Semiótica tensiva. Claude Zilberberg. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Claude Zilberberg
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789972453779
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FORMAS ELEMENTALES DE LA VARIABILIDAD TENSIVA

      El problema semiótico, a la vez simple y complicado, consiste en deducir, a partir de una categoría debidamente establecida, las unidades —nos gustaría decir: la “moneda suelta”— que circulan por los diferentes discursos, que son convocadas a formar parte de ellos o que de ellos son retiradas. De lo que se trata es de sorprender las condiciones en las que una dirección tensiva, es decir, afectante, se fragmenta en momentos distintos, interdefinidos, y sin embargo dependientes de la dirección que los conduce: para ello y bajo beneficio de inventario, dos son los requisitos que deben ser formulados: (i) conviene aceptar la medida no solamente como la base efectiva de los semas, sino también como la mediación entre lo extenso y lo restringido; (ii) sin duda, esos momentos se dan en la sucesión, pero ese dato no contradice el principio estructural: “Ese mecanismo, que consiste en un juego de términos sucesivos, se parece al funcionamiento de una máquina cuyas piezas ejercen una acción recíproca, aunque estén dispuestas en una sola dimensión”.13

      Por lo menos a partir de Leibniz,14 el problema de la continuidad ha dividido a los autores. La semiótica no ha podido evitar el dilema: ¿exige la pertinencia la prevalencia de lo discontinuo, como en un comienzo lo creyó Greimas, o la de lo continuo? No entraremos de nuevo en ese debate; nada se gana con alargar indefinidamente las perspectivas. Ya lo hemos indicado: el problema que a partir de Saussure se plantea en semiótica una y otra vez se refiere a la obtención de las unidades. En el Curso de lingüística general, Saussure identifica determinación y delimitación: “La entidad lingüística no está completamente determinada sino cuando está delimitada, separada de todo lo que la rodea en la cadena fónica. Esas entidades delimitadas o unidades son las que se oponen en el mecanismo de la lengua”.15 La reflexión de Saussure, en la medida en que concierne aquí al plano de la expresión, no nos da luces sobre las unidades del plano del contenido. La semiótica tensiva, basándose en la correlación experimentada entre la medida intensiva y el número extensivo, plantea que las características de la unidad deben estar en concordancia con esa orientación epistémica general, so pena de quebrar la homogeneidad;16 bajo esa condición no negociable, la unidad tiene que ser mensurable o/y numerable, mensurable en intensidad, numerable en extensidad.

      Antes de considerar sistemáticamente las formas elementales de la variabilidad semiótica, quisiéramos mostrar que esas formas se ejercen incesantemente en la lengua en calidad de prosodemas que informan y controlan las vivencias del sujeto, al modo de lo que en música se denomina los matices, que son en primer lugar imposiciones de tempo y de tonicidad que hablan directamente al “alma”. Las palabras “vez” y “golpe”, por poco que se las escuche un instante aisladamente, dejan entender en sordina las categorías intensivas de tempo y de tonicidad que nos ocupan. El Micro-Robert de los escolares señala para la palabra “vez”: “Caso en que un hecho se produce”. Advertimos de inmediato que la primera parte de la definición del semema “vez” se refiere directamente al sobrevenir, puesto que el definidor “caso”, definido a su vez como “aquello” que “llega a”, puede ser aceptado como el grado débil, átono, inacentuado, del sobrevenir; la segunda parte de la definición remite a la enumeración y a la serialidad. Si “vez” es el término débil, “golpe” se inscribe como su correlato fuerte, acentuado:

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      No sin razón el teatro en sus dos géneros tiene como resorte el justamente llamado “golpe de teatro”, del cual Aristóteles hizo en la Poética el resorte de su análisis.

      Los sintagmas fijos, las banalidades estilísticas, los clichés son en este punto valiosos y decisivos, porque captan y manifiestan las coerciones tensivas que tratamos de poner al descubierto. Como el “golpe” es “seco” y “súbito”, su medida indudable fija al mismo tiempo la de “vez” como extensión. De tal suerte que la “vez” y el “golpe” difieren por las valencias que compendian; por las valencias y no por los semas, ya que estos últimos son ilimitados, y no así las valencias, pues la gramaticalidad es estrechamente dependiente de la escasez de los inventarios.17 La reciprocidad tensiva de la “vez” y del “golpe” se establece así:

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      Si consultamos los grandes diccionarios, apenas encontraremos definición que no sea formulada en términos de “golpe (s)” cuando es tónica, y en términos de “vez” [“veces”] cuando es átona. El sintagma fijo “tomar un vaso” es definido consensualmente como una metonimia, pero no lo sería “tomar un trago”.* Invocar el peso del uso, la creatividad del habla contra la normatividad de la lengua no explica nada. Por el contrario, si consentimos en incorporar la expresión “boire un coup” [tomar un trago] al espacio tensivo, comprenderemos que el complemento de objeto mítico “un coup” [un golpe] tonaliza, “renueva” el verbo. Los sememas “vez” y “golpe” funcionan como prosodemas imperativos que indican o recuerdan al usuario los matices que hay que respetar para conferir a la ejecución de los programas la prosodia que les conviene. ¿Acaso no se dice en Francia que beber es un arte que exige a veces un exclamativo “trago”, es decir, según el Micro-Robert, “una buena cantidad de líquido que se pasa de un solo tirón, de un solo “golpe”, y otras veces una rítmica sucesión de “pequeños sorbos”? ¿Acaso no compendia toda una práctica recurrente, sobre todo si es compartida, ceremonial, toda una escala, una medida, un ritmo, que son al fin y al cabo las recíprocas del sujeto mismo?

      Si los “golpes” y las “veces” son fijos y respetados, entonces solo queda una pregunta válida: sabiendo que los primeros son más bien divisores y las segundas más bien multiplicadores, ¿cuál es el balance entre unos y otras? Pero si el ¿cuánto? deja paso al ¿cómo?, la pregunta se enuncia de otra manera: exactamente, ¿cómo se pasa del estilo intensivo: “beber de un solo golpe, de un solo tirón”, al estilo extensivo: “beber a pequeños sorbos, a pequeños tragos?; ¿cómo se pasa de un “continuum no analizado pero analizable” (Hjelmslev) a una articulación que proyecta forzosamente una medida y un número que a fin de cuentas se ajustan armoniosamente entre sí? Hjelmslev, que vio claramente el problema, se contenta —reverencia obliga— con declarar a ese propósito: “… no existe formación universal, sino solamente un principio universal de formación”;18 pero de esa “formación”, por discreción tal vez, no dice ni una palabra. Si la mayor parte de analistas se contentan con los “datos inmediatos” de la percepción, algunas mentes se esfuerzan por penetrar en el secreto de la fabricación de tales datos; para Valéry, por ejemplo: “Se trata de hallar la construcción (oculta) que identifica un mecanismo de producción con una percepción dada”.19 La pregunta que surge entonces es: ¿pero cómo saber si esa “construcción oculta” es la correcta? Independientemente de la aplicación, de la “adecuación” según Hjelmslev, sujeta siempre a caución,20 se pueden mencionar dos condiciones selectivas: (i) la reconciliación de la calidad y de la cantidad, que corresponde al concepto de medida, la cual permite, a bajo costo, la cualificación de las cantidades y la cuantificación de las cualidades; (ii) la satisfacción del “criterio de simplicidad” sobre el cual tanto ha insistido Hjelmslev, ya que lo coloca por encima de la exhaustividad y de la no-contradicción, y considera la simplicidad como una propiedad del lenguaje: “No es necesario considerar el lenguaje como algo complicado; al contrario, se le debe considerar como algo simple”.21

      En el libro de entrevistas Parábolas y catástrofes, R. Thom, citando al físico Fr. Perrin, propone una síntesis de las exigencias respectivas de Valéry y de Hjelmslev, resumiendo la orientación científica en los siguientes términos: se trata de “sustituir lo visible complicado por lo invisible simple”.22 Este resumen es seductor indudablemente, pero hemos visto en el capítulo primero que uno de los paradigmas epistémicos de la semiótica se refería al tipo de complejidad que convenía aplicar, y nosotros hemos recalcado