En 1993, se enfrentaron los candidatos Felipe González y José María Aznar en dos debates: el 24 de mayo y el 31 de mayo. El primero se desarrolló en los estudios de Antena 3 y tuvo una sintonía de más de nueve millones de espectadores. Gallego (2009a) sostiene que la versión que ha sobrevivido al tiempo es la derrota de González por su excesiva confianza. Según señala la periodista, las negociaciones fueron extenuantes y en el último minuto se seguían discutiendo aspectos vinculados a la forma. En el anecdotario ha quedado la discusión en torno al color y la temperatura del set; según los negociadores de González el color favorecía al candidato Aznar, y se tuvo que llegar a un acuerdo sobre la temperatura, que podía influir en la conducta de los candidatos y en la imagen proyectada en televisión. Vidal (2009) cuenta que, para este primer debate, el candidato Aznar contó con la asesoría de expertos norteamericanos. Si bien él no ganó esas elecciones, se convirtió en el líder indiscutible de su partido, liderazgo que antes de las elecciones era considerado improvisado y con muchas dudas.
El segundo debate de esta primera serie se desarrolló en los estudios de Telecinco. Con la lección aprendida del primero, se trató de disponer todos los detalles en las negociaciones previas. No obstante, hasta el último minuto no se tenía claro si habría debate, dado que Aznar se sentía más seguro con los resultados del primer debate y no deseaba poner en riesgo el capital simbólico ganado. El canal de televisión tenía previsto cuatro programas posibles en caso de que se suspendiera el debate. El moderador en esta ocasión fue el periodista Luis Mariñas. Dicha emisión tuvo más de diez millones de espectadores (Gallego, 2009a).
Tuvieron que pasar quince años para que España gozara nuevamente de debates televisados. Sin embargo, las organizadoras del debate no fueron esta vez las emisoras, sino la Academia de las Ciencias y Artes de la Televisión, fundada apenas en 2006. El primer debate se desarrolló el 25 de febrero de 2008, con la moderación de Manuel Campo Vidal, y tuvo una audiencia de trece millones de espectadores (Pulido, 2009). El segundo debate se produjo el 3 de marzo y su audiencia superó los once millones y medio de espectadores. En esa ocasión, la periodista Olga Viza contó con el consenso de los candidatos para moderar el evento (Gallego, 2009b).
Sobre esta segunda serie de debates se han llevado a cabo estudios desde diferentes perspectivas que contribuyen a su institucionalización. Luengo (2011) señala que el formato de los debates estuvo sometido a reglas muy estrictas, como consecuencia de las duras negociaciones que los antecedieron (p. 86). En esa misma línea, un estudio comparativo sobre los debates en tres países (Estados Unidos, España y México) concluye que en los debates españoles predomina el ataque como estrategia discursiva; también señala la influencia del formato en esta situación. También se observó que el debate se enfoca más en la discusión de propuestas que en la imagen del candidato (Téllez et al., 2010).
Con un énfasis en lo audiovisual, el estudio titulado «Cara a cara electoral televisado» plantea que el medio televisivo es un mensaje en sí mismo en la dinámica de los debates electorales televisados. Ello supone para los candidatos el desafío de adaptar sus discursos al código mediático. En ese sentido, destaca la importancia de los planos cortos en la narrativa audiovisual, que permiten construir una relación de mayor proximidad con los candidatos (Quintas y Quintas, 2010).
En el plano del discurso proyectado por los candidatos, se encuentran los estudios de Fernández (2009), quien sostiene que el debate sigue una línea más irracional que racional, ya que se presenta como un centro de pelea, donde la argumentación e intercambio de ideas no es el fin último. La interacción entre los interlocutores emplea estrategias para no crear una apariencia de agresor inmediato, sino más bien un ambiente de cortesía negativa; aun así, es cierto que el debate sigue un proceso donde el desacuerdo lleva, inevitablemente, a una descortesía explícita y, muchas veces, la conversación termina en ataque (Fernández, 2009). En esa misma línea, Cantavella y Mejía (2010) resaltan la peculiar carga agresiva que diferencia un debate de otro dentro de la misma serie. Señalan una retórica más proyectada hacia el futuro que hacia el presente y la dificultad para discernir la veracidad de las palabras de los debatientes, en gran parte, por la velocidad del discurso y el uso de términos técnicos en la discusión. Discernimiento que es posible a posteriori a partir de la cobertura periodística del evento (Cantavella y Mejía, 2010). En el mismo campo, Bañón (2010) enfoca su estudio en el uso de las pausas dentro de los discursos proyectados por los candidatos. En ese sentido, concluye que el candidato Rajoy emplea las pausas para valorar negativamente a su contrincante, mientras que, en el caso de Zapatero, las pausas le sirven para destacar el interés por ideas generales (Bañón, 2010, pp. 34-35).
8. Debates electorales televisados en Brasil
El primer debate electoral televisado entre candidatos a la presidencia de Brasil se desarrolló en las elecciones de 1989. No obstante, como varios autores lo señalan, existieron experiencias previas de debates entre candidatos en jurisdicciones menores. En 1989, y por primera vez en 29 años, los brasileños acudirían a las urnas para el ejercicio del voto directo con la presentación de 23 candidaturas.
El sistema electoral prevé la posibilidad de dos vueltas (turnos) electorales y se acostumbra a organizar debates tanto en primera como en segunda vuelta. El primer debate electoral para la primera vuelta se llevó a cabo el 17 de junio de 1989 y fueron invitados once candidatos, de los cuales dos se abstuvieron de participar: Ulysses Guimarães y Fernando Collor de Mello. Los resultados de la primera vuelta pusieron en directa competencia a Luiz Inácio Lula da Silva, por el Partido de los Trabajadores, y a Fernando Collor de Mello, en representación del Partido de Reconstrucción Nacional.
En los debates, que están disponibles en internet, se observa que el formato del primero estaba organizado en tres grandes bloques: un primer bloque de presentación y respuesta a una pregunta planteada por la emisora organizadora del debate, un segundo y tercer bloque de preguntas y respuestas entre los candidatos, y un cuarto bloque final con preguntas por parte de los periodistas.
Como parte de la campaña de la segunda vuelta electoral, se desarrollaron dos debates electorales patrocinados por las cuatro emisoras más importantes de Brasil (Manchete, Bandeirantes, Globo y SBT). El primero tuvo lugar en los estudios de TV Manchete, en Río de Janeiro, y el segundo se llevó a cabo en la ciudad de São Paulo, en los estudios de TV Bandeirantes.
Leite (2003) señala que el inicio de los debates presidenciales es más recordado por el escándalo en la manipulación de las imágenes que por su realización. La controversia surgió en el último debate de la serie, que se produjo a pocos días de la jornada electoral. Al día siguiente de la emisión en vivo, los noticieros de TV Globo presentaron una edición del debate electoral que seleccionaba los momentos más importantes del evento, la cual fue muy cuestionada con el argumento de que se privilegiaba el desempeño de Collor de Mello y que, además, se le favorecía con la exposición de un minuto y medio más que al candidato Lula. El Partido de los Trabajadores interpuso una queja ante el Tribunal Electoral que fue desestimada. Asimismo, en la sede de Río de Janeiro de la emisora Globo, actores y artistas de la televisora protestaron contra la edición. De acuerdo con las memorias de TV Globo, los responsables del noticiero trataron el debate siguiendo los criterios de edición de un partido de fútbol, esto es, seleccionando los mejores momentos de cada tiempo. Admiten, a su vez, que la idea era que quedase claro que Collor de Mello había sido el ganador del debate. La televisora argumenta que las noticias posteriores al debate afirmaban que la performance de Lula no había sido la mejor. Como conclusión de tal episodio, la emisora reconoció que ello provocó un daño a su imagen, razón por la cual se adoptó como norma institucional no editar los debates políticos, además de afirmar que los debates, al ser una confrontación de ideas, no pueden ser tratados como partidos de fútbol (O’Globo, 2012, sección de Debate Collor X Lula). Cabe agregar que la situación era particularmente