Como a todos los chilenos, inclusive a quienes salieron a protestar, el estallido social de octubre de 2019 nos sorprendió a los autores y forzó a atrasar este libro, que debió estar publicado en el primer trimestre de 2020. Advertimos en las multitudes que llenaron plazas y avenidas de todo el país una convicción y determinación a cambiar la arquitectura institucional y las reglas del juego heredadas hace 30 años, como la que tenían quienes se movilizaron para el plebiscito de 1988. La pandemia, con su secuela trágica de decenas de miles de víctimas en el país y más de 1,4 millones de contagiados –al escribir estas líneas– puso en un compás de espera los capítulos. El plebiscito del 25 de octubre de 2020, con el aplastante casi 80% que se pronunció por cambiar la Constitución de 1980 mediante una asamblea constituyente íntegramente electa por votación popular y el triunfo de las voces por los cambios en la elección de constituyentes en mayo de 2021 ratificaron que la postergación fue correcta.
Tras lo sucedido, era necesario revisar lo escrito, tanto por rigor intelectual, como porque millones de personas habían puesto en jaque los avances logrados en las tres décadas de democracia que cumplió el país desde el fin de la dictadura. No solo había cambiado la voluntad popular: la medida de lo posible se había desplazado, y junto con ella, también la reflexión de nuestros entrevistados.
Con esos cambios culminamos el libro en junio de 2021. Finalmente, el texto quedó estructurado en seis capítulos y un post scriptum. En el primer apartado abordamos los resultados de la elección presidencial y parlamentaria de diciembre de 1989 y cómo esta influyó en la organización del gobierno de Patricio Aylwin, mientras la dictadura preparaba la entrega del Ejecutivo y tomaba medidas para su repliegue. El segundo, examina los primeros días del gobierno democrático, la épica que inicialmente lo rodea y el paso a una retaguardia fortificada del régimen saliente. El tercer capítulo retrocede al relato de la épica del plebiscito de 1988, diseñado para que fuese de mera continuidad y ratificación de la dictadura, y que la movilización de los chilenos con la victoria del No lo transforma en el comienzo de la transición a la democracia. A continuación, se describe la negociación de las reformas a la Constitución de 1980, concretadas en el olvidado plebiscito de 1989, que forjó el marco institucional que las movilizaciones desbordaron 30 años después. El quinto capítulo relata la primera campaña presidencial que los chilenos tenían desde 1970, y en que el centro y la izquierda se presentaron unidos para asegurar que el dictador dejara el poder Ejecutivo. En el sexto apartado, se presentan episodios de la transición en la cultura y la prensa, que marcaron los colores del amanecer, sin un destape todavía. El Post scriptum fue escrito después del plebiscito de 2020: quisimos en esas páginas reflejar cómo se habían modificado –o no– los juicios de algunos de los principales entrevistados, tras el estallido social y la voz de las urnas de 2020 y 2021.
Este libro narra los procesos clave de la transición y procura reflejar a sus protagonistas, en las circunstancias en que debieron tomar las decisiones, con lo que creían estaba en juego. Es una visión periodística, no sociológica. Y como tal, debe un indispensable tributo a muchos que hicieron posible estas páginas.
Vaya, en primer lugar, nuestro agradecimiento a la decana de la Escuela de Periodismo y Comunicaciones de la Universidad Adolfo Ibáñez, Magdalena Browne, por su paciencia para esperarnos, por creer en los autores y en el proyecto que lo inspiró. El agradecimiento es también extensivo a su antecesora, la decana Marily Lüders, que dio el impulso inicial a esta investigación.
En seguida, agradecemos a todos los entrevistados, más de medio centenar de protagonistas de todos los sectores y en distintas esferas del periodo investigado, por concedernos horas de su tiempo y confiar en que seríamos justos y precisos con lo que nos contaron. A varios, los entrevistamos en hasta dos y tres oportunidades, en extensas conversaciones, chequeando datos, exprimiendo sus interpretaciones –y su memoria–, conociendo sus reflexiones, leyendo los textos que escribieron en la época estudiada y sus revisiones posteriores del período. Sin su colaboración, este libro no habría sido posible. La gran mayoría de las citas que aparecen en el texto sin sus respectivas referencias fueron tomadas de las entrevistas que les realizamos.
Queremos hacer extensivo nuestro agradecimiento a todos los periodistas y autores que nos precedieron informando sobre el periodo 1988-1990. Revisamos exhaustivamente sus trabajos, que contribuyeron a esclarecer aspectos oscuros, a proporcionar y ponderar algunos, a precisar y corroborar otros. Una vez más, el periodismo refleja que una de sus nobles misiones es la de contribuir a registrar la historia del presente.
Expresamos también nuestro reconocimiento a la colega Premio Nacional de Periodismo María Olivia Mönckeberg, talentosa, fecunda y exhaustiva investigadora, maestra de generaciones de periodistas, por prologar este libro, aportando el valor agregado de su pluma.
Agradecemos a Arturo Infante, director gerente de Editorial Catalonia, que nos alentó y después nos instó a terminar, y tras su lectura de los originales, por los inmerecidos conceptos que dedicó a este trabajo. Sobre todo, por considerar que es importante que esta obra se conozca.
Igualmente queremos reconocer la lectura previa que hicieron de estas páginas tres colegas periodistas de enorme y reconocida trayectoria, Ignacio González Camus, Óscar Sepúlveda y Libio Pérez, todos los cuales reportearon y escribieron en el período que abarca este libro. Sus juicios, consejos, palabras de aliento y antecedentes que nos proporcionaron fueron muy valiosos, sin que por ello sean responsables en ningún aspecto de estas páginas.
El apoyo de nuestros ayudantes fue fundamental en distintas actividades de reporteo. Sin Sophia Marabolí, Jean Philippe Laude, Felipe Soto y Alejandra Jara esta investigación no habría llegado a su fin.
Por último, queremos agradecer la infinita paciencia que tuvieron nuestras respectivas familias, a las que hicimos lo posible por no sacrificar, mientras investigamos y redactamos este libro. Sin su permanente y desinteresado amor y cariño, no habríamos jamás terminado la obra.
Los autores
Junio 2021
Muchos dirigentes de la Concertación de Partidos por la Democracia despertaron con satisfacción y también inquietud al día siguiente de la elección que el 14 de diciembre de 1989 dejó a Patricio Aylwin Azócar como presidente electo de Chile, la primera en 20 años, desde 1970, cuando había triunfado Salvador Allende.
La coalición opositora se impuso con mayoría absoluta en primera vuelta sobre una derecha dividida en dos candidatos –el exministro de Hacienda Hernán Büchi, que representaba la continuidad de la dictadura, y la opción populista del empresario Francisco Javier Errázuriz– pero con resultados apenas por sobre los del No a Augusto Pinochet en el plebiscito del 5 de octubre de 1988. Aylwin alcanzó 55,1%, con una ventaja sobre el segundo, Büchi, de 25,7 puntos porcentuales; mientras que el No había conseguido un año antes el 55,9% en el plebiscito de 1988.
Los dirigentes opositores estaban satisfechos, pero no había euforia entre ellos. A pesar de sus esfuerzos, la campaña no les permitió superar la marca del plebiscito. No se había producido una avalancha de votos por el candidato de la Concertación ni tampoco el fenómeno de “asegurar el voto”, en que las personas se pronuncian por quien creen ganará.
En tres meses más iba a terminar la dictadura. Pero no se iba con una derrota aplastante. Dejaba tras de sí a una derecha más fuerte que en el pasado y enormes resguardos institucionales.
Las urnas dieron otras señales. Si se sumaba la votación de Büchi y Errázuriz, la derecha salía fortalecida después de casi 17 años como base de apoyo y parte integrante de una dictadura. Terminaba el proceso con un mayor porcentaje de votos (44,8%) que en 1958, cuando triunfó el presidente Jorge Alessandri (31,5%). Visto así, el de 1989 era el mejor resultado electoral de la derecha en su historia.
Aylwin logró 117.000 votos menos que el No a Pinochet –en la presidencial votaron menos personas que en el plebiscito de 1988, el cual ostenta el récord de participación electoral–, a pesar de la división de sus adversarios.
Además,