Sostuvieron, además, la necesidad de reformar las Escuelas Normales, ampliando las enseñanzas impartidas y sustituyendo el carácter académico de las mismas por otro más práctico; el reforzamiento de la labor de dichas Escuelas mediante la creación de Museos Pedagógicos[80], el sostenimiento de conferencias para maestros y la concesión de pensiones de estudio para visitar escuelas extranjeras.
El Congreso hizo suyos algunos de estos postulados y, así, en las conclusiones generales refrendó la conveniencia de estas actividades (puntos 25 y 26), la equiparación de salarios entre maestros y maestras[81], el desempeño de las cátedras de las Normales por señoras y
27. Que además de las Escuelas Normales de Maestras son necesarios otros establecimientos para elevar la cultura de la mujer.
28. Que debe dejarse libre a ésta el acceso a otros estudios[82].
Era un triunfo tenue de los profesores institucionistas, conseguido por muy escaso margen de votos, y en el clima favorable del Ministerio Albareda. Diez años después, en el Congreso Hispano-Portugués-Americano de 1892, el tema de la educación femenina originará intensísimos debates.
Congreso Hispano-Portugués-Americano de 1892
A partir de 1882 la inquietud del magisterio por debatir su condición y perspectivas dio lugar a una serie de Congresos celebrados en diferentes lugares del país; en casi todos ellos estuvo presente, como tema ya inevitable, el de la educación de la mujer. Destacan los siguientes:
– Congreso de Maestros de Valencia, celebrado entre el 28 y el 31 de julio de 1886 bajo el patrocinio de la Asociación de Maestros de Primera Enseñanza de Valencia. Entre las conclusiones aprobadas destacaron: la reforma de las clases de labores en las escuelas de niñas, descartando todo trabajo penoso o que no fuese de reconocida utilidad en el hogar; las labores debían limitarse a costura, bordado en blanco, marcado, zurcido, remiendo, corte, hilván y confección de piezas interiores de uso frecuente. También se dio un sentido más «educativo» al reglamento de las escuelas públicas y se defendió la propagación de las novedades pedagógicas, la obligatoriedad de la enseñanza primaria hasta los doce años, la disminución de horas lectivas, y la implantación de gimnasios, clases de canto, conferencias familiares y excursiones escolares.
– Congreso Pedagógico de Pontevedra[83], patrocinado por la Asociación Pedagógica de Pontevedra entre el 15 y el 20 de agosto de 1887. El carácter de esta reunión fue regional, y ocupó la presidencia de la mesa un destacado político de la Restauración muy vinculado a la Institución, Eugenio Montero Ríos[84]. En el Congreso de Pontevedra se discutieron cinco temas, el cuarto dedicado a la «Educación de la mujer en armonía con el triple aspecto de hija, esposa y madre». Los congresistas, entre los que no había ninguna mujer, solicitaron la creación de escuelas industriales para fomentar las ocupaciones femeninas y de conferencias dominicales para la instrucción de adultos de ambos sexos.
– Congreso Nacional Pedagógico patrocinado por la Asociación de Maestros Públicos de la provincia de Barcelona entre el 5 y el 12 de agosto de 1888, durante la Exposición Universal que en esa época se celebró en la capital catalana. Montero Ríos, quien entonces era ministro de Fomento, repitió como presidente honorario. Se debatieron seis temas. Entre las conclusiones, se aprobó que en las Escuelas Normales de Maestras el profesorado fuese exclusivamente femenino y con igual retribución que sus compañeros de grado, y que en dichas Escuelas se cultivase de forma especial el gusto artístico de las alumnas[85].
– Asamblea Nacional de Maestros de Primera Enseñanza, reunida en Madrid en enero de 1891 por iniciativa del editor de textos pedagógicos Saturnino Calleja y presidida por tres hombres de la Institución: Rafael M.a de Labra, Manuel M.a José de Galdo y Emilio Ruiz de Salazar. El fin de la Asamblea, no alcanzado, era constituir una Asociación del Magisterio Español. Se discutieron en ella asuntos relativos al estatus profesional del magisterio, incidiendo en que el profesorado de las Escuelas Normales de Maestras debía estar integrado únicamente por mujeres y en la conveniencia de erradicar el privilegio de maestras sobre maestros en las escuelas mixtas. Asimismo, se aconsejó que en las escuelas de niñas se suprimiese la agricultura, industria y comercio, sustituyéndolas «por los principios de higiene y economía doméstica y la enseñanza de las labores propias del sexo y corte de prendas usuales», adecuando la materia de geometría a las labores[86].
Este tipo de reuniones, de ámbito y alcance restringidos, no aportan novedades sustanciales a la convocada en 1882 con carácter nacional, pero demuestran el afán de los enseñantes por discutir cuestiones relativas a su labor y situación, discusiones en las que el tema de la mujer estará presente, unas veces con más empuje y otras con menos; son relevantes porque mantienen encendida la antorcha de 1882 y preludian la de 1892.
Aprovechando la conmemoración del cuarto centenario del descubrimiento de América, entre el 13 y el 27 de octubre de 1892 se celebra en Madrid un Congreso Pedagógico Hispano-Portugués-Americano, presidido por Rafael M.a de Labra, en ese momento rector de la Institución Libre de Enseñanza. El programa constaba de cinco secciones temáticas:
1.ª Bases capitales para un buen sistema de educación primaria y medios prácticos para desenvolverlas.
2.ª Principios a que debe obedecer la organización de la segunda enseñanza.
3.ª Carácter y extensión de la enseñanza técnica y de los estudios de aplicación.
4.ª Bases fundamentales de la organización universitaria.
5.ª Concepto y límites de la educación de la mujer y de la aptitud profesional de ésta.
La quinta sección abarcaba, a su vez, los siguientes puntos:
1.º Relaciones y diferencias entre la educación del hombre y la de la mujer.
2.º Medios de organizar un buen sistema de educación femenina y grados que ésta debe comprender. Cómo pueden utilizarse los organismos que actualmente la representan en punto a cultura general.
3.º Aptitud de la mujer para la enseñanza. Esfera a que debe extenderse.
4.º Aptitud de la mujer para las demás profesiones, y límites que conviene fijar en este punto.
5.º La educación física de la mujer.
La mesa de esta quinta sección estaba presidida por un representante de la Asociación Matritense para la Enseñanza de la Mujer, Manuel Ruiz de Quevedo, y en ella figuraban otros miembros de dicha entidad, como Rafael Torres Campos y Asunción Vela; era vicepresidenta primera Emilia Pardo Bazán.
Si el programa de este Congreso ofrecía ser interesante, las discusiones no defraudaron en absoluto tal pretensión; las más arduas se centraron precisamente en la última sección, nutrida por numerosas ponencias y memorias, algunas de gran relevancia, como la de Berta Wilhelmi de Dávila[87], «Memoria y datos estadísticos sobre la aptitud de la mujer para todas las profesiones»; la de Emilia Pardo Bazán acerca de «Relaciones y diferencias entre la educación de la mujer y la del hombre»; la de Concepción Arenal sobre «La educación de la mujer», y la de Joaquín Sama en torno a «La educación física de la mujer».
El 17 de octubre hizo uso de la palabra Emilia Pardo Bazán, quien resaltó el carácter subsidiario de la educación de la mujer, subordinada al bienestar del esposo y de los hijos; ese carácter subsidiario dicta que a las jóvenes se les prohíba