Prohibidos. Matías García. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Matías García
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788418013133
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En unos meses, la Cura te ayudará a olvidar el dolor.

      —¿Cómo puedes hablar así? —Se levantó de golpe. Yo también—. ¡No quiero olvidarte, David! ¡No quiero hacerlo y nunca querré!

      —¿Qué pretendes que hagamos? —Soné enojado, pero no lo estaba. En realidad, me sentía destrozado—. ¿Qué opción tenemos?

      Michael dudó por tantos segundos que tuve la certeza de que propondría algo arriesgado.

      —Podemos escapar —musitó como si alguien pudiera escu-

      charnos.

      —¿Escapar? —Mi corazón se aceleró.

      —Conozco un modo de hacerlo. —Sostuvo mi mirada sin siquiera pestañear—. Si estás dispuesto, huiremos juntos y dejaremos todo atrás. ¿Qué dices?

      Su oferta fue tan sorprendente que me dejó perplejo. No creí que fuera posible escapar, mucho menos que existiera una forma de burlar el sistema; pero resolví que lo mejor sería intentarlo, porque no quería olvidarme de él. No quería olvidar su risa, tampoco su llanto. No quería olvidar la forma en que bostezaba al despertar o el modo en el que arrugaba el rostro al enojarse. No quería olvidar su expresión de añoranza al observar el cielo ni todas las memorias que construimos juntos en nuestras noches de ensueño. No iba a permitir que me arrebataran su recuerdo.

      —Huyamos —asentí.

      Michael sonrió, pero sus ojos se empaparon de lágrimas otra vez. Nos besamos con pasión y nos acogimos el uno al otro en nuestros brazos.

      —Huiremos si prometes que me amarás para siempre —exigí al separar mis labios de los suyos.

      —Hasta el fin de mis días —declaró.

      Después, nos amamos hasta que nuestros cuerpos nos rogaron por un descanso.

      Las semanas que siguieron fueron algunas de las más hermosas de mi existencia. Desde que la huida se volvió una posibilidad, mi relación con Michael volvió a ser tan intensa como antes. Teníamos un futuro entre manos; ya no era necesaria la frialdad ni la distancia. Decidimos pasar una vida juntos, a pesar de los riesgos a los que nos expondríamos solamente por querernos.

      Varios de los días que nos quedaron antes de las reproducciones obligatorias los pasamos en la cámara de realidad virtual con el mismo escenario de siempre: las montañas nevadas. Nuestro amor crecía tanto como el miedo, pero ya no sufríamos en silencio a causa del final. Pensábamos que pasaríamos la vida entera juntos. Nunca imaginamos que la muerte acudiría unos años después.

      Recordar el día en que le conté a mis padres sobre mi verdadera orientación sexual es tan triste como pensar en Michael. Los golpes que papá me dio me dolieron por semanas, pero el mayor de mis dolores no fue físico. Hasta el día de hoy tengo grabado cada segundo de la tarde en la que mis progenitores me miraron con temor y repugnancia. Dudo que haya estado bien contarles la verdad delante de Jordan, mi hermano menor, pero no quería que le mintieran sobre el motivo de mi desaparición. Quería que supiera que su hermano se marcharía debido a la «enfermedad» que sus gobernantes buscaban erradicar, no porque decidí abandonarlo. Quería que creciera conociendo a la clase de monstruos que lideran nuestro país, aquellos que obligan a las personas como yo a huir de casa para no perder su esencia.

      La misma tarde que dije la verdad, papá me golpeó hasta dejarme inconsciente y llamó a los protectores para que vinieran por mí. No tuve oportunidad de defenderme, de luchar o de escapar; cuando desperté, ya estaba en esa maldita camilla en la que sentí un terror que nunca olvidaré. No hacía falta espabilar y preguntar qué sucedía para entender lo que pretendían hacerme.

      Mi corazón jamás latió tan rápido como cuando estuve a punto de ser curado. Me avergüenza pensar que, por un lado, me habría gustado eso, porque así habría olvidado a Michael y no sufriría por culpa de su ausencia.

      Quizá, todo sería mejor si me curaran y...

      Demonios, ¿qué está mal conmigo? ¡Por ningún motivo la Cura es una buena opción! No, definitivamente no. Curarme significaría renacer y vivir una mentira hasta el día de mi muerte. No soy feliz, pero al menos soy yo mismo.

      No he podido dejar de extrañar los días que viví con Michael luego de que me salvó de ser curado, sin embargo, no deseo olvidarlos. Si bien apenas dormíamos en las noches debido al temor de ser atrapados, cada segundo valía la pena.

      Por desgracia, es tiempo de dejarlo ir y no volver a desempolvar sus recuerdos.

      Me siento bien entre los brazos de Aaron. No recuerdo la última vez que permití que alguien me tocara para consolarme. Ni siquiera a mi mejor amigo le permito aferrarme de esta forma cuando más lo necesito. Tal vez este chico que hace horas me temía sea la respuesta a mi infelicidad. Puede que nuestros caminos se hayan cruzado por obra del destino y que no exista casualidad tras este encuentro. Quizá decidí traer a Aaron conmigo no solo porque necesitaba revelarle unas cuantas verdades, sino porque mi corazón intuyó que él es el indicado para sacarme del pozo sin fondo en el que he estado cayendo desde hace años.

      Levanto la mirada para examinar su rostro. No cabe duda de que es guapo. Aún tiene cara de adolescente, pero eso no evita que me parezca atractivo. No pensé que me toparía con alguien tan apuesto cuando le propuse que nos reuniéramos en el muelle de cristal.

      Me gustaría conocerlo mejor y que nos convirtiéramos en grandes amigos; quién sabe, tal vez algo más.

      Sacudo la cabeza un poco. Lo que más necesito ahora es tumbarme sobre una almohada y olvidarme de la realidad por unas horas. Estoy agotado mentalmente. Traer recuerdos dolorosos a la luz ha consumido mis energías.

      Debería pedirle a Aaron que se vaya, pero las palabras no salen de mi boca. Es posible que no vuelva a verlo después de esta noche. Le he dado un susto de muerte y no querrá tenerme cerca otra vez. Es obvio que el contacto que tenemos ahora no es más que un apoyo generado por la empatía que ha de sentir hacia este pobre sujeto solitario que perdió a quien más amaba por ser «diferente».

      Podría pedirle que se quede. Podría rogarle que duerma a mi lado por lo que resta de la noche, que tome mi mano hasta el amanecer y que desayunemos juntos entre risas y miradas. Podría pedirle que me cuente cada detalle de su vida, que me confiese sus mayores sueños para así buscar el modo de hacerlos realidad. Podríamos vivir días de júbilo como los que tuve con Michael. Podríamos intentar construir la vida plena y despreocupada que siempre he deseado.

      O podría dejarlo ir y motivarlo a buscar una vida mejor que la que puedo ofrecerle. Podría dejarlo ir y no arriesgar su integridad como arriesgué la del chico de mis sueños. Podría dejarlo ir y que él mismo busque la forma de salvarse de la Cura. Podría no pretender ser el superhéroe que apenas es capaz de protegerse a sí mismo.

      Sé que debería ordenarle que se largue, pero no es lo que quiero. Incluso si mi mayor necesidad es dormir, por esta noche me urge disfrutar de la compañía del extraño que me produce una gran curiosidad. Por cómo acaricia mi cabello de una forma tan íntima e inesperada, puedo asegurar que le gustaría estar aquí hasta mañana o, al menos, pasar unas cuantas horas más a mi lado para velar por mi tranquilidad.

      Entiendo que no sería correcto presionarlo. Pedirle que se quede le haría pensar que necesito que lo haga, y es así, pero no quiero dejarlo sin opciones. Si se queda, debe ser porque él lo ha decidido de manera voluntaria y no por una cuestión de lástima.

      Sin duda, debo rogarle que se marche, aunque lo que más anhelo es que permanezca a mi lado esta noche y mil otras más.

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