“La industrialización de Rusia había dado a luz nuevas clases sociales: los hombres que poseían y gestionaban las fábricas y los obreros que trabajaban en ellas. Creó nuevas formas de vida urbana y nuevas oportunidades para las mujeres. En última instancia, también dio lugar a las fuerzas sociales que harían volar en pedazos la sociedad rusa”174.
El patente aislamiento internacional de Rusia, que ha perdido en los años 1880 su tradicional alianza con Prusia por apoyar ésta a Austria en la disputa con San Petersburgo por la hegemonía en los Balcanes, así como la mala relación con Inglaterra por su penetración en Asia desde el Norte de la India, llevarán a la autocrática Rusia a la alianza de mutua defensa con la Francia de la IIIª República firmada en 1893. El adversario común las unía. Y el deseo de desquite por la derrota en la guerra francoprusiana seguía muy vivo en Francia.
Más se complica la situación en Rusia al fallecer en 1894 Alejandro III, capaz de tomar decisiones difíciles, mientras que su hijo y sucesor, Nicolás II (1894-1917), cortés y amable, era, no obstante, de muy mudables y vacilantes criterios en la conducción del gobierno. El justificado temor a los atentados terroristas aumentó su aislamiento. Los inacabables viajes con la familia (a Crimea, al mar...) no le facilitaban comprender la situación175.
Organización de la oposición política al régimen
Mientras tanto, crecía la oposición política. Los primeros en organizarse fueron los marxistas, pequeño grupo de intelectuales que hacia 1895 principian a divulgar con cautela en libros y revistas sus doctrinas, rápidamente difundidas entre intelectuales. Rechazan el terrorismo por considerarlo ineficaz para derribar el régimen; juzgan indispensable la previa concientización marxista de los trabajadores industriales. En 1898, el grupo es disuelto y desterrado a Siberia. Al término del exilio se juntan en 1903 en Londres, donde inicia su gran liderazgo Lenin (1870-1924). El objetivo primero de este grupo es hacer “una revolución burguesa”, convencidos de que mientras no se alcance este logro no podrá darse el paso a la implantación del socialismo176.
Era el objetivo primero prefijado por Marx en el Manifiesto comunista de 1848: sólo advendrá el comunismo cuando la burguesía liberal, a la que elogia como necesaria precursora, haya destruido la “sociedad feudal” (el orden social cristiano); luego –prosigue el Manifiesto– , “las armas de que se sirvió la burguesía para derribar el feudalismo se vuelven ahora contra ella”. Es conocido que Marx, al afirmar “ahora”, piensa ante todo en la industrializada Alemania, tierra de pujante burguesía, abonada para dar la primera el salto al comunismo; pues, “la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha producido también los hombres que manejarán estas armas: los obreros modernos, los proletarios”177.
Lenin (1870-1924) sostenía que el partido había ser sobre todo clandestino, de revolucionarios profesionales. Otros, liderados por Martov, discrepan: el partido ha de ser más amplio. Lenin gana la votación por muy escaso margen. Fue una escisión entre intelectuales: los mayoritarios o bolcheviques, y los minoritarios o mencheviques. Éstos sostenían que la revolución socialista había de venir espontánea, por obra de la previa revolución liberal burguesa que está trayendo el capitalismo a Rusia. Lenin disentía radicalmente: no hay que aguardar, se han de emplear todos los medios, legales o violentos, para provocarla. Mientras tanto, aún eran muy pocos los activistas obreros. Uno de los más relevantes activistas e intelectuales del grupo, y también de origen alto burgués, es León Trotski (1879-1949), alineado entonces con los mencheviques.
Otro grupo antizarista era el de los eseritas o social-revolucionarios (SR), constituidos en partido en 1901 y provenientes en su mayoría del fracasado intento en los años 1870 de organizar políticamente al campesinado ruso según la visión de Chernishevski. Se aproximan entonces a los marxistas para la proyectada revolución, pero sin arraigo campesino, con la mayoría de sus seguidores en las fábricas de las ciudades. Carentes de pensamiento definido, recurren entonces, además de a la agitación en las fábricas, al terrorismo con su Organización de Combate. Gran número de funcionarios del gobierno morirán en atentados.
Los últimos en organizarse políticamente fueron los liberales, Pertenecientes a las clases elevadas y medias (banqueros, fabricantes, periodistas...), toman a finales del XIX notable impulso por el desarrollo económico y la apertura a las ideas del Occidente de la época. Incluso el mismo Ministerio de Finanzas promueve sus asociaciones en las que se debaten cada vez más claramente las cuestiones políticas siguiendo un curso similar al de las burguesías de Occidente que, poseedoras del poder económico, pugnan también por acceder al poder político.
En este contexto, surge un grupo clandestino de activistas liberales, que se oponen al terror y los métodos revolucionarios. Pasan a la ilegalidad convencidos de que de otro modo no han de conseguir gran cosa. De contrabando introducen en Rusia publicaciones afines. En las principales capitales se forman grupos similares, aunque de tendencias bastante diversas, lo que les resta unidad de acción pese a ser el grupo político contrario a la autocracia zarista más numeroso.
A estas dificultades para el gobierno se sumaron: 1) el complejo problema de la diversidad de pueblos englobados en el imperio ruso: al Oeste, el polaco, nunca verdaderamente asimilado; y al Sur, distintas etnias (de georgianos, armenios, azeríes ...); 2) la derrota frente al Japón que sin previa declaración de guerra ha hundido en febrero de 1904 la mayor parte de la escuadra rusa en su base de Port Artur en el Extremo Oriente; 3) el asesinato en junio de 1904 de Plehve, jefe del gobierno, por un eserita.
Los esfuerzos gubernamentales por contener las oposiciones políticas surgidas en las capitales resultaban insuficientes ante la creciente audiencia que comienzan a prestar los obreros urbanos a las incitaciones de eseritas y marxistas (“socialdemócratas”). En esta situación, la policía política de Moscú crea un sindicato de trabajadores secretamente controlado por ella. Aparece como su sincero líder el pope Georgi Gapón, al que sigue una multitud entusiasta de trabajadores. Se produce entonces una huelga espontánea en las gigantescas fábricas de Moscú, y numerosos obreros acuden al palacio del zar a presentar sus quejas y pedir ayuda. Gapón, temeroso de perder el apoyo de los trabajadores, no se opone a la manifestación y decide encabezarla a la espera de que algo haga el zar. Pero cuando la multitud desarmada se acerca a las puertas del palacio de invierno (enero 1905), el gobierno pierde el temple y ordena disparar contra ella. Mueren más de cien personas, y muchas más fueron heridas.
El impacto fue tremendo. En pocos días, los obreros de todo el país convocan espontáneamente huelgas, desde Polonia hasta Siberia. Los partidos revolucionarios, de sólo unos pocos miles de activistas por todo el país hasta el momento, pasan a ser desbordados178.
La Revolución de 1905-1907. La Duma
La revolución que estalla a continuación fue de gran complejidad. Pronto a la enorme agitación de las ciudades se suma por primera vez la general de las aldeas. Por lo común, las clases medias liberales, aunque sólo pasivamente, apoyaban estos levantamientos.
Aún más se le complica al gobierno la situación por las sucesivas derrotas y numerosa pérdida de vidas en la reciente guerra rusoturca de 1878, y en la guerra rusojaponesa librada en el Extremo Oriente asiático al no estar dispuesto el Japón a que Manchurria, por donde discurre el último gran tramo del tren Transiberiano, sea ocupada por Rusia. En marzo de 1905 era derrotado en Mukden el ejército ruso. Aún intentó el gobierno ruso dar la vuelta a la guerra con el envío de la flota del Báltico que, después de recorrer un inmenso periplo bordeando toda África y el sur de Asia, fue hundida por la flota japonesa en mayo de 1905 en Tsusima179.
Mientras esto sucede, la agitación crece. Sólo en San Petersburgo, en 1905, se declara en huelga casi un millón de obreros. En las aldeas, por todo el país, se multiplican las ocupaciones de tierras y los asaltos a las casas de la nobleza. Zonas enteras quedan sin control sometidas al bandidaje.