Actualmente contamos con algunos trabajos que se acercaron al estudio de los indicadores de la resistencia civil de la población española.54 Haciendo un balance, podría señalarse que estos estudios concluyen que
durante los años de la posguerra, y a pesar de los «apoyos» institucionales y sociales de los que dispuso el Nuevo Estado, la mayoría de los españoles mostraron un acatamiento aparente del régimen como consecuencia de la completa desarticulación de la sociedad civil por la coerción social y el control estatal de los medios de información, extendiéndose la apatía política entre la población (...) relegada al ámbito de la vida privada (...) Sin embargo, dentro de este amplio sector de la sociedad caracterizado por su pasividad existía tanto un «apoyo difuso» a la dictadura, como una «disidencia» que se manifestaron puntualmente en los momentos de máxima tensión política y social en el país (...) Detrás de esa diferencia subyacía un creciente malestar motivado fundamentalmente por los problemas más inmediatos a los ciudadanos (...) (Sánchez Recio et al., 1995: 89).
Lo mismo ocurre en el rural gallego. Lo que emerge es lo que ha verbalizado I. Kershaw (1983: 154) en su análisis de las opiniones y actitudes de la población alemana hacia el Tercer Reich, y es la compatibilidad de la «no satisfacción» en aspectos económicos, sociales o de políticas concretas con una «aceptación» genérica del sistema. Como los sistemas de poder son múltiples, la resistencia a un nivel puede significar subordinación a otros. Por eso, debe identificarse la existencia de un abanico de estrategias específicas de resistencia en ámbitos locales y cotidianos, como bien han señalado L. Abu-Lughod (1990) y M. Richards (1999).
La amenaza popular hacia al sistema estuvo fuera de todo cuestionamiento, ya que la autoconservación individual o familiar fue lo primero, casi lo único en las fases iniciales del régimen. Pero el disenso fue una constante que se evidencia a través de muchas actuaciones que ponían en cuestión el discurso social dominante y las formas de control establecidas. Esta coexistencia proporciona una explicación a la pregunta de por qué actitudes de discrepancia no se convirtieron necesariamente en actividades de oposición, circunscribiéndose a la esfera de la resistencia civil. De la naturaleza de las formas de crítica y descontento recogidas durante el periodo de la posguerra en el rural gallego se extrae una característica en común: el disenso era fragmentario. El repudio y la no conformidad con algunas áreas de actividad del régimen convivieron con la aceptación y el consentimiento activo en otras.
El disenso popular fue transformado a veces en apatía, resignación, confusión y desespero, como atestiguan las fuentes, fue percibido por las autoridades franquistas, que actuaron para su desactivación. Las muestras de disconformidad no deben ser desmerecidas, primero porque incomodan o asustan a las autoridades; segundo porque las identidades personales pueden ser preservadas a través de actos de no conformidad en contra del «asalto» estatal por controlar la esfera privada; y, tercero, y sobre todo, por la evocación que hacen de una actuación que puede ampliarse, multiplicarse y radicalizarse.55
Valga como muestra la actuación de los vecinos de Toiriz, del municipio lucense de Pantón. Ellos decidieron invadir la zona repoblada con su ganado para inutilizar los trabajos de repoblación llevados a cabo por el personal del Patrimonio Forestal ante la decisión de repoblar incluso las 150 hectáreas que la comunidad había conseguido preservar de la repoblación (otras 201 hectáreas habían sido consorciadas forzosamente para reforestar). El informe del ingeniero jefe de Patrimonio en Lugo demuestra el alcance de dicho acto de resistencia:
... el 21 de diciembre de 1954 se produce la primera invasión en zona repoblada. A partir de esa fecha, con ostentosidad, pues llegaron a hacer fiestas, se repite la entrada de ganado en el monte con la excusa de una anterior licencia de pastoreo (...) sufriendo la guardería forestal toda clase de abusos por parte de los paisanos, hasta tuvo que retirarse para evitar el empleo de armas, (...) a partir del día 21, siguieron enviando toda clase de ganado al monte (...) arrancando ellos mismos los pinos salvados de la boca del ganado.
El grado de preocupación que se transmite es evidente, junto con el efecto de ratificación personal y colectiva de los vecinos de Toiriz (de ahí la «ostentosidad» y la realización de festejos que acompañaron a sus actuaciones). El ingeniero reconoce también la repercusión que en otros lugares próximos habría tendido la movilización «... en Reiriz y Chave [O Saviñao], se organizaron colectas entre los vecinos con el fin de oponerse a la repoblación, aprovechándose de los rumores circulados como consecuencia de los incidentes ocurridos en el cercano monte de Ferroedo de Pantón, estando pendientes de su resolución los lugares de toda la comarca» (Molina, 1999).
Son muchas y muy variadas las muestras de resistencia civil, pues todas aquellas acciones y actitudes que muestren ausencia de colaboración y consentimiento para con las disposiciones del poder remiten a este concepto al ser acciones y actitudes que revelaban la incapacidad de los proyectos del franquismo para imbuir de sus principios a la población rural: la realización de motines, el rechazo de suscripciones, la difusión de rumores, la fidelidad a las ideas republicanas o democráticas, etc. Incluidos en él fenómenos antisociales como el robo de poca monta, la apatía, la indisciplina y la negativa a trabajar, etc. Algunas de ellas, y otras más, son las que Ramón García Piñeiro, siguiendo a Scott, define como «protestas populares de baja intensidad» (García Piñeiro, 2001: 351). Para F. Sevillano se trata de «no más que formas de supervivencia, mientras que otras fueron manifestaciones pasivas de malestar social, que no expresiones activas de resistencia, mostrando los límites del disentimiento político» (Sevillano, 2003: 165), con lo que las remite a un plano prepolítico con el que no concordamos, como hemos señalado.
Por la variedad de muestras que conforman la resistencia civil es necesario ordenar y catalogar los casos recogidos, con la finalidad de conseguir una mejor comprensión del caso gallego en concreto y, así mismo, posibilitar una comparación con otras realidades españolas y europeas. A eso dedicaremos el siguiente capítulo.
1 Los intentos más logrados de estudios globales en J. de Juana y X. Prada (2006) y A. Míguez (2009). Sobre la represión a nivel provincial y en diferentes zonas de Galicia o a nivel sectorial, véanse M. X. Souto (1987); E. Grandío (2001); X. Prada (2004); A. Rodríguez Gallardo (2006); D. Lanero (2006) y D. Pereira (2011). El proyecto interuniversitario «Os nomes e as voces», dirigido por el catedrático de la USC Lourenzo Fernández Prieto, cuenta con la base de datos más completa y actualizada sobre los nombres, cifras y lugares de represión en Galicia (nomesevoces.net). Según el «Informe de Resultados: víctimas de Galicia (1936-1939)» (www.nomesevoces.net/gl/informes), se han documentado un total de 12.253 represaliados, ya mediante procesamientos judiciales, ya vía asesinatos. Un total de 9.020 personas fueron sometidas a procesos militares y el cómputo de penas de muerte ejecutadas y muestres extrajudiciales arroja la cifra de 4.699 víctimas. El 80% de estas víctimas mortales tenían entre 19 y 45 años.
2 Numerosos autores se han acercado a aspectos de conflictividad laboral para advertir la resistencia política en el periodo tardo-franquista. Por lo tanto, en el ámbito urbano y obrero se permite una relación clara entre conflictividad, con medidas puntuales y próximas, y una ulterior concienciación contra el sistema político que en el mundo rural parece no ser lícito realizar. Sobre la conflictividad laboral existe una extensa bibliografía que abarca la prácti-ca totalidad de la geografía española, véanse C. Molinero y P. Ysás (1998b); T. M. Ortega López (2003); R. Reig (1999); X. Doménech Sampere (2002); R. García Piñeiro (1990); J. Gómez Alén (1995).
3 Así,