Observará usted que desde la Carta Magna la petición de derechos, ha sido política uniforme de nuestra Constitución el reclamar y afirmar nuestras libertades como una herencia nuestra que ha llegado a nosotros derivada de nuestros mayores, la cual hemos de transmitir a la posteridad como algo que pertenece especialmente al pueblo de este reino, sin referencia alguna a otro derecho más general o de más alta prioridad (Burke, 2008, p. 68).

      Hace énfasis Burke en la diferencia entre el contrato fundacional que da lugar al Estado. Su concepción la busca en la historia y la tradición, en el legado de las instituciones formadas por los siglos, luego viene el contrato de la constitución, el de una generación y un tiempo. Esta diferencia le imprime al primer contrato un carácter de indisoluble. La dinámica entre uno y otro hace el camino de la herencia de los pueblos a las futuras generaciones. No es extraño entonces percibir su postura conservadora a la hora de hablar de las instituciones, aunque desde lo económico y desde la Ilustración científica esté dispuesto a abrazar los juicios recientes del progreso capitalista y de la razón modernizante.

      Una nota sobre la recepción de la obra de Burke:

      Carlos Mellizo, en la presentación de Reflexiones sobre la revolución en Francia (2003), hace énfasis en la crítica permanente de Burke al racionalismo:

      Si