Días después los dos líderes tuvieron una nueva reunión.
Lagos ya se estaba preparando para asumir la cartera de Educación. “Nombrar a un ministro es igual que nombrar a un Papa: el Papa sale hablando diez idiomas altiro, y los ministros ya salen hablando con la propiedad de como si hubiesen estado diez años en la cartera”, reflexiona.
Tomaban té en la casa de Aylwin cuando este le preguntó a Lagos:
–Usted, en mi caso, ¿qué sería lo primero que haría?
–¿Sabe lo primero que haría? Le pido la renuncia a Pinochet –respondió Lagos.
–“¡¿Cómo?!” –le dijo, sorprendido.
–Le pido la renuncia a Pinochet.
–¿Por qué? –preguntó Aylwin.
–Porque ese es el momento de mayor poder de usted. Cada día que pasa después es un día menos de gobierno. De entrada, pegue el zarpazo altiro.
–Pero me va a decir que no –replicó Aylwin .
–Bueno, entonces usted pida reforma constitucional altiro.
–Mire –le dijo a Lagos–. Yo voy a comenzar por invitar a La Moneda a tomar té a los dos representantes del Poder Judicial. Me los voy a ir ganando.
Aylwin le explicó a Lagos cómo pensaba hacerlo. “Le retruqué que no”, recuerda Lagos, “y él me insistió en sus puntos de vista”. El futuro ministro advirtió que no valía la pena seguir la discusión.
Lagos le dijo:
–Presidente, dejemos la discusión aquí.
–Pero, ¿cómo? Si está entretenida la discusión…
–Es que usted no ha dado el argumento más importante –respondió Lagos.
–¿Cuál es?
Lagos entonces imitó el tono de Aylwin para responder lo que este le preguntaba:
–Mire Ricardo, yo con mis modos llegué a Presidente de la República, con el suyo, usted a ministro no más.
“Ahí quedó la discusión”, sentencia Lagos.
Uno de los cargos que decidió tempranamente Aylwin, incluso antes de su elección como presidente, fue el de jefe del equipo económico, Alejandro Foxley.
Ocurrió durante una gira por Europa en septiembre de 1989 que encabezó el entonces candidato presidencial de la Concertación por la Democracia, y en la que participaron también Foxley y Carlos Ominami, como organizadores de la parte económica del programa de gobierno.
Era la primera salida de Aylwin a Europa como virtual próximo presidente de Chile. Después del triunfo en el plebiscito sobre el dictador, en el Viejo Continente ningún gobernante dudaba de su triunfo.
Aylwin quería asegurar apoyo, asistencia técnica y cooperación para el gobierno democrático que probablemente presidiría a partir de marzo de 1990.
A pesar de ser uno de los economistas con mejor reputación entre los opositores, Foxley conocía poco a Aylwin . Siendo presidente de la Corporación de Investigaciones Económicas para Latinoamérica (Cieplan) había reunido un equipo de excelencia, en su gran mayoría democratacristianos.
Los “cieplanes”, como los llamaban, eran conocidos por estar entre los economistas más críticos de las transformaciones neoliberales emprendidas por la dictadura. Se basaban en fundamentos técnicos y no solo en la pasión. Creían en el mercado, pero con regulaciones, estaban en desacuerdo con el desmantelamiento del Estado y reprochaban la falta de diálogo social. Dos de ellos, René Cortázar y Jorge Marshall, descubrieron una manipulación o error del Índice de Precios al Consumidor (IPC) del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), que subestimó la inflación en los primeros años después del golpe, lo que perjudicaba a los consumidores y trabajadores6.
Foxley era considerado bastante más cercano al principal contendor de Aylwin en las elecciones primarias de la DC, Gabriel Valdés, excanciller del presidente Eduardo Frei Montalva, del llamado sector “chascón”, situado más en la izquierda de este partido.
“Para mi sorpresa, me pidió que lo acompañara”, cuenta Foxley.
Valdés y Foxley tenían un muy buen amigo en común, Edgardo Boeninger, exrector de la Universidad de Chile. “Con él jugábamos de memoria”, rememora Foxley. En temas políticos, Boeninger era el consejero al que más escuchaba Aylwin, y él consideraba esencial que Foxley y Ominami acompañaran al candidato presidencial en la gira.
Foxley aceptó la invitación de Aylwin. Junto con Ominami recorrieron Europa acompañando al candidato. Los recibían los mandatarios y primeros ministros con ceremonias y honores como si ya gobernara la Concertación. En Francia, lo hizo el presidente François Mitterrand, quien en 1970 vibró con el triunfo de Salvador Allende, porque mostraba un camino democrático amplio para la izquierda, incluidos los comunistas, que también lo llevó a él al gobierno de su país entre 1981 y 1995. Siendo secretario general del PS francés, a los 55 años, Mitterrand visitó a Allende en La Moneda en 1971. En una reunión le preguntó a Allende si se podía lograr el socialismo cambiando las estructuras económicas y preservando la democracia7.
Mitterrand sabía que Aylwin había sido un tenaz opositor de Allende. Cuando visitó al presidente Mitterrand, Aylwin le explicó gráficamente que quienes en el pasado habían sido adversarios entre sí, socialistas y democratacristianos, eran ahora “una coalición: ganamos el plebiscito, somos una coalición entre centro e izquierda. Aquí está la izquierda”, dijo y mostró a Ominami, “y aquí está la Democracia Cristiana”, e indicó a Foxley y a él mismo.
En cada país, Aylwin explicaba qué quería hacer, y Foxley y Ominami planteaban las cifras de las necesidades económicas y la cooperación que la naciente democracia requeriría.
Ominami y Foxley estaban entre los cuadros técnicos y políticos más conocidos de la Concertación. El primero, socialista renovado, tienda a la que se incorporó en el exilio, al emigrar desde el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), en el que militó siendo adolescente; y el segundo, democratacristiano desde joven, sin experiencia en el gobierno, pero sí con una amplia trayectoria de trabajo académico con la izquierda socialdemócrata.
–Todo fue muy formal –recuerda Foxley– hasta que llegó el momento de partir de regreso desde Madrid. Yo me iba a quedar unos días en España y me iba a juntar con mi señora para descansar un poco y fuimos a dejar a Aylwin al aeropuerto Barajas. Cuando yo me despedí de él, me dijo: “Bueno, hasta luego ministro”.
“Era una forma muy parca, muy aylwinista, de decir las cosas. Esa fue la primera señal. Después las cosas se dieron”, cuenta Foxley.
Ominami recuerda que su designación fue por “la vía de los hechos” en este periodo. Sin que hubiese un nombramiento formal, todos entendían que él iba a ser ministro. Pero “igual Aylwin hizo el rito”, recuerda. Antes de anunciar el gabinete ministerial, el presidente electo lo llamó por teléfono para que se reunieran.
–¿Usted sabe a qué viene? –le preguntó Aylwin.
–Más o menos –respondió Ominami.
“Era obvio, estaba cantado”, agrega.
La gira constituyó también una temprana señal para los empresarios y agentes económicos: las cabezas del equipo económico de la Concertación serían Foxley y Ominami, y las relaciones con Europa mejorarían con el retorno de la democracia.
–Lo esencial de la gira –recuerda Ominami–, era mostrarle a Chile que nosotros éramos capaces de gobernar este país y que el mundo iba a estar con nosotros. Eso se hizo ampliamente. A Aylwin lo recibieron, literalmente, como el futuro presidente de Chile. Fuimos a Alemania, Italia y Francia, y en los tres países fue recibido como Presidente de la República. Eso tuvo mucha repercusión internamente, porque era la