82 Bacchiocchi, “Juan 5:17: Negación o explicación del sábado”, trabajo presentado en el Congreso Anual de la Sociedad de Literatura Bíblica, New Orleans, Louisiana, Noviembre 11, 1978.
83 Esta cita procede de Eusebio, Praeparatio evangelica, 13, 12.
84 Filón, De Opificio Mundi 89; De Vita Mosis 1, 207; De Specialibus Legibus 2, 59.
85 Filón, De Decalogo 97.
86 Filón, De Opificio Mundi 89.
87 Didascalia Siriaca 26, ed. Connolly, p. 233.
88 Atanasio, De sabbatis et circumcisione 4, PG 28, 138 BC.
89 Constitución de los santos apóstoles VII, 23, Ante-Nicene Fathers VII, 469.
90 Ibíd., VII, 36, p. 474; cf. II, 36.
91 Jean Daniélou, The Bible and Liturgy, 1966, p. 276.
92 Agustín, The City of God, XXII, 30, trad. Henry Bettenson, 1972, p. 1.090.
93 Para San Agustín, el hecho de que en el relato de la Creación del séptimo día no se hable de “tarde y mañana” significa que al descanso sabático se le ha dado una dimensión eterna, espiritual y escatológica.
94 San Agustín, Confesiones XIII, 35, 36. Ver Sermón 38, PL 270, 1.242; De Genesis ad litteram 4, 13, PL 34, 305. San Agustín presenta de un modo conciso lo que él llama las dimensiones “ya” y “todavía no” del descanso sabático, en su Comentario sobre los Salmos 91, 2: “El que tiene buena conciencia está tranquilo y esa paz es el sábado del corazón. Pues su esperanza reposa en aquel que promete, y aunque sufra en el tiempo presente contempla en esperanza a aquel que ha de venir, y entonces todas las nubes de aflicción serán dispersadas. Este gozo presente y la paz de nuestra esperanza son nuestro sábado” (PL. 27, 1172).
95 En su Epístola 55 ad Ianuarium 22, Agustín escribe: “Por lo tanto, el único de los Diez Mandamientos que hemos de observar espiritualmente es el del sábado, porque reconocemos que es simbólico y no está hecho para ser celebrado con nuestra inactividad física” (CSEL 34, 194). Nos preguntamos cómo es posible retener el simbolismo del sábado como descanso místico y escatológico en Dios, y al mismo tiempo negar la base que sustenta dicho símbolo, es decir, la experiencia del descanso sabático literal.
96 Eugipio (en torno a 500), por ejemplo, cita al pie de la letra el texto de Agustín, Adversus Faustum 16, 29 (Thesarus 66, PL 62, 685). Ver Beda (673-735), In Genesim 2, 3, CCL 118A, 35; Rabano Mauro (784-856), Commentaria in Genesim 1, 9, PL 107, 465; Pedro Lombardo (1100-1160), Sententiarum libri quatuor 3, 37, 2, PL 192, 831.
97 Crisóstomo, Homilia 10, 7; In Genesim, PG 53, 89. Ephraem Syrus (306-373) apela a la “ley” del sábado para exhortar a que “se garantice el descanso de los siervos y de los animales” (S. Ephraem Syri hymni et sermones, ed. T. J. Lamy, I, 1882, p. 542). Para tener una visión de conjunto de cómo se aplicó la ley del sábado a la observancia del domingo, ver L. L. McReavy, “Servile Work: The Evolution of the Present Sunday Law”, Clergy Review 9 (1935), pp. 273-276. Ver textos principales en Willy Rordorf, Sabbat et dimanche dans l’Eglise ancienne, 1972, Nos 140, 143. H. Huber describe el desarrollo hasta el final de la Edad Media (Geist und Buchstabe der Sonntagsruhe, 1958, pp. ll7s.).
98 Pedro Comestor, Historia scholastica: liber Genesis 10, PL 198, 1.065. Sobre el desarrollo del principio de “un día de cada siete”, ver discusión en Wilhelm Thomas, “Sabbatarianism”, Encyclopedia of the Lutheran Church, 1965, III, p. 2.090.
99 La distinción fue explícitamente hecha por Alberto Magno (1200-1280). Ver Wilhelm Thomas, p. 2.278.
100 Tomás de Aquino, Suma Teológica, Partes I-II, Pregunta 100, 3, 1947, p. 1.039. La distinción entre aspectos morales y ceremoniales del sábado aparece también claramente establecida en las partes I-II, pregunta 122, 4: “Hay un precepto moral en el punto que ordena al hombre consagrar parte de su tiempo a las cosas de Dios. Porque hay en el hombre una inclinación natural a dedicar tiempo para cada cosa necesaria [...]. Por lo tanto, de acuerdo con los dictados de la razón, el hombre aparta cierto tiempo para su refrigerio espiritual, en el cual la mente del hombre se revitaliza en Dios. Y así, tener que consagrar una parte del tiempo para dedicarse a las cosas de Dios es materia de precepto moral. Pero es precepto ceremonial en cuanto especifica el tiempo como un signo representativo de la creación del mundo. De modo que es un precepto ceremonial en su significado alegórico, como representación del descanso de Cristo en la tumba el séptimo día; pero en cuanto a su significado moral, como representación de la cesación de todo acto de pecado y del reposo de la mente en Dios, en ese sentido es un precepto general. Y es un precepto ceremonial en su sentido analógico, como anticipo del goce de Dios en el cielo” (p. 1.701).
101 Tomás de Aquino subdivide la ley mosaica en preceptos morales, ceremoniales y judiciales. Para él, los preceptos morales del Decálogo son también preceptos de la ley natural, es decir, preceptos que obligan a todo ser humano porque son accesibles a todo hombre por medio de su sola razón, sin necesidad de revelación especial. Ver Tomás de Aquino, Partes I-II, Pregunta 100, 1 y Pregunta 100, 3, pp. 1.037, 1.039.
102 Tomás de Aquino, Partes I-II, pregunta 100, 5, p. 1.042.
103 Ver nota anterior. Obsérvese también que Tomás de Aquino atribuye una función simbólica similar al domingo: “Al igual que el sábado, que es un signo recordatorio de la primera Creación, el Día del Señor, que ha tomado su lugar, es un memorial de la nueva Creación iniciada con la resurrección de Cristo” (Partes I-II, pregunta 103, 3, p. 1.085).
104 Tomás de Aquino, Partes I-II, pregunta 107, 3, p. 1.111.
105 Ver L. L. McReavy, p. 279. Hay un breve sumario sobre el desarrollo de las leyes del domingo y su casuística en Paul K. Jewett, The Lord’s Day, 1972, pp. 128-169. Un buen ejemplo de la adopción