Detrás de la máscara. Vol II. XPM. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: XPM
Издательство: Bookwire
Серия: Detrás de la máscara
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418911903
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cueva de anoche» pensó. Llegó hasta lo que parecía un dormitorio, había fotos de dos personas que sonreían. Agarró el marco para ver de cerca la fotografía que contenía… «mmmmmm, qué felices».

      Dedujo que aquellas personas podrían ser hermanos, existían unos rasgos muy similares «como dos gotas de agua» y abrió el armario. Había ropa de mujer, «vaya nivel», era alta costura, muy cara, vestidos preciosos, le dio pena rajar cualquiera de ellos, pero los necesitaba para cambiar el vendaje de la herida. No pudo evitar volver a coger uno de esos marcos de fotos, lo observó atentamente; se imaginaba cómo habían sido sus vidas, parecían muy felices, «los dos hermanos, viviendo en un pisito de lujo en el centro de la capital, tan guapos y perfectos, qué pena…», uno parecía piloto y ella podría ser o enfermera o más bien médico.

      —¡Médico, sí!

      Oyó un gemido, volvía apresuradamente al salón y se dio cuenta de que su amigo estaba bastante mal. Se le encogió el estómago y lo miró dedicándole una gran sonrisa para tranquilizarlo.

      —Voy a cambiarte esto, ¿ok?

      —Tengo que estar fatal para que tú hagas de enfermera…

      —Jajaja, estás muy feo, la verdad…

      —Cabrona…

      3

      De su boca solo salían gruñidos, ella miraba fugazmente para ver si sufría mientras le quitaba los vendajes. Le cambió toda la ropa atada a la pierna, la presión del torniquete cedió y esta empezó a deshincharse. En el fondo, le había dado pena rasgar esa preciosa ropa, pero la moda ya no existía, así que no había nada de malo en hacer un vendaje con pantalones caros…

      —No me has pedido indicaciones…

      —Ehhh, lo siento, ¿está mal?

      —Está perfecto, si confías en ti, todo sale, aunque Sham…

      —¿Sí, te duele? —pregunta Shamsha preocupada.

      —La próxima vez debes tener cuidado cuando quites un torniquete, es peligroso…

      —Vaale…, aún no lo he quitado.

      Shamsha decidió hablarle para paliar su dolor y que no desfalleciera.

      —¿Sabes?, creo que este piso era de dos hermanos, uno era piloto y ella médico, parecen gemelos, pero… Mira, he traído la foto, ¡son guapísimos!, sabes…

      —Sham, cariño, no te lo tomes a mal, pero me gustaría descansar un rato.

      —Ehhhh, mmmm, creí que hablarte… vale…

      —Me encanta escucharte, pero la cabeza ahora…

      —Tranquilo, te entiendo… —Shamsha enrojece, asiente, se levanta cogiendo los vendajes sucios.

      Lewis la agarró de la muñeca con los ojos cerrados.

      —No hace falta que te vayas…

      —Tranquilo, voy a explorar, llevo mucho tiempo encerrada y me gustaría…

      —Cotillear…

      —Ehhh, no es cotillear, es explorar…

      —Vale, no rompas nada, jajaja.

      Shamsha le sacó la lengua y se fue hacia los dormitorios.

      —¡Te he visto! —le dice Lewis antes de caer en un profundo sueño.

      Revisó el resto del apartamento. Le fascinaba, era magnífico, las vistas eran impresionantes. Se acercó al cristal y de repente recordó a los monos, se apartó con rapidez. Volvió a la cocina, no quería perder de vista a su amigo.

      —Mmmmmm, vamos a ver… ¿qué hay por aquí? —Abre los armarios—. Vaya, qué suerte, esta gente estaba poco en casa… A ver…, cuantas latas, cocinaban más bien poco…

      Abrió unas puertas que estaban situadas encima de la rejilla extractora de humos y olores.

      —¡Toma ya!

      La alegría recorrió cada vena de su sistema, el armario estaba lleno de medicamentos y de material quirúrgico, además de multitud de conservas, parecía que todo ello estaba destinado para sobrevivir a un holocausto.

      «Qué previsores…».

      Cerró el armario ansiosa por contárselo a Callia y Charles y se dirigió a la otra habitación. Tenía dos partes diferenciadas: una de ellas era la zona de dormitorio, con una enorme cama, y en la otra había un gran escritorio lleno de libros y hojas escritas a bolígrafo. Abrió un pequeño cajón del mueble, encontró un cuaderno, no se lo pensó, total, ella daba por hecho que al dueño/a no le importaría, lo abrió por la última página escrita.

      —¿Un diario?, parece escrito por una mujer; lo siento, pero la curiosidad me mata…

      «Día 20:

      La gente no para de enfermar. El hospital no tiene suministros, todos mis pacientes afectados por el virus han muerto. Hoy vi cómo un padre que acababa de perder a su hijo, agredía brutalmente a una enfermera; cuando ha parado, hemos intentado reanimarla, ha sido en vano, otra muerte sin sentido, otra más...

      La gente ha perdido la cabeza, piden comida y agua, el hospital ya ha agotado las existencias de todo, nos han mandado a casa para tener la oportunidad de huir, ¿huir, dónde? Tim, si estás leyendo esto, sabrás que no he podido hacerlo, no puedo irme, la gente me necesita, ve a buscar a mamá y papá e iros lejos de aquí, el caos se ha extendido, solo tú puedes salvarte, no confíes en nadie, he dejado latas en la cocina y un kit hospitalario por si acaso, encontrarás casi todo lo necesario para un tiempo.

      Te quiero».

      A Shamsha se le heló la sangre, la hoja se arrugaba, señal de que esa parte del papel se había mojado, «¿serán lágrimas de su hermano, logró escapar?, joder, Sham, ¿por qué has tenido que leerlo?, pobrecillos, no sabían que no podían ir a ningún sitio…», en ese momento una punzada le atravesó el estómago, pensó en su madre. Cada vez tenía más asumido que todo lo que conocía ya no existía, fríamente siguió rebuscando en los cajones. Se sorprendió por el hecho de hacerlo, nunca había sido cotilla, pero necesitaba saber más, martirizarse; ella había vivido demasiado tiempo en una fantasía, mientras el resto de la humanidad lo hacía en una pesadilla, no halló nada a excepción de unos cuantos informes médicos y una caja fuerte escondida tras un mueble.

      Se sentó en la cama a digerir todo lo que estaba sucediendo a su alrededor, alzó la vista y vio el baño a su izquierda. Era precioso y la cristalera le otorgaba una luz casi celestial, todo blanco, una enorme bañera en su mitad era la reina por excelencia de la estancia, por un segundo se imaginó a aquella mujer que tanto sufría, con espuma cubriéndole y una copa de vino después de un estresante día salvando vidas.

      El suelo era de pequeñas baldosas cuadradas blancas y negras, nunca había visto esa moda, sabía que lo antiguo volvió a ponerse de moda en decoración, pero nunca se imaginó algo tan bello, todo a su alrededor la invitaba a olvidarse de la realidad, la pared de cristal hacía que simulara estar en el cielo.

      Observó un pequeño reproductor de música, «mmm, ¿por qué no?», pulsó el botón, «no lo puedo creer», la música afloró, inundando la estancia. Shamsha cerró los ojos mientras dejaba vagar su mente hacia el paraíso acompañado del precioso «Bolero» para piano de Ravel.

      De pronto un estruendo la sacó de su sueño, giró sobre sus pies, una gran nube de polvo emergía de la zona donde estaba el edificio que casi les había sepultado, «céntrate, Sham».

      Abrió unas pequeñas puertas que junto a unas diez más contribuían a formar un enorme armario que abarcaba toda la pared del suelo al techo.

      Después de abrir unas cuantas más, encontró que en uno de los espacios había numerosos medicamentos, «por favor, que haya… ¡sí, antibióticos!».

      Fue corriendo