Filosofía de la imagen: lenguaje, imagen y representación. Fernando Zamora Águila. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Fernando Zamora Águila
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9786073048330
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llamada «hipótesis Sapir-Whorf» el que hasta el momento no haya sido probada empíricamente y el que conduzca a la imposibilidad de la traducción. Además, se dice ahí que las lenguas determinan la concepción del mundo, pero al mismo tiempo se sostiene que la concepción del mundo determina la lengua. Sin embargo, Schaff no deja de reconocer que las tesis de Whorf plantean un punto muy importante: el papel activo del lenguaje en el conocimiento:

      Para las presentes indagaciones, la importancia del relativismo lingüístico y de la concepción del lenguaje como una facultad activa que determina nuestra concepción del mundo o nuestro modo de pensar, radica en que este tipo de cualidades del lenguaje pueden ser esgrimidas como argumentos a favor de la idea de que todo sistema de signos, aun la música y las imágenes, tienen un significado únicamente porque son traducidas o interpretadas gracias al lenguaje de la palabra. Mi postura es contraria a esta tesis, y en capítulos posteriores la desarrollaré. Por otro lado, debo señalar que, pese a las diferencias entre el solipsismo wittgensteiniano y la concepción de Humboldt-Whorf, sigue habiendo un punto en común entre todos ellos: el logocentrismo. A fin de cuentas, en las dos vertientes el lenguaje es el criterio último, el patrón último, el esqueleto de lo que se piensa, de lo que se ve, de las clases o categorías, de lo que se puede hacer o no hacer; y fuera del lenguaje, parece que no hay ni puede haber nada más para nosotros como seres culturales.

      (el lenguaje verbal como condición del conocimiento)

      § 7. Lenguaje, juicio y concepto

      Aparentemente, Kant no se ocupa del lenguaje en la Crítica de la razón pura, donde no se refiere de modo explícito a las palabras. Pero cuando aborda la formación de los conceptos y recurre a explicar el papel del juicio, se está refiriendo implícitamente al lenguaje. Para él, los conceptos no se basan en las afecciones de los sentidos, sino en funciones intelectuales, entendidas éstas como el ordenamiento de diversas representaciones en una común. Y es sólo por medio de estos conceptos como el entendimiento formula juicios:

      Es decir, como humanos no podemos tener conocimientos más que discursivos, o sea, mediante el lenguaje verbal. Ese conocimiento toma la forma de conceptos, los que a su vez son asimilados por el entendimiento bajo la forma de juicios. Ahora bien, si se afirma que «pensar es conocer por conceptos» se está cerrando un círculo: el conocimiento sólo puede estar basado en la intervención del discurso.

      Detrás de esta complicada trama expositiva hay una tesis: se piensa mediante el lenguaje articulado y sólo mediante éste. Desde luego, enunciada así la idea queda muy simplificada. Pero ésta parecería ser la conclusión a la que llega Kant después de una intrincada reflexión. Al explicar el papel de los conceptos puros del entendimiento (o categorías) como ordenadores de la multiplicidad de representaciones, destaca el papel de la síntesis, que es realizada por el entendimiento para dar un sentido a esos múltiples datos. Es así como se forman los conceptos: por una síntesis de la multiplicidad de representaciones sensibles. Mas tal síntesis por sí misma no crea los conceptos: ésa es labor del entendimiento, que así genera el conocimiento. Dicho de otra manera: la intuición proporciona la materia múltiple de la que se nutren los conceptos puros del entendimiento; éste sintetiza y organiza las diferentes representaciones y comprende su multiplicidad en un contenido. [Ibid: B 102-106]

      Más adelante vuelve Kant al papel del lenguaje en el conocimiento y en la formación de juicios y conceptos:

      Un juicio no es otra cosa que el modo de reducir conocimientos dados a la unidad objetiva de la apercepción. Para eso está la cópula “es”, en los juicios, para distinguir la unidad objetiva de representaciones dadas, de la subjetiva […] aun cuando el juicio sea empírico y por tanto contingente, como v.g.: los cuerpos son pesados. [...] Sólo así se transforma esa relación en juicio, es decir en una relación objetivamente valedera y se distingue suficientemente de la relación de esas mismas representaciones, en la cual hubiere sólo validez subjetiva, v.g. según leyes de la asociación. Según estas últimas podría yo decir solamente, cuando sostengo un cuerpo, que siento una presión del peso; y no podría decir: el cuerpo, él, es pesado... [Ibíd.: B 141-142]

      El lenguaje discursivo es considerado a fin de cuentas el único modo de pensar. Gracias a uno de sus elementos —el verbo “ser”— tiene la capacidad de ordenar, dar objetividad y unificar las impresiones desordenadas que provee la intuición.

      Con Kant se da una superación del empirismo estrecho que reducía todo a sensaciones y para el cual la “mente” es un recipiente pasivo en el que se guardan “reflejos” de las cosas que están afuera. Ahora el lenguaje no es un mero añadido posterior a la formación de los conceptos, sino que es la herramienta de la que se vale el entendimiento para formarlos. Sin embargo, pese a esta radical diferencia, tanto en el empirismo clásico como en Kant se encuentra la explicación del concepto (Locke lo llama idea) como una generalización (para Kant es la síntesis) que hace abstracción de rasgos particulares.

      Pretendo evidenciar esto: en la argumentación de Kant se implica que el lenguaje articulado tiene un valor trascendental. Si nos remitimos al propio filósofo, cuando dice: «Llamo trascendental a todo conocimiento que se ocupa no tanto de los objetos como del modo de conocerlos en cuanto este modo es posible a priori» [Ibíd., B 81], esto nos quedará un poco más claro. Es decir, la palabra organizada como discurso hace posible la formación conceptos, que a su vez permiten la estructuración de juicios centrados en la cópula «es». A la vez, el pensamiento es posible sólo como un conocimiento mediante conceptos. Todos los caminos llevan al lenguaje articulado o, mejor dicho, lo presuponen; por lo tanto, éste es una condición de posibilidad del conocimiento: tiene un valor trascendental.

      Cuando ubico al trascendentalismo lingüístico entre las variantes del logocentrismo soy consciente de los riesgos que corro. El principal es la simplificación de la filosofía trascendental, su reducción a una mera exaltación del lenguaje articulado como “requisito” del pensar o del conocer. Para afrontar este peligro, una estrategia es recurrir a ciertas elaboraciones filosóficas contemporáneas que examinan las implicaciones de lo dicho por Kant con respecto al papel del discurso en el conocimiento. En las reflexiones de Karl-Otto Apel se encuentra un conjunto de propuestas sumamente estimulantes, relativas a una hermenéutica trascendental, o transformación de la filosofía trascendental en una filosofía del lenguaje. Uno de los aspectos más interesantes de esta empresa es que Apel no duda en confrontar los resultados de la hermenéutica heideggeriana y gadameriana con los de la filosofía analítica (incluyendo al joven Wittgenstein), ni en conjuntarlos con los hallazgos del Wittgenstein maduro. Esta apertura le permite romper con la típica separación entre filosofía inglesa y filosofía “continental”, con muy buenos resultados.