Lógicas y modelos de decisión y acción organizacional. Tirso Suárez Núñez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Tirso Suárez Núñez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788468561080
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la intuición y ante todo la pasión. Para contrarrestar lo anterior fue necesario ir mas allá de la razón y acercarse a los conceptos de humanismo e inteligencia, así como desvelar los lazos ambiguos y fundamentales que existen entre lo racional y lo irracional (Morin, 2015) (Ralston-Saul, 1992).

      La puesta del individuo en el centro del interés de la ciencia y el arte fue definitiva para el surgimiento del humanismo, las humanidades y el estudio de sus atributos únicos como la acción y la inteligencia, esto a su vez condujo al replanteamiento de la razón y sus métodos. Lo que sigue es una apretada síntesis de este proceso.

      Morin (2015) revisa la trayectoria del humanismo antes de proponer su regeneración, según este autor han habido dos humanismos, el primero presente en el siglo XVI estaba ligado al estudio y práctica de las humanidades que en aquel tiempo estaban en su apogeo; poco después pasó de ser humanidades para quedar como la humanidad, el conjunto de seres humanos y de allí derivó en humanismo que en la civilización occidental se manifestó con dos rostros antinómicos: él primero es el de la cuasi-divinización del humano y su derecho a dominar a la naturaleza, que dio lugar a las expresiones homo sapiens/faber/economicus que a su vez, transmiten la idea que el hombre es la medida de todas las cosas y fuente de todo valor. Esta es una especie de humanismo antropocéntrico, que aspira a ganar legitimidad absoluta con argumentos tales como: la fuerza de la razón, los poderes de la técnica y el monopolio de la subjetividad y lleva a concebir a un hombre autárquico, sobrenatural, centro del mundo, amo de la naturaleza, que termina destruyéndola.

      El segundo humanismo, sigue diciendo Morin (2015), fue el formulado por Montaigne en dos frases: “yo veo a todos los hombres como mis compatriotas” y “los bárbaros nos parecen tan maravillosos como nosotros les parecemos”, Montaigne practicó su humanismo al reconocer la humanidad plena de los indígenas americanos cruelmente conquistados y dominados, provocando con ello el malestar de sus dominadores. Este humanismo fue enriquecido por Montesquieu al agregarle un componente ético: “entre la patria y la humanidad se debe elegir la humanidad”. Finalmente, como corolario, en el siglo XVIII, tiene lugar la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, reconociendo como principio la plena calidad humana en cada ser de nuestra especie y la existencia de una identidad común, más allá de las diferencias.

      Pero el humanismo no ha tenido una trayectoria fácil, su fuente, es decir, las humanidades, en los siglos dieciséis y diecisiete, tenían una posición delicada como disciplina, porque se creía que eran la zona donde podían esconderse con mayor facilidad la superstición y el prejuicio, se requería de la ciencia para eliminarlos y muchas veces fue un buen pretexto para limitar el avance de las humanidades. Por ejemplo, cuando el Cardenal Richelieu de Francia se quejaba que ocupaban demasiado espacio, no le preocupaba tanto los peligros de la superstición, sino la amenaza que representa la educación humanista cuando el Estado estaba procurando crear una elite útil.

      La apreciación de que las humanidades constituyen una interferencia para la educación útil resurge una y otra vez, por ejemplo, el Instituto Aspen, principal centro de estudios empresariales de Estados Unidos, ofrecía, hasta hace poco tiempo, un curso de humanidades de una semana, con un titulo obscuramente cómico: ¿Pueden las humanidades incrementar la efectividad de la gestión? Otras organizaciones educativas recientemente invitaban a un curso como este: ¿paga ser una empresa social y ambientalmente responsable? Estos falsos y tristes remedios están proliferando en un intento de insuflar humanismo en seres formados racionalmente, también conducen a cuestionar si las élites contemporáneas, a pesar de sus múltiples títulos, están realmente educadas.

      Se estima que, en correspondencia con su falta de bagaje histórico, las elites suelen leer lo menos posible evitando ante todo la historia, la filosofía y la narrativa, limitando sus lecturas a novelas escapistas, periódicos y documentos técnicos. Quizás lean algunas biografías, que cumplen el mismo papel voyeurista que las vidas de santos cumplían en las sociedades anteriores. Mintzberg (2004) en su critica a la formación de maestros en administración, MBA por sus siglas en inglés, concluye que es una mala formación aplicada a gente mal seleccionada, por lo que recomienda que a los graduados se les debe grabar en su frente la figura formada por dos huesos cruzados y una calavera, con la leyenda: incapacitado para administrar.

      Harari (2014) por su parte, comenta que el humanismo comulga con la idea que el homo sapiens posee una naturaleza única y sagrada que lo hace fundamentalmente diferente de la naturaleza de todos los demás seres y fenómenos, que el bien supremo es el bien de la humanidad y esta creencia coincide con el primer humanismo a que se refiere Morín (2015). A partir de lo anterior, Harari (2014) argumenta han surgido tres sectas rivales que luchan por imponer su definición de “humanidad”:

      •Humanismo liberal: cree que la “humanidad” es una cualidad de los humanos individuales y que la libertad de los individuos es por tanto sacrosanta. El mundo interno de los humanos individuales da sentido al mundo y es el origen de toda autoridad ética y política; ante un dilema hemos de mirar dentro de nosotros y escuchar nuestra voz interior: la voz de la humanidad. Los principales mandamientos del humanismo liberal están destinados a proteger la libertad de esta voz interior frente a cualquier intrusión o daño. A estos mandamientos se les conoce colectivamente como “derechos humanos”.

      •Humanismo socialista: los socialistas creen que la “humanidad” es colectiva y no individualista. Consideran sagradas, no la voz interna de cada individuo, sino la de la especie homo sapiens en su conjunto y busca la igualdad entre todos los humanos, consideran la desigualdad como la peor blasfemia contra la humanidad porque confiere privilegios basado en cualidades secundarias de los humanos, por encima de su esencia universal.

      •Humanismo evolutivo: su definición de “humanidad” esta influida por la teoría de la evolución, consideran que los humanos no son algo universal y eterno, sino una especia mutable que puede evolucionar hacia el superhombre o degenerar en un sub-humano; los nazis son los representantes mas famosos de esta definición. Siendo su principal ambición proteger a la humanidad de la degeneración y fomentar su evolución progresiva, según ellos la raza aria era la forma de humanidad más avanzada y tenia que ser protegida y alentada, mientras que sus formas degeneradas (judíos, gitanos, homosexuales, etc.) tenían que ser aislados, incluso exterminados. Ya hace tiempo que los biólogos demostraron que las diferencias entre las diversas estirpes humanas son mucho mas pequeñas que lo que los nazis postulaban.

      Harari (2014) concluye afirmando que la mayor parte de los sistemas políticos y judiciales actuales, están basados en el humanismo liberal, no obstante, la biología ha demostrado que no hay tal superioridad anímica del humano sobre otras especies, ni libre albedrio, porque su comportamiento está determinado por hormonas, genes y sinapsis, son “las mismas fuerzas que determinan el comportamiento de chimpancés, lobos y las hormigas” (p.263).

      Morin (2015), asimismo se refiere a un racionalismo humanista que ha emergido como una ideología de emancipación y de progreso por su lucha permanente contra los mitos y la religión, así como por la promoción del saber empíricamente fundado y verificable. El principio de universalidad de este racionalismo, junto con su idea del hombre libre, ha sido el fermento de la emancipación de los esclavos y de los oprimidos, de la igualdad de los derechos del hombre ciudadano y del derecho de los pueblos a su autodeterminación. El racionalismo humanista tiene confianza en el homo sapiens y lo considera razonable, aunque vacío de toda afectividad e irracionalidad, no obstante, ha universalizado el principio de libertad.

      Pero al ser abstractos los principios universales, no consideran las diferencia culturales e individuales y por tal motivo el movimiento racionalista humanista fue monopolizado por el hombre blanco, adulto y occidental, excluyendo a aquellos que, se pensaba, no tenían la dignidad del sapiens, como los primitivos, los atrasados, los menores, quienes fueron tratados como objetos y dominados hasta la época de la emergencia de los movimientos de descolonización y liberación nacional. Al final, si se considera la unión del fermento crítico con la pasión por la igualdad y justicia que lo caracterizan, es posible concluir que el racionalismo humanista es una ideología básicamente positiva.

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