Esta situación ha de corregirse reconociendo a la mujer un destino propio, con deberes naturales para consigo misma antes que con una hipotética familia que, en el peor de los casos, ni siquiera llega a existir. En virtud de este destino su educación ha de ser tan extensa como la del hombre y sus perspectivas profesionales tan amplias como acredite su competencia.
En parecido sentido se pronunciaron Carmen Rojo, directora de la Escuela Normal Central de Maestras, Berta Wilhelmi y la maestra Crescencia Alcañiz[89].
El día 19 intervinieron Ángel Pulido y Joaquín Sama defendiendo la conveniencia de proporcionar a la mujer una adecuada educación física; Sama destacó la necesidad de que las niñas se bañasen diariamente instalando dependencias para tal fin en las escuelas, que el tiempo dedicado al paseo debería consagrarse a jugar en el campo, y que esta actividad tendría que ser complementada con excursiones semanales y colonias de vacaciones; postulados todos netamente institucionistas[90].
A continuación, otro miembro de la Institución, Rafael Torres Campos, desmiente las opiniones comunes sobre la inferioridad fisiológica de la mujer, por ejemplo el manido argumento de su menor capacidad craneana, y observa que las diferencias intelectuales entre los sexos son obra de una educación diferente, no de la naturaleza. Repasa las ocupaciones profesionales de las mujeres en países extranjeros, parándose con detalle en el avanzado caso de Estados Unidos, pionero en este sentido como en otros, y remata diciendo: «Puede ejercer con éxito la mujer al presente la Medicina, la Farmacia, la ingeniería o ciertas funciones auxiliares de ésta, además de las carreras de la enseñanza, las artes y las letras»[91].
Considera propias también ciertas ocupaciones en la administración pública (museos, archivos, bibliotecas…), y pide la pronta apertura de la Escuela de Industrias Artísticas de Toledo, la creación de una Escuela de Grabado en la Calcografía Nacional y la admisión de mujeres en las Escuelas de Artes y Oficios.
Para evitar que la educación femenina sea inferior a la masculina y adquiera otro carácter, Torres Campos aboga por «tratar igualmente a la mujer y al hombre, educarlos del mismo modo, hacerlos concurrir juntos a las escuelas y universidades en todos los grados y esferas de la enseñanza, acabar con la irracional separación de sexos»[92].
El tono aperturista de la intervención de Torres Campos fue rebatido, al día siguiente, por el rector de la universidad de Santiago, Francisco Romero Blanco[93], quien sostuvo que la mujer es por naturaleza débil y que no puede por tanto recibir la misma educación ni ocupar los mismos puestos de trabajo que el hombre. De carácter restrictivo fue también la ponencia del pedagogo luso Raposo, para quien el principal destino de la mujer es la procreación, y la del presbítero Pérez de la Mata, quien observó que la educación de la mujer podría extenderse a todo lo que no se opusiera al cumplimiento de sus deberes naturales.
Concepción Arenal, que no estuvo presente en el Congreso, envió un informe sobre varios puntos; en el tono sobrio que le es característico, la reconocida penalista se pronunció a favor de la educación femenina sin recortes:
Es un error grave, y de los más perjudiciales, inculcar a la mujer que su misión única es la de esposa y madre; equivale a decirle que por sí no puede ser nada, y aniquilar en ella su YO moral e intelectual, preparándola con absurdos deprimentes a la gran lucha de la vida, lucha que no suprimen, antes la hacen más terrible, los mismos que la privan de fuerzas para sostenerla[94].
Añade que la mujer es especialmente apta para actividades como la enseñanza y, de las demás, no debe excluírsela a priori, excepción hecha de la carrera de las armas. La enseñanza secundaria es mejor proporcionársela en casa dado el ambiente poco recomendable que reina en los institutos, y la superior puede seguirse por libre o asistir a clases siempre que los estudiantes aprendan a guardar el debido respeto a sus compañeras.
Por último, Concepción Arenal defiende la necesidad de la educación física femenina y la extensión de la higiene en oposición a una tradición que exalta la inmovilidad y el horror al cuerpo humano como fuente de ignominias.
En conjunto, los ponentes de la Institución o relacionados con ella[95] se pronunciaron a favor de
la igualdad de la educación del hombre y de la mujer, o cuando menos, por mucha mayor amplitud en la educación de ésta, pidiendo juntamente la libertad de ejercer todo género de profesiones […]. También ha sido nota de una de las ponencias (la del Sr. Torres Campos) y de varios discursos, abogar por la enseñanza mixta, es decir, por la coeducación de ambos sexos en todos los establecimientos[96].
Las conclusiones aprobadas por el Congreso fueron menos radicales: aun siendo casi unánime la opinión favorable a la enseñanza de la mujer en todos los grados, hubo divisiones a la hora de tratar el tema de la escuela mixta. Los resultados de la votación final fueron los siguientes:
¿Debe ser igual la educación de los dos sexos? A favor 302 votos, en contra 247, abstenciones 99.
¿Debe facilitarse a la mujer la cultura para el ejercicio de todas las profesiones? En pro 260 votos, en contra 290, abstenciones 98.
La mujer ¿debe tener la exclusiva de la enseñanza de párvulos? En pro 407, en contra 175, abstenciones 66.
La mujer ¿podrá ejercer la Medicina y la Farmacia? En pro 473, en contra 105, abstenciones 70.
¿Deberá capacitarse a la mujer para ciertos destinos y servicios públicos, como beneficencia, prisiones, correos, telégrafos, teléfonos, ferrocarriles, contabilidad, archivos y bibliotecas? En pro 432, en contra 130, abstenciones 86.
¿Debe existir el sistema de coeducación de los sexos? En pro 267, en contra 293, abstenciones 88.
¿Es de urgencia la creación de centros de educación y enseñanza secundaria, especial y superior para la mujer en España? En pro 456, en contra 40, abstenciones 152[97].
Paradójicamente el Congreso reconoce a la mujer su derecho a instruirse hasta el mismo nivel que el hombre pero sin abrirle paso a todas las profesiones; le concede la atribución de ejercer la docencia en todos los grados, dejando bajo su exclusiva competencia la escuela primaria, salvo en el caso de establecimientos mixtos o incompletos; se pronuncia en contra de la coeducación, sólo admisible en los estratos primarios y, por último, reivindica para ella el ejercicio de una serie de profesiones liberales y funciones de la administración que se consideran especialmente adecuadas.
Aun no siendo total el éxito, el peso de los institucionistas en la votación final se hace notar en ciertos puntos, salvo el intocable de la coeducación: era el refrendo a lo que ellos defendían en sus obras escritas y en sus escuelas. No puede menospreciarse tampoco, a la altura de 1892, el influjo del entorno: hay un no demasiado largo pero sí importante camino recorrido desde 1868 y las primeras iniciativas reformistas en el terreno de la educación de la mujer española; el arraigo de la Restauración permite, sobre todo a los gobiernos liberales, sacar adelante medidas favorables a la educación general y a la femenina en concreto. Cerca