Mayor trascendencia tendrán los Congresos promovidos por Valentín Almirall para presentar reclamaciones al gobierno central, que reúnen no sólo a pronacionalistas sino a un amplio abanico político de catalanes disgustados con el centralismo del régimen liberal. El primero de los congresos reúne en 1880 a 1200 delegados y designa una Comisión para la defensa del derecho civil catalán, amenazado por los proyectos unificadores del Gobierno; comisión, que no logra de momento resultado alguno, pero tendrá gran eficacia para difundir sus quejas.
El segundo Congreso, reunido en 1883, envía a Madrid una comisión que presenta al rey el Memorial de Agravios, inspirado por Almirall, y movido sobre todo por el temor a que el derecho peculiar de cada región sea suprimido por el centralismo de los gobiernos de la Restauración. Tal queja será durante largo tiempo estímulo para la consolidación del nacionalismo catalán.
Tras el primer catalanismo, –“de izquierdas”, liderado por el declarado republicano Almirall– aparecen varias personalidades más jóvenes, de acento también catalanista, pero “de derechas”, muy vinculadas hasta el momento a la monarquía alfonsina, y cuyo político más significado es el joven Enric Prat de la Riba, que en abril de 1901 funda la Lliga de Catalunya, que pronto prevalecerá sobre el partido de Almirall.
Prat se había dado a conocer por su defensa del derecho catalán. En 1888, al acudir a Barcelona la regente María Cristina a la Exposición Universal, clave para el desarrollo de la urbe, Prat y sus partidarios le presentan un escrito en catalán pidiéndole amplia autonomía para Cataluña. Prat será a continuación decisivo en la redacción de las Bases de Manresa “para la Constitución catalana” (1892), en las que se protesta también contra el abandono por parte del gobierno del proteccionismo económico que beneficiaba notablemente a la industria textil catalana. Acentúa entonces Prat su catalanismo y hace publicar un Compendi de la doctrina catalanista en 100.000 ejemplares, que son retirados por la policía. Las protestas contra él por toda España no se hacen esperar. “Así –concluye Ferrán Soldevila– la doctrina catalanista... desembocaba en el nacionalismo”194.
Prat, visionario y organizador, más que independentista era un soñador que proyectaba –como dice Comellas– “una gran Confederación Ibérica, que englobaría también a Portugal y Provenza, impulsada desde Barcelona por el genio catalán, pero que su papel histórico se limitó a sentar las bases del catalanismo” al fundar la Lliga.
Aunque Almirall había fracasado en su intento de fundar un gran partido nacionalista afín al federalismo de la Primera República, y abandona el nacionalismo al ser desplazado por el más conservador de la Lliga, él fue quien acuña unas cuantas ideas-fuerza (sobre todo, con su escrito Lo Catalanisme) que pasarán desde entonces al nacionalismo posterior, en las que se mezclan verdades sobre la personalidad histórica de Cataluña con un duro desamor a España.
El influjo del liberalismo en Cataluña, más del conservador y romántico que del jacobino o de “izquierdas”, se dio sobre todo entre sus altas burguesías y élites intelectuales, representadas en la Lliga de Catalunya, que promueve con gran energía Prat de la Riba presentándola a un tiempo como la gran novedad: lo “abierto” a Europa (el noucentisme), y a la vez lo arraigado en la tradición de Cataluña, en el campesinado de su interior.
Tal arraigo tradicional, pretendido por Prat, carecía de fundamento histórico, pues el campesinado catalán no era nacionalista, ni lo será hasta mucho más tarde (su mayor evolución hacia el nacionalismo será durante el franquismo, y más aún en los años siguientes), pero así convenia al ideólogo afirmarlo para asimilar también al mundo rural a su causa. En todo caso, el minoritario campesinado nacionalista surgido en aquella época nunca militará en la Lliga de Prat y luego de Cambó, sino en la Esquerra catalana, escindida de la Lliga por su pragmatismo y su retorno a la monarquía después del gran éxito del viaje de Alfonso XIII a Barcelona en 1904, y aún más en 1907 por el entendimiento de Cambó con Maura cuando éste accede al gobierno de la nación. El liderazgo de la Esquerra catalana será asumido en los años 20 por Maciá y Companys, que recogen el republicanismo federalista de Pi y Margall y, sobre todo, el movimiento protestatario de los rabassaires y parte del sindicalismo anarquista, de mucho mayor peso social en Cataluña que el sindicalismo socialista de la UGT195.
El problema “rabassaire” venía de antes por las disputas entre los propietarios de las vides catalanas y sus arrendatarios. Desde los años 1870 se cambia en España en bastantes tierras el cultivo de cereales por el más rentable de viñedos; especialmente en Cataluña, que tuvo una época de enorme auge, de grandes exportaciones de caldos sin competencia posible por la plaga de la filoxera, procedente de América, que en 1882 había atacado a las viñas francesas e italianas. Las disputas se agravarán cuando la plaga llegue a Cataluña diez años después.
Los dueños apelarán a que los contratos son por la vida de la vid, costumbre antigua que permitía que el acuerdo se prolongue al menos por dos o tres generaciones, pero que ahora crea un grave problema social. En parte se resolvió plantando nuevas vides, pero por su magnitud el problema resurgirá. Terminarán los rabasaires durante la Segunda República convirtiéndose en propietarios al tomar o comprar –“redimir”– las tierras que trabajan. Cuando la anarquista CNT trate en ese tiempo de colectivizar toda tierra en Cataluña, incluida la de los rabassaires, lo impedirá la Esquerra de Companys, el partido político más fuerte entonces en la región196.
Inicios del nacionalismo vasco
Guardan también relación con la crisis del 98. Y al igual que en Cataluña, el nacionalismo es algo del todo nuevo. La historia de lo que hoy se llama País Vasco ha estado unida desde muy antiguo a la de los demás pueblos que concurren en la unidad que consuman los Reyes Católicos. Y es conocido que vascos –hidalgos– en gran número fueron a continuación tomados al servicio de la corona por Austrias y Borbones, y que han sido de enorme relevancia en las grandes gestas de la nación, como los insignes marinos Elcano, Legazpi, Urdaneta, Oquendo, Blas de Lezo, Churruca...
Durante la Guerra de la Convención (1793-95), los intentos franceses de penetrar en España por Guipúzcoa (llegan a tomar San Sebastián) y por Cataluña, llamando a sus poblaciones a la independencia, fracasaron del todo en ambos casos. Comenta al respecto el historiador francés Richard Herr: “La encarcelación del clero y el saqueo de las iglesias por los franceses desmentían sus promesas de amistad y liberación... Fue también aquí el pueblo [como en Cataluña en la Guerra Gran] lo que salvó al país de la invasión en 1794”197.
A configurar el primer nacionalismo vasco concurre ante todo la singular personalidad de Sabino Arana (1865-1903). Su padre, solvente propietario de un astillero naval, antiguo liberal-conservador, pasará a apoyar la sublevación carlista de 1872 a 1876 (como entonces muchos neocatólicos ante la anarquía del sexenio 1868-74) por lo que tendrá que exiliarse al fin de la guerra en Francia durante un tiempo.
Momento decisivo de su vida –como referirá Sabino Arana– fue el de una especie de revelación que le hace ver claro (después de una conversación con su hermano Luis) que los vascos no son españoles, sino que han sido los anulados históricamente por ellos. Y precisa la fecha: el Domingo de Resurrección de 1892; domingo, que hasta el presente es celebrado anualmente por el nacionalismo vasco como el Aberri Eguna, o día de resurrección de la patria vasca.
Sabino fue educado en su juventud en un ambiente de familia y de estudios claramente religioso. Cursa el bachillerato entre 1877 y 1881 en el colegio internado de los jesuitas de Orduña (Vizcaya). De 1882 a 1888 permanece en Barcelona. Cursa derecho en su universidad, pero sin interés particular alguno, ni contacta con el naciente catalanismo. Lo considera poco nacionalista; no independentista. No obstante, lee Lo Catalanisme de Almirall y asumirá algunas de sus ideas.
El mismo año 1892 da a conocer su pensamiento en el opúsculo Bizkaya por su independencia, en el