Dejaban los escombros y uno a uno se erguían y corrían sin parar, controlándose mutuamente para que ninguno se quedara atrás y controlando posibles amenazas. Lewis era arrastrado semiinconsciente sujeto por Callia y Charles.
Llegaron hasta el edificio que había al frente, el ruido era tan intenso y el caos era el rey supremo del lugar.
De repente, Callia miró para cerciorarse del bienestar de su amiga asustándose al ver que un mono se había abalanzado sobre ella. Soltó a Lewis que cayó violentamente sobre sus rodillas, corrió con todas sus fuerzas; al llegar a socorrerla, se percató de que el pesado mono estaba muerto sobre Shamsha, esta le había clavado una vara metálica atravesándole el cráneo a través de la cuenca ocular, pesaba tanto que luchaba por quitárselo de encima, pero las escasas fuerzas con las que ya contaba hacían que la tarea fuera difícil. Perpleja por la brutalidad y la mirada de ira de la doctora, Callia la ayudó a quitárselo, corriendo los escasos metros que les separaban de Lewis y Charles.
Callia la miraba sorprendida, siempre había estado segura de que bajo esa apariencia de dócil muñequita había una guerrera, después hablaría con ella sobre cómo todo lo que estaba viviendo la estaba cambiando a la velocidad del rayo.
Los tímpanos se les resentían de los continuos estruendos, avanzaban a contrarreloj por el edificio, sabían que los monos no cesarían en su intento de cazarlos y esperaban que no los hubieran visto entrar. Subieron un par de plantas, oían cómo el edificio seguía cayendo, los trozos desprendidos impactaban contra todo lo que se interpusiera en su camino.
El ruido se aplacaba cada vez más, el edificio estaba bien aislado, pero aún seguía provocándoles que se les encogieran los músculos del susto que provocaban los impactos más fuertes.
Las vibraciones de las colisiones subían desde sus pies para alojarse en el pecho. Charles cogió un extintor vacío que había en un pasillo, comenzó a golpear una puerta y tras varios intentos desistió, era imposible abrirla. Vieron otro apartamento dos letras más a la derecha en el que la puerta era normal, no de extrema seguridad (Nota del autor: cuando empezaron los altercados, la gente se instalaba puertas de extrema seguridad, imposibles de abrir sin código, pocas personas disfrutaban de este lujo que se encarecía a cada minuto por la alta demanda).
Entre Shamsha y Charles, cogieron un «Offire» (Nota del autor: el Offire era un extintor con un gas que apagaba el fuego intenso ahogando las llamas, era muy efectivo, con un par de centímetros cúbicos era suficiente para extinguir un incendio en una superficie de sesenta metros cuadrados aproximadamente), estos tenían una estructura mucho más resistente a los golpes y eran más pesados; tras muchos intentos, golpeando una y otra vez la puerta, lograron abrirla.
—¡Qué bonito!
Estaban maravillados, era un apartamento precioso, la puerta engañaba mucho sobre lo que había en su interior.
—Fiuuuuuu… —Silba Charles.
—¿Habéis visto esto? —Callia se mete en una piscina vacía que hay en la terraza, de paredes transparentes por los cuatro lados además del fondo—, desde ella se ve casi toda la ciudad.
—Hola…
—Perdón, Doc, por un momento me he dispersado…
—Está muy mal, ya no pierde tanta sangre, pero si no le cierro la herida pronto… —comenta Charles acuclillado junto al sillón donde está Lewis.
—No me vas a cortar la pierna, ni lo pienses…
¡PRMMMMMMMMMMMMM!
Un enorme estruendo hizo que el edificio donde estaban temblara sobre sus cimientos. Desde la ventana observaban cómo el enorme bloque de enfrente caía a plomo, se derrumbaba chocando contra el que había intentado sepultarlos.
Estaban petrificados, sus mentes rememoraban el que hacía unos minutos estaban en el interior de un camión que ahora veían era una plancha de metal, los monos saltaban alrededor, seguían buscándolos. Shamsha se preguntaba cómo habían sobrevivido.
—¡Apartaos de la ventana!, si esos monos suben no creo que pueda correr… —dice Lewis con la voz entrecortada.
—Tío, saldré hasta el hospital, está a dos manzanas, no tardaré… —le responde Charles.
—Voy contigo.
—No, iré más rápido si voy solo.
—No es discutible.
—Call…
Callia miró a Charles convencida de que iría con él, no pensaba ceder.
—C., es mejor que te cubra las espaldas, ¡id ya, por favor! —espeta Shamsha—. Iros, yo cuidaré de él. —Shamsha mira a Charles con complicidad.
—Venga, tortolitos, volveremos antes de que os deis cuenta, ¡aguanta, Lew! —Callia abraza a Lewis, incorporándose rápidamente para salir—. Vamos!
¡POM!
Cerraron con un fuerte golpe, la cerradura había sufrido algunos desperfectos que luego arreglarían.
—Está rota, voy a buscar algo para atrancarla, así no podemos dormir aquí…
—Sham, llevamos durmiendo con un ojo abierto tanto tiempo que una cerradura rota no es ningún problema, pondremos algo que haga mucho ruido y que bloquee la puerta, si algo o alguien intenta entrar…
—Descansa, no hables más.
—No te vayas, por fav…
—Lew, mírame, ¿aguanta, ok?, ¡tienes que hacerlo, has luchado mucho!
—Sham…
—¿Sí?
—Me estás rompiendo la mano…
—Opss, perdón, es que…
—Tranquila, gracias —dice Lewis sonriendo.
Lewis descansaba, Shamsha vio una enorme mesa de algo parecido al cristal, recubierta de hierro entrelazado que había al fondo del salón. Intentó arrastrarla para ponerla cerca de la puerta, pero era imposible, pesaba demasiado y además, estaba atornillada al suelo.
—¡Joder!, ¿quién clava la mesa al suelo?
Vio unos cuchillos pegados en la pared y cogió uno para aflojar los tornillos que le impedían hacer lo que quería.
—¡Es imposible!, se ha roto la punta…
—Déjalo, volverán pronto y entre todos buscaremos una solución o arreglaremos la puerta, no te preocupes, ven, siéntate a mi lado…
—No, descansa, voy a investigar por si hubiera algo que nos pueda servir…
—Como quieras, sé que no vas a parar hasta conseguirlo…
—Exacto…
Le dio un beso en la frente y se asustó. Estaba sudando en abundancia y tenía la tez blanquecina y fría. Cogió una manta que había a los pies del sillón y se la echó por encima, pensó en buscar algo para limpiarle la herida de nuevo, pero le daba miedo lo que pudiera encontrarse, de todas formas mientras él estuviera consciente podría guiarla para lo que fuera necesario, en el peor de los casos él se desmayaría y ella tendría que improvisar, «no puede ser tan difícil coser».
Caminó hacia lo que parecía otra estancia y antes de terminar el salón observó