4 Para la Europa oriental, véase A. Braun (1989).
5 Un recorrido histórico por las formas de resistencia del agro gallego, en H. Hervés Sayar et al. (1997) y en X. Jardón Pedras et al. (1997).
6 Una visión de conjunto del movimiento agrarista en Galicia, en M. Cabo (1999) e I. Román (1999), y en A. Bernárdez (2005).
7 En la teoría de la práctica de Pierre Bourdieu, el concepto habitus designa un sistema de disposiciones duraderas y generativas que, al integrar las experiencias del pasado, funciona en todo momento como una matriz de percepciones, apreciaciones y acciones adquiridas de manera inconsciente en las experiencias de sociabilidad. P. Cornnerton, por su parte, habla de «memorias-hábito», subrayando que la memoria, o la tradición, es transmitida de maneras no textuales y no cognitivas. P. Bourdieu (1988) y P. Connerton (1989).
8 Esta es la manera empleada por los campesinos portugueses de Couço, como indica Paula Godinho, para reactualizar su memoria de resistencia. Usan la oralidad, la conversación y los encuentros, ya organizados, ya fortuitos. P. Godinho (2001).
9 Las formas de protesta del agro gallego son las mismas que las detectadas en la Ale- mania rural a raíz de la implantación de la política agraria nazi o en el Portugal salazarista. I. Kershaw (1983); J. Stephenson (1997); I. Fonseca, D. Freire y P. Godinho (en prensa).
10 La Sociología ha reconocido el papel de las conciencias colectivas como estructuras simbólicas encargadas de atribuir sentido a la realidad y definir y orientar comportamientos, igual que las nuevas vías de la Historia Social, entre ellas la Historia de la Vida Cotidiana Alemana, dan cuenta de que los «ciudadanos corrientes», cuando entran en la escena de los acontecimientos, lo hacen de acuerdo con y a partir de su propia esfera de significados. A. Lüdtke (1994).
11 Sobre el concepto de «valoraciones fuertes», véase C. Taylor (1994). En palabras de Habermas, «nuestra voluntad está fácticamente determinada por deseos y valores; determinaciones ulteriores solo se realizan en atención a las opciones en la elección de los medios o bien en la fijación de los fines» (1991: 36).
12 Como ejemplifica J. Ugarte perfectamente para las realidades vasca y navarra (1998).
13 Sobre visiones estereotipadas y el debate teórico alrededor del concepto de «comunidad rural», véase G. Giménez (1990), y sobre el mito de la decadencia de las comunidades rurales, R. Domínguez Martín (1998).
14 Más que probada es la influencia de la ciudad en el rural y la permeabilidad de las comunidades rurales gallegas, gracias a trabajos como el de L. Fernández Prieto (1996). El estudio de Luisa Passerini sobre los operarios turineses evidencia las características de la cultura de resistencia propia de otro tipo de comunidad, la obrera. L. Passerini (1984).
15 Esa visión idealizada es la que difundieron estudiosos como Robert Redfield (1989), que destacaba la homogeneidad, la autosuficiencia y la armonía de las relaciones intracomu-nitarias. Una crítica a esta visión, en X. L. Balboa (1996).
16 Las comunidades rurales cuentan con sus propios mecanismos de corrección de desigualdades y de cohesión social, explicables en razón de lo que Scott denomina «ética campesina de la subsistencia». Esta noción, contrapuesta a la ética del trabajo y del beneficio propio de las sociedades industriales, delimita lo que es específicamente característico del comportamiento económico campesino (aquello que Scott designa como «principio de seguridad-primero»). Tal principio se manifiesta a través de dos mecanismos ideológicos: la in-sistencia en la reciprocidad y el derecho a la subsistencia del campesino (Scott, 1976: 13-35).
17 Este lucense, de profesión notario, fue falangista de primera hora y al comenzar la Guerra Civil formó parte de la sección de prensa extranjera de la Delegación de Prensa y Propaganda. Posteriormente será redactor jefe de Radio Nacional de España.
18 El Progreso, 18 de julio de 1943.
19 Documentos Inéditos para la Historia del Generalísimo Franco. Tomo III, informe de DGS, del 7 de abril de 1942.
20 Archivo General de la Administración (en adelante, AGA). Presidencia. Informes de la JPF de Lugo. Parte de abril de 1946. Caja 51/20674.
21 Tal fue el caso de D., que fue vocal de la Hermandad de Ribadeo «toda a vida», al mismo tiempo que dio cobijo en su casa a un fuxido más de tres años, o de excombatientes laureados del ejército sublevado que fueron protagonistas de la lucha contra las repoblaciones forestales de sus montes vecinales. Entrevista a J.A.D.L. (Cubelas, Ribadeo).
22 AGA. Presidencia. Parte mensual de la Secretaría General de Movimiento (en adelante, SGM) de julio de 1940. Lugo. Caja 51/20533.
23 Documentos inéditos para la Historia del Generalísimo Franco. Tomo III. Pontevedra. Informe de la Dirrección General de Seguridad (en adelante, DGS), 7 de abril de 1942.
24 Documentos inéditos para la Historia del Generalísimo Franco. Tomo III. Coruña. Informe de la SGM, 4 de enero de 1942. Esta sensación estaba también muy presente en el caso de la ciudad de Vigo, tanto porque igualmente había una colonia inglesa importante afincada allí, como porque sabían de la existencia de lazos económicos de algunos grupos de comerciantes de la ciudad olívica con Inglaterra. AGA. Presidencia. Parte mensual de la SGM, de diciembre de 1941. Pontevedra. Caja 51/20560. Que los grupos burgueses de las ciudades se mostraran aliadófilos no es extraño. Como demuestra Óscar J. Rodríguez (2007) para el caso de la oligarquía almeriense, esta afinidad no era incompatible con la adhesión al franquismo, sino que sencillamente denotaba los fuertes intereses que había para que se normalizaran las relaciones con Inglaterra.
25 AGA. Presidencia. Parte mensual de la SGM de diciembre de 1942. Lugo. Caja 51/20593; Parte mensual de la SGM de diciembre de 1941. Pontevedra. Caja 51/20560.
26 AGA. Presidencia. Parte mensual de la SGM de julio de 1942. Lugo. Caja 51/20593.