El análisis por dimensiones consiste en reconocer, dentro de una categoría, dos o más sub-categorías que se entrecruzan y se compenetran. (…) El análisis por subdivisión consiste en repartir los miembros de una categoría superior en dos o más clases, de las cuales una por lo menos comprende dos miembros como mínimo.39
Podemos precisar y enriquecer ahora la diferencia entre las dos especies de complejidad: en el caso de la complejidad de composición, solo existe yuxtaposición de las dimensiones, mientras que en el caso de la complejidad de desarrollo se ejerce una compenetración, una interacción entre las dimensiones. Queda claro que la complejidad de desarrollo exige o proporciona “más” que la complejidad de composición, lo que nos obliga a preguntar de qué modo y por qué vías de complejidad de desarrollo sustituye a la complejidad de composición. La dualidad expuesta esboza una semiosis:
En esa óptica, la oposición binaria no es la respuesta, sino más bien la pregunta. La respuesta consiste en el descubrimiento o en la invención de un camino que conduzca de un término a otro.40 Para Kant, la transición entre el concepto y la imagen, entre lo inteligible y lo sensible, se efectúa por medio del esquematismo. Cassirer ha hecho de esa noción una “inducción amplificante”, en expresión que tomamos de Bachelard:
El lenguaje, con los nombres que da a los contenidos y a las relaciones espaciales, posee un esquema semejante, al cual hay que referir todas las representaciones intelectuales para hacerlas aprehensibles y representables por los sentidos. Todo ocurre como si las relaciones intelectuales e ideales solo pudieran ser captadas por la conciencia lingüística si son proyectadas en el espacio y “reflejadas” analógicamente en él.41
Cassirer sostiene aquí la anterioridad del concepto, pero veremos más adelante que la peculiaridad de lo que denomina “fenómeno de expresión” consiste en recusar tanto esa dependencia como esa orientación.
Por nuestra parte, damos a la noción de esquematismo su extensión más general: ¿cómo pasar de una relación de coexistencia del tipo: “y…y…”, a una relación de dependencia asimétrica del tipo: “de [x] a [z], en nuestro caso, de lo sensible a lo inteligible, de los estados de alma a los estados de cosas? En términos de G. Deleuze, en Diferencia y repetición,42 ese paso se efectúa por medio de una “implicación” que se realiza anulándose, y se anula realizándose en una “explicación”. En esa perspectiva, la tensividad no es propiamente hablando una tercera categoría inédita a la espera de su circunscripción, sino un intervalo entre la estructura de la intensidad y la de la extensidad, o mejor aún, la prolongación de una reciprocidad creadora, condición sine qua non de la interdefinición.
Nos limitaremos a hacer aquí tres escuetas observaciones: (i) a nuestro modo de ver, el enigma no reside en el paso de la simplicidad a la complejidad, que es lo que constituye la característica de la complejidad de composición y de la complejidad de constitución, sino más bien en el tránsito inverso, o sea de la complejidad de desarrollo al análisis que descubre en ella y recuenta las unidades, que son las obreras: “… el sistema consiste en categorías cuyas definiciones permiten deducir las unidades posibles de la lengua”;43 (ii) la complejidad de las magnitudes semióticas se desprende de la complejidad del espacio tensivo, tema que será abordado en el capítulo siguiente; (iii) la complejidad de composición y la complejidad de desarrollo difieren en un punto importante: las operaciones efectuadas a partir de la complejidad de composición son confiadas a terceros, es decir, a actantes, mientras que en el caso de la complejidad de desarrollo, son inmanentes a las magnitudes mismas, ya que estas últimas son ante todo vectores interdependientes definidos por su dirección tensiva y por su propia fuerza. Desde el momento en que los términos [a] y [b] varían en función recíproca, el término [a] se confunde con el programa que ejecuta y se convierte en un contra-programa, en una resistencia para el término [b], que se le enfrenta, y recíprocamente en el caso singular y enigmático de las correlaciones inversas. No se puede decir lo mismo de la complejidad de composición. Es evidente que se cambia de imaginario: los actantes se hacen explícitos en la complejidad de composición, mientras que en la complejidad de desarrollo se mantienen implícitos.
I.2.2 Análisis del análisis
Nos gustaría señalar, en primer lugar, los límites de nuestro propósito: no vamos a tratar aquí del análisis en sí, sino del análisis semiótico, es decir, que nos atendremos a las condiciones y a las disposiciones que lo singularizan. Los maestros reconocidos de la disciplina tienen pareceres divergentes sobre la cuestión del objeto exacto del análisis: (i) Saussure pone por delante la diferencia y la oposición, que el Curso de lingüística general, siendo lo que es, parece aceptar como intercambiables; (ii) Hjelmslev desconoce ambos términos —y es difícil pensar que ese doble olvido sea fortuito— y solo acepta el término de dependencia, el cual forma parte de la primera lista de “indefinibles”;44 (iii) Brøndal, como hemos visto anteriormente, es sensible a la dinámica interna de la complejidad; (iv) Jakobson, Lévi-Strauss45 y Greimas, por su parte, han puesto el acento en la oposición. Indudablemente, para esos autores, se trata solamente de predominios y no de exclusiones. En el Curso de lingüística general, Saussure mismo ha relativizado seriamente la prioridad de la diferencia: “Por lo regular, no hablamos por medio de signos aislados, sino con grupos de signos, con masas organizadas, que son a su vez signos. En la lengua, todo se resuelve en diferencias, pero también en agrupamientos”,46 y esa rectificación modera considerablemente la distancia que adopta Hjelmslev en los Prolegómenos.
Puesto que es preciso adoptar una posición, no se trata de echarlo a la suerte, sino de mantener, en lo posible, la coherencia: creemos que el tipo de complejidad que hemos destacado, a saber, la complejidad de desarrollo, da prioridad a la dependencia y, en consecuencia, a las enseñanzas de los Prolegómenos: el espacio tensivo es, por principio, complejo, puesto que se basa en la dependencia que tiene la extensidad en relación con la intensidad, en la que los estados de cosas tienen en relación con los estados de alma. Desde nuestro punto de vista, el concepto de dependencia exige el apoyo de dos categorías auxiliares: el intervalo y la asimetría; el intervalo, dado que un paradigma no opone elementos, como se repite insistentemente: lo que hace es contrastar, disgregar, graduar, en la medida en que demanda una sola cosa: que el término siguiente supere positiva o negativamente al precedente. Una vez admitida, esa exigencia reclama una tipología razonada de los intervalos significativos elementales, de los que trataremos en el capítulo siguiente. En ese sentido, el punto de vista tensivo es ampliamente deudor de la aspectualidad. La asimetría, por su parte, es una noción delicada, que remite: (i) a la desigualdad de los potenciales inmanentes de los términos acercados, y por tanto a la medida; (ii) a la desigualdad modal que se desprende de la desigualdad anterior, la cual permite comprender que la semiótica de la oposición haya cedido poco a poco terreno a una semiótica de la modalidad; (iii) y en el plano lingüístico, a la rección. Entre esas magnitudes, lo único que se da, a fin de cuentas, son desplazamientos del punto de vista; tal como lo indica Hjelmslev, dichas entidades semióticas constituyen una complejidad de tal naturaleza que si una de ellas tiene que ser definida, las otras se presentan de inmediato como definientes de primer orden. Hjelmslev exige que la categoría mantenga tanto esa relatividad como ese predominio:
La categoría es un paradigma dotado