Sabor peruano. Enrique Blanc Rojas. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Enrique Blanc Rojas
Издательство: Bookwire
Серия: La media vuelta
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9786075712987
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me puse unos ganchitos y así, bien fajada, llegué al colegio. No podía ni levantar los brazos de lo apretado que me quedaba”, recuerda. Era la primera vez que cantaba para un público. Al ver su talento, su colegio, La Inmaculada, empezó a enviarla a todas las presentaciones sociales en Chiclayo. Ella iba con ese mismo vestido e interpretaba el tema español “Herencia gitana” y el bolero “La historia de un amor”.

      A los siete años, comenzó a inscribirse en todos los concursos de talentos junto con un grupo de amigos. Incluso esperaba pacientemente a los pianistas que iban a la estación de Radio Chiclayo para poder ensayar. Ganó su primer concurso, y así pudo realizar su primera gira por las haciendas azucareras de Chiclayo y empezar a ganar su primer sueldo por sus presentaciones. Desde entonces se considera cantante profesional.

      Mi cantar es así

      Por ser el género musical de moda, los boleros la atraparon y su repertorio de temas empezó a crecer. Aprendió cuatrocientos temas a los siete años. “Mi mamá me hacía aprender un bolero por día. Estaba frente a la radio con un cuaderno y lapicero en mano. Ella, desde su trabajo, llamaba cada diez minutos para pedir la misma canción. Así yo podía escribir la letra que me había asignado. Por eso es que yo sabía tantos”, señala.

      Proviene de una familia muy humilde y lo único de valor que ellos tenían en casa era la radio:

      Cuando mi papá no estaba y no escuchaba sus discursos de Radio Habana Cuba y Nikita Jrushchov por onda corta, yo me ponía a escuchar la XEW [radio mexicana, ahora W Radio]. Imaginaba que María Victoria [cantante y actriz de la Época de Oro del cine mexicano] estaba dentro de esa radio —comenta entre risas—. Mis papás casi ni se enteraban de cómo iba haciendo mi carrera, porque ellos trabajaban casi todo el día y yo andaba solita. Tuve que ser muy lista desde niña. Como dicen en México, “vivilla desde chiquilla”, porque lidié con siete hermanos hombres. A veces, ellos me querían hacer sentir diferente, pero, con base en mucha picardía e inteligencia, me libré de todas esas actitudes. Les hice sentir que conmigo no contaban para sus discriminaciones.

      Asimismo, recuerda claramente que, con la jubilación de su padre, pudieron comprar una televisión para la casa. Ahí veían las películas de la época de oro del cine mexicano, cuya popularidad aumentaba. Don Carlos Zúñiga cobraba entrada a los amigos de Tania, que iban a su casa a ver las producciones donde actuaban Pedro Infante, Jorge Negrete, Miguel Aceves Mejía, entre otros. “En esa época, ¿qué iba a soñar que iba a acabar viviendo en México?”, menciona la peruana. No obstante, las rancheras ya eran parte de su repertorio.

      Su carrera profesional seguía en ascenso. A los nueve años grabó su primer sencillo, un disco de cuarenta y cinco revoluciones por minuto llamado “El lustrabotas”; y a los once, en sus visitas esporádicas a Lima, “La contamanina”. Esta última causó una gran impresión, lo que incrementó su popularidad también en la capital. Además de cantar en eventos, también fue co-conductora de un programa de televisión para niños en Chiclayo. Su padre se autonombró su manager.

      Soy la voz que se transforma en mujer

      A los dieciséis, Tania y su familia se mudan a Lima. Con la experiencia adquirida en la televisión chiclayana, ella pasa a convertirse en la conductora de uno de los programas más importantes de música peruana, llamado Danzas y canciones del Perú. Tras todo lo ya logrado, quería estudiar música y ser directora de orquesta.

      Pero su padre la obligó, y a su hermano también, a estudiar ingeniería pesquera. “Tenía que ir a la Universidad Técnica del Callao con ese hermano; si no, no iba. Él me tenía que cuidar. Estuve seis años ahí. No aprendí nada porque mi cabeza estaba en otra parte”, señala. A poco de terminar la carrera, la abandona y también se va de su casa. Ya no podía seguir lidiando con los celos, la violencia y cuidados excesivos de su padre. “Me fui de la casa para que me dejaran ejercer mis derechos. Estaba encerrada y muy cuidada. Tenía veintiún años, ya era adulta”, confiesa. Tras llegar a un acuerdo, logra la tan ansiada autonomía.

      Mientras tanto, ella seguía trabajando en el canto, perfeccionando su afinación sin ayuda de nadie y expandiendo sus saberes musicales. “Empiezo con toda la música latinoamericana, porque viene [al Perú] la influencia de Chile, Argentina, Uruguay y Cuba. Así abordo los géneros y termino fusionando todo”, dice. Asimismo, logra su propio programa de televisión llamado Tania presenta.

      Para ella, la música en América Latina es una sola.

      Nuestras grandes raíces son la indígena, la española y la negra. Todo el folclor que nace de nuestros países proviene de ahí. Hay mucha similitud entre un huapango mexicano, una zamba argentina y una marinera peruana. Por eso me atrevo a cantar casi todo el repertorio latinoamericano.

      A los veinticinco años, en 1977, Tania recibe una invitación para cantar en el país que la recibiría con los brazos abiertos: México. Así, pasa de conocer sus paisajes sólo en el cine, de pequeña, a verlos en la vida real. Tania Libertad llega a la capital mexicana para un festival de música y queda deslumbrada ante el ambiente de la Plaza Garibaldi y sus mariachis. Vuelve a Lima brevemente pero en 1978 regresa a México y se instala por unos meses en la casa de la actriz Carmen Salinas. Es así que Salinas la ayuda a conseguir trabajo en el Teatro Blanquita, uno de los más famosos del momento, también ubicado en Garibaldi. “Estaba en mi destino”, señala Tania.

      En esa época se casó con su novio, que vino desde Perú. Sus testigos fueron Salinas y la cantautora peruana Chabuca Granda. Tania no quería, pero decidió aceptar. Meses después, la pareja viajó a Europa “a buscar suerte”, como lo menciona en una entrevista. Regresan al Perú en 1979. “En el ochenta, rompo mi acta de matrimonio delante de él y compro un pasaje de avión. Le dije: ‘Me voy’. Ahí es donde decido venir a México, quedarme y no regresar”, cuenta. La popularidad y el éxito cosechados en Perú eran lo de menos. Había que construir todo de nuevo.

      Gracias a la vida

      Al migrar a México, Tania forja un camino artístico sola, de lo cual se siente orgullosa. “Contraté a mis propios músicos porque soy solista, nunca pertenecí a ningún grupo. Siempre fueron hombres los que estuvieron bajo mi mando”, dice entre risas. En este tercer y definitivo viaje a México, tiene la oportunidad de recorrer el país.

      Cortesía de la artista.

      No llegué aquí a meterme a través de la radio ni la televisión. Empecé con un proyecto cultural, con el cual tenía que ir a los últimos rincones de este país a dar conciertos en escuelas, cárceles, hospitales y casas de la cultura —señala. Tania, sea cual sea su escenario, responde con respeto—. Yo tomo la canción y me sale como lo dicta el alma, el corazón y el cuerpo. Mi forma de gesticular y de pararme en un escenario es muy particular.

      Pronto el amor entre el público mexicano y ella se volvió mutuo. “Para hacer crecer mi carrera tenía que buscar un país que fuera amable en todos los sentidos. En México encontré buenos amigos que se convirtieron en mi familia”, asevera. Es así que en una celebración en 1983, con su nueva familia, conoce a su ahora esposo, Luiz Felipe Gomes da Silva. Ellos se casan en 1986.

      Al año siguiente, la intérprete graba su primer disco en México, llamado Boleros (PolyGram), que fue todo un éxito. Ni el mismo Luis Miguel pudo hacerlo. “Me abre las puertas al público masivo y eso es lo que supe calibrar en su momento. Tuve que decir no a muchas cosas. Seguí por el camino que había decidido tomar. Dije ‘No, no me voy a convertir de la noche a la mañana en la artista de moda’. Nunca voy a pasar de moda porque nunca estuve de moda”, apunta.

      La disquera le pide grabar un segundo álbum, dedicado también a los boleros, titulado Nuevamente… boleros (Philips Records, 1986). Con ello, acumula cuatrocientas mil copias vendidas sólo en México. Asimismo, realiza Me voy pa’ la pachanga (Philips Records, 1986), un disco de música tropical grabado con la orquesta del mexicano Irving Lara, quien también produjo música de Celia Cruz y David Byrne, entre otros artistas.

      En 1986 da a luz a su primer y único hijo: Diego Gómez da Silva de Souza. La maternidad no fue