La adquisición del sistema verbal español por aprendices alemanes y el papel del aspecto gramatical. Tim Diaubalick. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Tim Diaubalick
Издательство: Bookwire
Серия: Language Development
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9783823301363
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concierne solamente al léxico, el finito se soluciona en la gramática. La parte finita, a su vez, igualmente está compuesta por una carga léxica y otra gramatical.

      Klein (1992) resalta que en su teoría se ilustran relaciones abstractas y teóricas. Aunque son propiedades universales del lenguaje, las lenguas específicas pueden variar en cómo conectar una forma verbal concreta con estas relaciones abstractas (Klein 1992: 110). Las diferencias interlingüísticas que así resultan causan los problemas observados en hablantes de segundas lenguas (→5.1). En su argumentación, Klein (1992) se refiere sobre todo a las lenguas germánicas, y aduce ejemplos del inglés y del alemán.

      3.3 Definiciones del aspecto léxico: los modelos de Vendler y Verkuyl

      Puesto que el aspecto, al contrario que el tiempo, no se define en relación con el momento del habla, no representa una categoría deíctica (Comrie 1976: 5). Por esta razón, se trata de un fenómeno lingüístico que, consecuentemente, puede tener su realización tanto en la gramática como en el léxico. Mientras que el aspecto gramatical está sujeto a variaciones al comparar distintas lenguas, el aspecto léxico se corresponde con rasgos semánticos inherentes al predicado verbal, y por lo tanto es universal. Su determinación no depende de propiedades concretas de una lengua específica. Esto, sin embargo, no quiere decir que sea morfológicamente visible (Ruiz-Debbe 2005:2005).

      Es decir, aunque se trata de una categoría universal, su opacidad dificulta su determinación. Consecuentemente, también se crearon distintos modelos y acercamientos.1 Una clasificación pionera de los sintagmas verbales se efectuó por Vendler (1957) a cuyas clases verbales pueden asignarse todos los verbos sin que aparezcan en una oración concreta. Aunque creadas en un contexto de la filosofía y no de la lingüística2, sus categorías representan una de las primeras clasificaciones sistemáticas, y quizás la más conocida. En ella se definen las cuatro categorías estados, actividades, realizaciones y logros.3

      A través de un análisis de ejemplos concretos, contrasta varios verbos entre sí, argumentando que “the use of a verb may also suggest the particular way in which that verb presupposes and involves the notion of time” (Vendler 1957: 143). Así, por ejemplo, estados y logros se separan de actividades y realizaciones, de manera que verbos de las dos primeras categorías resultan incompatibles con el progresivo inglés. Actividades y realizaciones se diferencian en cuanto a las propiedades del inicio y del término de las acciones. Mientras que una realización conlleva un punto de término inherente que se define por la carga léxica, este es arbitrario en el caso de las actividades. Con esta distinción, Vendler (1957) diferencia predicados claramente definidos como to run a mile (‘correr una milla’) de predicados menos definidos como to run (‘correr’). En su argumentación, la proposición correspondiente de actividades es verdadera en cada subintervalo de su duración. En el caso de realizaciones, en cambio, la proposición depende de la totalidad de la duración, y es falsa en subintervalos propios.

      Finalmente, Vendler (1957: 146) separa los estados de logros por la noción de la puntualidad. Mientras que los estados son continuos, los logros ocurren solo en un momento temporal concreto. Comrie (1976: 41-51) demuestra que estas pruebas corresponden a la determinación de tres rasgos semánticos: la puntualidad frente a la duratividad, la telicidad frente a la atelicidad, y la estatividad frente a la dinamicidad. La telicidad ocupa un papel esencial en las teorías sobre el aspecto; concierne al punto de culminación de la acción. Mientras que este es arbitrario en el caso de predicados atélicos, los predicados télicos los determinan de manera definida. En este contexto, Salaberry (2008: 50-54) argumenta que la determinación de la telicidad no siempre resulta obvia, sino que tiene que averiguarse mediante distintas pruebas. Una prueba común, encontrada entre otros en Salaberry (1999), es la respuesta a la siguiente prueba de entrañamiento (“entailment test”, Salaberry 1999: 160):

       ¿Si detengo la acción V antes de su terminación, he hecho V igualmente?

      En el caso de que se conteste con sí, el predicado V es atélico. En caso contrario, es télico. Otras pruebas conciernen a la posibilidad de combinaciones con preposiciones como en y por (Klein 1992, Giorgi & Pianesi 2004).

      Teniendo en cuenta los tres rasgos, la clasificación vendleriana puede traducirse de la siguiente manera: estados carecen de dinamicidad, telicidad y puntualidad. Las actividades son dinámicas, pero carecen de los otros dos rasgos. Las realizaciones son dinámicas y télicas, y los logros se caracterizan por cumplir todos los tres rasgos a la vez (véase Montrul 2004: 94). Vendler (1957) ofrece listas largas de ejemplos para subrayar la validez de su clasificación. Admite, sin embargo, que la asignación de algunos verbos puede resultar difícil por la existencia de lecturas desviadas.

      En respuesta al modelo filosófico de Vendler, aplicando un punto de vista más lingüístico, Mourelatos (1981) quiere demostrar que las cuatro clases vendlerianas necesitan ser modificadas a través de una aplicación de conceptos lingüísticos más exactos. Por ejemplo, subraya la diferencia entre sustantivos contables e incontables que contribuyen de manera crucial a la diferenciación entre actividades y realizaciones.

      Mourelatos (1981) critica algunas partes de la argumentación de Vendler, como por ejemplo la prueba del progresivo inglés que no parece una prueba adecuada en cuanto a logros4 (Mourelatos 1981: 193). Asimismo, no se muestra convencido de que las realizaciones no sean divisibles en partes más pequeñas, argumentando que “he was running a mile” también es verdadero en cada momento de la acción, e incluso aunque esta no se lleva a un término (ilustrando la paradoja imperfectiva, véase abajo). De manera más técnica, Gennari (2003) propone la siguiente formulación de la observación:

      “A sentence Q(i) is stative iff it entails that Q is true at all instants within i. A sentence Q(i) is an accomplishment/achievement (or a telic event) iff it entails that Q is false at all subintervals of i (where i is the minimal interval at which the change of state takes place). Q(i) is an activity (or an atelic event) iff it entails that Q is true at all subintervals of i down to a certain limit of size.” (Gennari 2003: 48)

      El último suplemento “down to a certain limit of size” debe entenderse de tal manera que excluya intervalos más pequeños para evitar que los estados constituyan un subconjunto de las actividades. En referencia al futuro, por ejemplo, hay que constatar que, al enunciar un predicado télico marcado con el futuro, se implica un valor de verdad positivo en un punto de tiempo posterior al punto de habla. Según la definición de la telicidad, no puede obtener un valor positivo en otro momento, con lo cual la afirmación es falsa durante el punto de habla (cf. Gennari 2003: 49). Consiguientemente, su verdad ha de interpretarse en relación con un intervalo temporal ampliado. Lo mismo vale para afirmaciones en el pasado.

      Como último punto dentro de su crítica, cabe mencionar que Mourelatos (1981) aduce algunas oraciones que demuestran que no todos los verbos pueden clasificarse de manera unívoca en una de las clases sin considerar su función entera en la oración. Un ejemplo es ver (Mourelatos 1981: 200) cuyo significado, en un grado alto, depende del contexto. Por esta razón, Mourelatos (1981: 196) resalta que no debería hablarse de tipos de verbos sino de tipos de predicaciones. La afirmación de que, aparte de algunos usos desviados, todos los verbos pueden asignarse de manera inequívoca a una de las cuatro clases, por lo tanto, no concuerda con las realidades lingüísticas. Salaberry (1999) menciona que, en algunos casos, ni siquiera los expertos llegan a un acuerdo unánime en la determinación del contexto.

      En conclusión, la clasificación introducida por Vendler (1957) representa un punto de partida muy adecuada para la descripción del aspecto léxico. Sin embargo, su aplicación no se da de manera evidente en todos los casos, y requiere algunas modificaciones severas para poder explicar todas las implicaciones aspectuales existentes. A pesar de estas observaciones acertadas, en general puede seguirse a Martínez Baztán (1994) que destaca el factor facilitador de la clasificación a la hora de analizar datos empíricos de la adquisición:

      “Está clara su eficacia si pensamos que da respuesta al caos que normalmente aparece al analizar las producciones pasadoaspectuales de cualquier extranjero que no domine la lengua.”