Filosofía de la imagen: lenguaje, imagen y representación. Fernando Zamora Águila. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Fernando Zamora Águila
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9786073048330
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es una referencia fundamental en cuanto a la sistematización de los problemas filosóficos de la imagen, y al planteamiento de soluciones. Opté por no utilizarlo en mi investigación, a fin de mantener en claro las diferencias (no discrepancias) entre mi propuesta y la de este autor. Más allá de, por ejemplo, las diferencias en la manera de clasificar las imágenes, o de las coincidencias en lo referente a la legitimidad de un pensamiento en y con imágenes, hay tres cuestiones cruciales en que el presente libro se distingue de la obra de Wunenburger: a) la necesidad para mi propia investigación de iniciar con un examen del lenguaje verbal, b) el lugar central que se da en mis indagaciones al problema de la representación (así como a sus límites y la superación de éstos) y c) la «confrontación» reiterada que hago entre la palabra y la imagen.

      Primera Parte

      Palabras e imágenes:

      divergencias y convergencias

      Referirse a las palabras, escribir sobre la oralidad o hablar sobre la escritura son actividades paralelas que implican un doble juego: por un lado, convertir en objeto de reflexión (las palabras) el medio mismo en que se manifiesta la reflexión (las palabras); por otro lado, ignorar que nuestro propio vehículo expresivo es al mismo tiempo nuestro tema de reflexión. A veces nos es difícil tomar conciencia de este doble movimiento, sobre todo cuando creemos vivir exclusivamente en un mundo de palabras donde la palabra es “el” medio del pensamiento, o donde el mundo pensado está hecho de palabras. Esto nos lleva a creer que no podemos vivir fuera de ellas, pese a que, en muchas situaciones, habitamos territorios ajenos a su imperio.

      La pretensión de esta Primera Parte es reconocer algunas concepciones sobre la palabra y sobre la imagen que las llevan por caminos divergentes, y otras que las hacen transitar hacia territorios comunes. Se trata de la contraposición entre ellas o de su unión en un gran lenguaje que las abarca, incluyendo otros modos de expresión y comunicación (la música, la gestualidad, etc.). El avance hacia el tratamiento de los problemas específicos de la imagen y la representación será un poco lento, pues es imprescindible abordar antes tales cuestiones. Una filosofía de la imagen formulada verbalmente está obligada a sistematizar lo más posible sus relaciones con la filosofía del lenguaje (en sus vertientes ontológicas, epistemológicas y lingüísticas). Sólo después de esto podré enfrascarme en el estudio directo de la imagen (Segunda Parte), para abordar luego, ya con suficientes fundamentos, los alcances y los límites de la imagen y la palabra como representación, tema central de estas indagaciones (Tercera Parte).

      Capítulo 1

      Logocentrismo

      He aquí cómo pensaba el clásico con respecto al hombre y la palabra:

      el hombre es el único ser dotado de alma racional; esta alma racional se revela en todos sus actos, pero su expresión característica es la palabra.

      Pensar contra la “Lógica” no significa quebrar lanzas a favor de lo ilógico,

      sino solamente esto: repensar el logos. ¿Qué nos van ni nos vienen todos

      los prolijos sistemas de lógica si se sustraen a la tarea previa

      de preguntar por la esencia del logos?

      Hoy en día sigue siendo un lugar común afirmar que “se habla como se piensa”. Para que este tipo de ideas haya pasado a formar parte de las nociones corrientes ha debido transcurrir mucho tiempo sin que se cuestionara desde su raíz la vieja identificación entre lenguaje y pensamiento. Y con esta identificación, prestigiada y casi inamovible, han surgido otras, como vástagos igualmente vigorosos: “pensamos con la cabeza”, “las personas inteligentes saben pensar y por lo tanto hablar mejor que las no inteligentes”, “los seres racionales piensan y hablan; sabemos que los animales no piensan, puesto que no hablan”.

      Nuestros sistemas educativos están basados generalmente sobre estos postulados, en los que durante siglos se han apoyado a su vez los conceptos relativos al razonamiento, el orden expositivo, la sistematización de ideas, la argumentación coherente, la demostración y otros semejantes. Con base en ellos se ha determinado también qué es un mal razonamiento, un mal argumento, un texto mal escrito o una idea mal expuesta, es decir, aquellos que no se apegan a tales criterios del “bien pensar” y del “bien decir”.

      La consideración de que el logos es una facultad distintiva del humano frente al animal, y del humano racional frente al no racional se remonta por lo menos a Isócrates, quien comprendió el inmenso poder de la palabra como factor comunicativo entre los seres humanos:

      Difícilmente se encontraría una mejor formulación del racionalismo lingüístico, o sea, de la identificación entre discurso y razón. Éstos nos distinguen de los seres irracionales y son el cimiento de la ciudadanía y la convivencia social; de la capacidad de hacer leyes y respetarlas; del sentido de la justicia, así como del de lo bueno y lo malo; ambos son signos inequívocos de la inteligencia, y son el vehículo del conocimiento, tanto como de la reflexión. En suma: son cifra de lo humano.

      a) el «lenguaje» animal no es reflexivo (no puede referirse a sí mismo) [Schaff: loc. cit.];

      b) no denota: no nombra ni designa de modo alguno [Ibíd.];