Filosofía de la imagen: lenguaje, imagen y representación. Fernando Zamora Águila. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Fernando Zamora Águila
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9786073048330
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racionalidad, era para todos estos autores una facultad sumamente confiable y segura: al no poder saberse si los animales piensan o no, o cómo piensan, se recurría al lenguaje (considerado el modo en que se manifiesta la razón) como prueba concluyente de que los animales no piensan. Por lo tanto —y esto es lo que importa para tales estudios— el ser humano es racional. El lenguaje verbal probaba asimismo que los seres humanos pensamos con base en abstracciones y generalizaciones. Así, quien no hablara de esta manera no sería un humano racional, sino un enfermo (“loco”, “imbécil”, “afásico”), o bien un primitivo o un niño que aún no aprendía a pensar.

      Las ideas de Rousseau fueron heterodoxas, ya que la tendencia predominante en su tiempo (y en general durante la época moderna) consistió en señalar las bondades de la articulación, o sea, su importancia en términos de avance hacia la conformación de un lenguaje más racional, más útil, más intelectual y menos expresivo o pasional. Una lengua era considerada «superior» en la medida en que era menos emocional y expresiva, esto es, más intelectual y comunicativa. Tal es la concepción básica del pensamiento racionalista sobre el lenguaje.

      Humboldt, por ejemplo, vio en la articulación del sonido un recurso de gran importancia, resultante de la intención y la capacidad de significar algo pensado:

      Según estas afirmaciones, el lenguaje humano deja de ser un conjunto inconexo de sonidos en la medida en que se vuelve discurso ordenado; es entonces cuando deja de ser mera «algarabía animal» para convertirse en un instrumento de la razón.

      Aquí podemos empezar a preguntarnos: ¿Sólo el lenguaje ordenado, articulado, gramaticalmente correcto es signo de humanidad o de racionalidad? ¿La expresión poética, que a veces es ilógica, inarticulada e incluso caótica, no es también signo de humanidad? ¿En qué lugar queda el pensamiento que no recurre al lenguaje verbal, sino a las imágenes, los gestos, los gemidos, los movimientos corporales, los objetos, etc.? A lo largo de éste y los siguientes capítulos se responderá a tales preguntas.

      Saussure describió esa cualidad de nuestro lenguaje —la articulación— extrayendo también diversas conclusiones que rebasan los alcances de la lingüística. La lengua es el dominio de las articulaciones, o sea:

      a) cada término es un articulus que «fija una idea en un sonido y donde un sonido se hace signo de una idea»;

      b) es como una hoja de papel: una cara es el pensamiento y la otra el sonido: no se puede separar uno del otro;

      c) la combinación de los dos elementos (idea y sonido) «produce una forma, no una sustancia»: por ello, la palabra no es una unión mecánica de idea y sonido;

      Es decir, que la lengua consta de relaciones, y no de “elementos” mínimos que al articularse forman otros “elementos”, los cuales a su vez se articulan formando otros más complejos, etc. O en otros términos: la lengua es un sistema en donde cada elemento tiene un valor en relación con todos los demás, tanto en su forma como en su significado. Esto implica que el significado de un término no es únicamente el objeto al que se refiere, sino el conjunto de significados que tienen todos los términos afines a él. La lengua es un sistema de valores, no un catálogo de palabras con sus significados. Sin embargo, esto no quiere decir de ningún modo que la articulación pierda la gran importancia que tiene para Saussure: se trata de un paso necesario para que el pensamiento deje de ser amorfo y adquiera orden.

      La concepción del lenguaje de Spirkin, pese a haber surgido en el contexto de la filosofía soviética oficial, no está muy alejada del cartesianismo lingüístico ni de los planteamientos de Humboldt: en todos los casos se entiende que el lenguaje, al abandonar la inarticulación y al cambiar hacia la articulación y la discursividad, avanza hacia su perfeccionamiento como instrumento de la inteligencia; se dejan atrás etapas “inferiores” del lenguaje y de la inteligencia. Tal idea de que hay etapas inferiores y etapas superiores en el desarrollo del lenguaje será cuestionada a lo largo del presente trabajo.

      § 3. La palabra como marco de la realidad

      Se ha llamado “solipsismo” a esa especie de encierro que consiste en no querer o no poder ver nada más allá del propio mundo. Y cuando este mundo propio, inaccesible a los demás e independiente de ellos (como una especie de mónada leibniziana o una cárcel), es configurado por el lenguaje del individuo, lo que se da es un solipsismo lingüístico; o, de otro modo, un logocentrismo radical. Así es como lo podemos encontrar formulado por Wittgenstein en el Tractatus logico-philosophicus:

      5.6 Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo.

      5.62 Lo que el solipsismo quiere decir es totalmente cierto.

      El que el mundo es mi mundo, se muestra en que los límites del lenguaje (el lenguaje que sólo yo comprendo) significan los límites de mi mundo.

      Después de Wittgenstein, Urban hizo suya esta afirmación sobre los límites del mundo, intentando