La mensura en los predios rurales generalmente era imprecisa pues, para establecer sus límites, se recurrían a hitos naturales, como un estero, río, cerro, quebrada, etc., lo que dio origen a innumerables controversias. Estos predios eran de gran extensión y se les denominaba “haciendas” que, con el paso de tiempo, se fueron dividiendo en “fundos” y éstos en “hijuelas”.
Con el objeto de mantener y conservar el dominio en forma íntegra y perpetua de una determinada propiedad rústica o urbana, se recurría a la institución del “mayorazgo” que establecía que con motivo de la sucesión del causante, el derecho a la herencia recaía, en primer lugar, en el hijo varón mayor y, solo a falta de éstos, el derecho se trasmitía a otros herederos.
Constituían limitaciones al dominio las vinculaciones que estaban constituidas por las “capellanías” que consistían en una fundación en la cual ciertos inmuebles o muebles quedaban sujetos al cumplimiento de misas u otras cargas de naturaleza religiosa; las “obras pías” que era los bienes que se destinaban a una fundación con fines de piedad o beneficencia.
25. La Iglesia colonial
En España, la Iglesia Católica mantuvo una permanente fidelidad al Papa y ejerció una gran influencia en la vida social y política, especialmente en las tierras reconquistadas de la península ibérica, ascendiente que se acentuó con los Reyes Católicos, por lo que, junto con el interés de la expansión territorial, la conquista de América tuvo un fin espiritual expresado en la propagación del cristianismo.
Además, los propios conquistadores estaban imbuidos de una fe religiosa muy fuerte, muchos de los cuales, incluso, creían que el Apóstol Santiago y la Virgen María combatían en sus filas mientras que el demonio aconsejaba a los indígenas35.
En el proceso de evangelización y conquista fueron empleadas, entre otras, la institución de la encomienda que consistía en el privilegio otorgado por el rey para recibir por sí, y su inmediato sucesor, el tributo que un grupo de indios estaban obligados a pagar en su calidad de súbditos de la corona, con cargo de cuidar del bien espiritual y temporal de los encomendados y de concurrir a la defensa de la tierra, con lo cual se daba cumplimiento a los deseos de la Santa Sede de que evangelizaran a los indígenas36.
Los primeros sacerdotes que llegaron a radicarse en Chile fueron tres miembros del clero secular y diez frailes mercedarios que conformaban la expedición de Pedro de Valdivia37. Al comienzo, la función del sacerdote era la de capellán de ejército por lo que, en muchas oportunidades, participaron en combates contra los indígenas y, más parte, pasaron a desempeñar la labor de doctrinero.
Dentro de la labor evangelizadora, deben destacarse al sacerdote jesuita Luis de Valdivia quien defendió el derecho de los indios a sus tierras y, además, propició la guerra defensiva a éstos; asimismo importante fue el fraile de la orden dominicana Bartolomé De las Casas.
Pedro de Valdivia introdujo la orden religiosa de los mercedarios y más tarde hacia el año 1553 llegaron los dominicos y, posteriormente, los franciscanos, los jesuitas y los agustinos38. Además, al hacer el trazado de la ciudad de Santiago, se destinó el sitio para la Iglesia en el costado occidental de la plaza mayor y estableciendo normas para su construcción, ateniéndose a las instrucciones de levantar iglesias y de proveer de todo lo necesario para el culto divino39.
El Papa Pio IV creó la diócesis de Santiago el 27 de junio de 1561 siendo su primer obispo don Juan González de Marmolejo y en el año 1564 se erigió la diócesis de La Imperial, pero, a causa de la insurrección mapuche que desplazo a los españoles de la Araucanía, su sede fue trasladada a Concepción en 1603 y cuyo primer obispo fue don Reginaldo de Lizarraga40.
Junto a su labor evangelizadora, la Iglesia realizó una importante labor en el campo de la instrucción y educación ya que las órdenes religiosas crearon conventos y establecimientos de enseñanza41. En 1595 la orden de Santo Domingo abrió su primer colegio, y los jesuitas, en ese mismo, año fundaron en Santiago el Colegio de San Miguel y, posteriormente, una gran cantidad de colegios, convictorios o seminarios a lo largo del país en que la enseñanza la compatibilizaban con aprendizaje en talleres artesanales destinados al logro de una profesión u oficio.
Otros establecimientos de importancia fueron los colegios de los franciscanos, mercedarios y agustinos y los seminarios de Concepción y Santiago.
Asimismo, la enseñanza superior la ejercía la Iglesia a través de las universidades pontificias que eran aquellas que gozaban de la dispensa del Papa. En 1691 los domínicos transformaron su colegio en la Universidad Santo Tomás; en 1730 se fundó en Concepción la Universidad Pencopolitana y, en 1738, la Universidad de San Felipe, ninguna tuvo una vida extensa42.
En el ejercicio de sus actividades, la Iglesia gozaba de un conjunto de beneficios económicos y funcionales reconocido por la Corona, entre los cuales se encontraba el fuero eclesiástico que fue regulado en la Novísima Recopilación de 1875 en su Libro I y que consistía en el privilegio en virtud del cual ningún tribunal ni juez civil podía conocer de las causas criminales, ni aun de las civiles, de los clérigos, conocimiento que estaba reservado exclusivamente al juez eclesiástico. Este privilegio, sin embargo, se extinguió con motivo de la aprobación de la Ley de Organización y Atribuciones de los Tribunales del año 1875.
Otra prerrogativa de la Iglesia Católica la constituyó, en Chile, el Tribunal del Santo Oficio que fue creado por el monarca Felipe II para velar por la pureza de la fe sancionándose las herejías y otros delitos, como blasfemias, hechicerías, y que dependía del Tribunal de Lima. En su aplicación se cometieron muchos abusos e injusticias, y fue suprimido en el año 1811 por el Primer Congreso Nacional.
Las funciones eclesiásticas estaban sujetas a las prescripciones del patronato y del exequátur. El patronato, establecido en 1501 por el Papa Alejandro VI, consistía en el derecho de los soberanos a actuar como patronos o protectores de la Iglesia, por la cual éstos nombraban a las autoridades eclesiásticas de las colonias, como arzobispos, obispos y presbíteros, autorizaban la erección de iglesias, monasterios y hospitales. Al Papa le correspondía aprobar esas designaciones. El exequátur consistía en la autorización que otorgaba la autoridad civil para la aplicación de las bulas y rescriptos pontificios.
La aplicación de estas instituciones significó, para la autoridad civil, la obligación de mantener la religión oficial única, proteger la Iglesia, proveer medios para atender los gastos del culto y mantención de los eclesiásticos. Como consecuencia de ello, el clero revestía el carácter de funcionarios públicos, pues les correspondía llevar los registros y libros del estado civil, bautismo, matrimonios, defunciones y otros.
26. La población
Durante la Colonia, la población del territorio fue habitada por personas provenientes de distintos orígenes que realizaban actividades diferenciadas, tales como los españoles, los criollos, los mestizos, los indios, los negros y los extranjeros.
1. Los españoles
Con la llegada de los españoles y la fusión de éstos con el pueblo indígena, comienza la formación de la población chilena adquiriendo sus propias características y matices con primacía, en algunos, de la sangre española, y otros, de la indígena.
El historiador Francisco A. Encina, señala que la delgada capa europea estaba formada fundamentalmente por el español, con un manifiesto predominio del castellano y un fuerte contingente de sangre andaluza y salpicada por varios italianos, portugueses, alemanes griegos. Entre los conquistadores, cuya cuna se conoce, 114 eran castellanos viejos, 124 castellanos nuevos, 131 leoneses, 133 extremeños, y 273 andaluces43.
Los aragoneses y catalanes, por no ser súbditos de la corona de Castilla, dueña de las