—Señora —dije alzando un poco la voz y prescindiendo de llamarla por su nombre—. ¿Por qué me dice estas cosas? Jamás había oído hablar de ello… ¿Quiere asustarme quizás?
—No hija no, lo que quiero es prevenirte, ya que el período al que me refiero te coincidirá, más o menos, con el solsticio de verano y en concreto con la noche de San Juan, que es cuando estas fuerzas negativas tienen más poder y capacidad para penetrar en un organismo humano que esté gestando una nueva vida.
No daba crédito a lo que oía. Mi mente estaba procesando todo lo vivido, durante los últimos diez minutos, como algo difícil de asimilar y menos de asumir. Pero no estaba en condiciones de discutir nada con aquella mujer, tan misteriosa, que se había cruzado en mi camino. Decidí seguirle el juego para terminar pronto y seguir con mi paseo por aquella montaña. Eso sí, algo más alterada. Después de unos segundos de silencio le pregunté, con un tono de voz más calmada:
—Una pregunta Thelma, si lo que me dice es cierto, ¿cómo notaré que estas fuerzas pueden ser una amenaza para mí y para mi futuro hijo, bueno, hija, según usted? ¿Hay alguna forma de defenderme de ellas?
Durante unos segundos Thelma me miró a los ojos y sonriendo una vez más, me dijo:
—Ya sé que te suena a chino todo lo que te estoy diciendo y que ahora todo lo que te interesa es acabar con esta conversación y poder seguir tu camino. No obstante, voy a responder a lo que me preguntas y te recomiendo que prestes mucha atención, por si al final tienes que utilizarlo. En primer lugar, “sé” —haciendo énfasis en este sé— que estás trabajando en un tema que está relacionado con los aspectos más oscuros del ser humano y esto de una forma o de otra puede afectarte. En segundo lugar, sabrás que estas fuerzas te acechan a través de los sueños, en forma de pesadillas, que pueden ir en aumento a medida que te acerques a la noche mágica de San Juan. En tercer lugar, si notases que, efectivamente, tienes pesadillas extrañas, has de prepararte una protección especial con los siguientes elementos.
Toma nota o sino recuerda bien, por favor: En un recipiente grande con tres litros de agua añade 21 gotas de esencia o aceite de almendras y una cucharada de vinagre. Mezcla estos tres elementos y los remueves durante un buen rato, haciendo girar el líquido en sentido inverso a las agujas del reloj. Esta solución la pones en dos o tres botellas de cristal transparente y las dejas al sol, para que vayan energetizándose durante el día. Dos días antes del solsticio, por la noche, las pones a la intemperie, especialmente en la noche de San Juan. Si realmente eres objeto de ataques de estas fuerzas malignas y tú lo sabrás, como te he dicho, a través de pesadillas y sueños extraños y diferentes a los habituales, la misma noche de San Juan, a partir de las 12 de la noche, coges este líquido y mojas una esponja de baño totalmente nueva y primero te la pasas por todo el cuerpo, con lo que tu organismo absorberá su fuerza y contrarrestará cualquier influencia negativa. Acto seguido, con la misma esponja irás limpiando todos los marcos de las puertas de tu casa, empezando por la de tu dormitorio y acabando con la de la entrada a tu vivienda. De esta forma habrás expulsado, por así decirlo, toda la negatividad que pueda haber en tu casa. Si eres creyente, al terminar reza un padrenuestro o sino, simplemente, da las gracias a la Vida. Asimismo, mientras te sientas atacada, imagínate que estás dentro de una esfera reluciente y que todas las energías que te llegan, rebotan en la esfera y no te afectan.
No sabía qué pensar ya que en el fondo veía que aquella mujer me estaba ofreciendo algo a cambio de nada. En ningún momento me pidió dinero alguno ni que acudiese a ninguna “consulta”. Simplemente, cuando me vio, supo que estaba embarazada, a pesar de no tener ningún signo externo que lo indicase, me vaticinó que tendría una niña y así fue. No sé como lo hizo, pero sabía que estaba trabajando en una novela que trataba de brujas e inquisidores, cuando ni tan siquiera mi marido lo sabía. Y por último, me habló de una serie de cosas que yo hasta aquel momento ni creía en ellas y aún menos creía, que pudieran afectar mi estado.
Le di las gracias y le dije que, a pesar de que mi sistema de creencias no tenía ninguna relación con lo que ella me había contado, lo tendría en cuenta por si realmente, como decía ella, al acercarse el inicio del verano, empezara a tener pesadillas.
Me separé de ella y seguí mi camino zambulléndome en mis pensamientos y en lo que acababa de vivir en los últimos quince minutos. No habían pasado ni treinta segundos cuando decidí girarme para volver a fijarme en aquella mujer tan especial y saludarla con la mano, pero ya no la vi, había desaparecido. Como estaba cerca del recodo, pensé que había seguido su camino en dirección contraria y que estaba fuera de mi campo de visión. Retrocedí hasta ese recodo, desde donde se podía divisar todo el camino, de casi un kilómetro en línea recta, con la seguridad de verla. La sorpresa que me llevé es que tampoco estaba. Es como si se hubiera evaporado, con lo que se añadió, aún más misterio al encuentro mantenido con ella.
Cuando regresé a casa, no quise contarle nada a Francisco, mi marido, porque con toda seguridad me hubiese ridiculizado. No sabía por qué, pero estaba segura que aquel encuentro había sido importante para mí.
Fueron pasando los días y lentamente me fui olvidando de aquel encuentro y me fui centrando nuevamente en mi novela, al mismo tiempo que observaba como mi cuerpo y mi organismo, en general, iban sufriendo pequeños cambios propios del estado en que me encontraba.
A mitad de junio, el día 15 para ser exactos, el ginecólogo confirmó lo que me había dicho Thelma y pude observar por primera vez el cuerpecito de lo que sería mi hermosa hija. Aquella primera noche tuve un sueño raro, del que no me acordé cuando me desperté por la mañana, pero sí sabía que había sido más bien una pesadilla, ya que mi cuerpo, al despertarme, estaba alterado y muy cansado. No le di más importancia y pensé que quizás la copiosa cena de la noche anterior, en casa de unos primos de mi marido, había sido la causa.
Pasaron cuatro o cinco días más sin que mi sueño tuviese ninguna alteración digna de mención. Si no recuerdo mal, la noche del 20 de junio tuve una pesadilla atroz que me produjo un pánico terrible como el que tienen los niños pequeños. En el sueño estaba sola, estirada en la cama y tenía la seguridad de que debajo había “algo” amenazador, pero que no me atrevía a mirar. En un momento dado, giraba la cabeza para mirar qué era lo que había y una fuerza desconocida me arrastraba hacia abajo y por más que gritaba, nadie venía en mi auxilio. Me desperté sudando y entonces me encontré de nuevo al lado de mi marido, que seguía durmiendo plácidamente. Eran las tres de la madrugada, pero ya no pude volver a conciliar el sueño.
La noche siguiente, volví a tener el mismo sueño, pero justo cuando me ponía a gritar, en el momento en que una fuerza invisible me arrastraba debajo de la cama, vi como una serie de rostros, todos desconocidos para mí, me estaban mirando con malicia y un aire de perversidad, al mismo tiempo que sonreían de una forma maligna. Nuevamente, me desperté totalmente bañada en sudor sin que Francisco, que también seguía durmiendo tranquilamente, tuviese la más mínima noción de lo que yo estaba viviendo. Tampoco pude conciliar el sueño aquella noche y en mis pensamientos recordé lo que me había dicho aquella mujer un mes atrás. Al principio me dije que era una locura y que no podía perder el tiempo en aquellas tonterías y supersticiones, pero a medida que iba recordando todo lo que me había dicho, empecé a dudar y pensé que no me haría ningún daño si lo hacía. Lo máximo que podía pasar era que siguiese teniendo aquellas pesadillas.
El día 22, a primera hora de la mañana, mi marido tenía un vuelo internacional, si no recuerdo mal iba y volvía de Buenos Aires. Entre escalas, vuelos y revisiones no regresaría a casa hasta las cuatro de la madrugada del día 24, por lo que todo el día 22 y gran parte de la noche del 23 estaría sola en mi casa.
Desde el primer momento lo tuve claro. Cuando se fue Francisco y después de haber desayunado, cogí una olla grande y la llené con tres