Debates presidenciales televisados en el Perú (1990-2011). Lilian Kanashiro. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Lilian Kanashiro
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789972453595
Скачать книгу
el recuerdo las elecciones de 1992. En dicho proceso electoral, se enfrentaban el candidato republicano George Bush y el candidato demócrata Bill Clinton. George Bush se mostraba renuente a participar en un debate televisado, a pesar de las invitaciones y desafíos que ofrecía su oponente. Al saberse su renuencia a debatir públicamente con su contendor, se ganó el apelativo de Chicken George. Algunos sostienen que fue una táctica de los demócratas para presionar a Bush a participar en los debates; en varias apariciones públicas, una o varias personas disfrazadas de pollos interrumpían al candidato pidiéndole que aceptara debatir. Esta anécdota no solo es un reflejo del costo que supone negarse a participar, sino, además, de cómo dicho costo puede prolongarse en el tiempo y eventualmente heredarse. Tal como sucedió varios años más tarde con la elección del año 2000, en la que George W. Bush anunció su deseo de participar en tres debates, de los cuales solo uno de ellos sería producido por la Commission on Presidential Debates, los demás serían organizados en programas de la NBC y la CNN. Ello generó una reacción negativa en la prensa señalando que, al igual que su padre, le tenía aversión a los debates. Luego Bush aceptó las condiciones del sponsor para no caer en la calificación que tantos dolores de cabeza le había traído a su padre (Schroeder, 2008, pp. 23-24).

Image

      Los debates electorales norteamericanos han permitido cristalizar un modelo sobre cómo hacer política, pero fundamentalmente han permitido la reproducción interna del sistema bipartidista en el que la Commission on Presidential Debates se ha convertido en un mecanismo crucial. La extensión y adaptación de los debates electorales en otros países ha hecho posible la consolidación del sistema presidencialista, al asegurar la dosis necesaria de personalización política. Cabe agregar que los partidos norteamericanos como institución política han tenido la capacidad y la flexibilidad de adaptarse a la creciente importancia que los medios de comunicación tomaban en la sociedad: no solo no debilitaron sus partidos, sino que los fortalecieron.

       6. Debates electorales televisados en Francia

      Con motivo del último debate electoral de las elecciones presidenciales francesas, el diario El País dio cuenta de 38 años de debates electorales en Francia. El primer debate televisado entre candidatos presidenciales ocurrió entre Valéry Giscard D’Estaing y François Mitterrand. Señala el diario que, en ese memorable e histórico evento, Giscard pronunció la frase que ha quedado escrita en la historia de la política francesa: «Señor Mitterrand, usted no tiene el monopolio del corazón». Según informa el diario, existe todo un mito en torno a esta frase que indica que contribuyó a la victoria del candidato conservador (Pascual, 2012).

      El primer debate norteamericano se produjo en 1960; el primer debate francés, en 1974. Este considerable retardo tiene que ver con la situación de monopolio del Estado; en dicho contexto, una mezcla de temor y fascinación caracteriza el proceso de mediatización. El advenimiento de lo audiovisual en la política ha estado por mucho tiempo sometido a rigurosos controles que le quitaban al discurso todos los recursos y figuras retóricas propias del lenguaje audiovisual. En el caso de los debates franceses, la organización recae sobre el Consejo Superior del Audiovisual (CSA), con la única indicación específica de la igualdad en la asignación de los tiempos. Si bien en un debate una de las reglas más importantes que se discute es la equidad temporal en el uso de la palabra, se ignora la importancia de la estructura del intercambio y la imagen como productora de contacto. En 1981, se somete a negociación estos dos elementos: se propone una igualdad de tiempos en cuanto a la imagen al neutralizar el plano de corte. Esto suponía que, cuando un candidato estuviera hablando, no se podía cortar la imagen proyectando la imagen del interlocutor o del árbitro. Al mismo tiempo, se solicita la presencia de periodistas en el debate (Verón, 2001).

Image

      Como se ha visto en párrafos anteriores, mucho se ha dicho sobre las consecuencias de negarse a participar en un debate electoral, sobre todo cuando este se ha institucionalizado. Un caso de negativa a participar, con sus propias peculiaridades, ocurrió en las elecciones de 2002, cuando el entonces presidente Jacques Chirac se negó a debatir con el candidato ultraderechista Jean-Marie Le Pen. No obstante, el rechazo a este debate se convirtió en un gesto político bajo el argumento de no aprobar «la banalización del odio y la intolerancia» y, como lo expresó el mismo Chirac en su anuncio, «asumiendo los costos políticos que ello suponía».

      Según García (2012b), en 2007 se encuentra una particularidad en los debates franceses. Se enfrentaron, como es costumbre, los candidatos Sarkozy y Royal con una audiencia de más de veinte millones de espectadores. Pero a su vez se produjo otro debate entre los candidatos Royal y Bayrou; este último había quedado en tercer lugar en la primera vuelta electoral. El candidato Bayrou había rechazado cualquier endoso de votos con alguno de los otros dos candidatos y se especulaba que tenía ofrecimientos de ocupar el cargo de primer ministro. A pesar de la protesta del candidato Sarkozy, el debate entre Royal y Bayrou aparecía como un mecanismo para que los votantes del candidato que había quedado en tercer lugar decidieran por sí mismos a quién le darían su voto.

      Otro aporte a los debates electorales, en general, es la variación del formato o estructura que permitió la incorporación del ciudadano en el debate electoral. Según Casado (2012), durante la precampaña electoral francesa de 2007, la cadena privada TF1 solicitó el diseño de un formato en el que no hubiera duda de manipulación o control sobre las preguntas. En respuesta, la productora A Prime Group diseñó un formato por el cual se convocaba a ciudadanos elegidos con criterios demoscópicos que podían preguntar libremente al político. Este formato se empleó en cuatro programas sucesivos como parte de la campaña preelectoral y ha sido llevado a los debates electorales en otros países, ya sea colocando a uno o dos candidatos en el set. La versión en español lo titula: Tengo una pregunta para usted.

      El caso reseñado anteriormente revela el aporte e intervención de los profesionales de la televisión, en especial, de las productoras, en la configuración y renovación de los formatos de los debates. En este aspecto, queda pendiente un estudio en profundidad del rol de las productoras audiovisuales en los debates electorales televisados.

       7. Debates electorales televisados en España

      Considerando que España no se rige por un sistema presidencial, este país, sin duda, resulta un caso peculiar que conviene estudiar. España no posee una gran tradición en materia de debates electorales presidenciales; en su haber cuenta con cinco debates en tres campañas electorales: 1993, 2008 y 2011. No obstante, y a pesar de la modesta experiencia, presenta una nutrida bibliografía al respecto. José Blanco, coordinador por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en la campaña de 2008, sostiene que los debates electorales deben ser concebidos como un derecho de los ciudadanos a recibir información para ayudarlos a decidir su voto. Señala que si en España los debates electorales no se encuentran plenamente institucionalizados, se debe en gran parte a que los protagonistas han comprobado que no existe sanción electoral si no participan en un debate; en todo caso, el riesgo de tener que enfrentarlo es mayor. Si bien la realización de un debate depende de la coincidencia de los candidatos y la armonización de los intereses partidarios y de las empresas de comunicación, para que los debates se institucionalicen es indispensable que la ciudadanía considere que es un derecho tener más información (Blanco, 2009).

      Una figura clave en la promoción de los debates electorales españoles es el periodista Manuel Campo Vidal, quien es más recordado por ser el moderador del primer debate en la historia española. No obstante, su aporte en la promoción y organización de los debates va mucho más allá. No es coincidencia que cuando el periodista ocupó el cargo de director general de Antena 3 de Televisión en 1993 se organizara el primer debate televisado en España; y cuando ejerció el cargo de presidente de la Academia de Ciencias y Artes de la Televisión en 2008, se retomaron los debates televisados. Su contribución en las negociaciones y como facilitador