KKKKKGSSSSSSS
—Recibido, voy a tu posición, te veo.
—Voy.
—L., ¿dónde estás?
—No te preocupes, os he visto, voy a asegurar el perímetro.
—No tardes, aquí hay un hueco entre los escombros, vamos a entrar.
—Asegúrate de que es seguro, puede derrumbarse, comprueba que no hay.
KKKKKGSSSSSSS
—¿L.?, ¡responde!, ¿dónde coño estás?
—Es… KGSSS, tran… KGSSSS.
—Call, ¿qué pasa? —pregunta Shamsha semiinconsciente.
—Tranquila, pequeña.
—Hola, chicas.
Charles tocó el pelo de Shamsha, se miró la mano, estaba llena de sangre. Ella, con la voz muy débil, le dijo:
—Tranquilo, no es nada.
—¡Has roto el edificio! Jajaja.
Ella sonrió levemente, él le respondió con un tierno beso en los labios.
—¿Dónde está?
—No lo sé, me dijo que iba a asegurar el perímetro.
—Lo oí, pero me está preocupando, he oído a los monos...
—¿Monos? —pregunta Shamsha asustada y semiinconsciente.
—Tranquila, estamos a salvo.
Esperaron unos minutos que se les hicieron eternos hasta que Lewis apareció.
—¿Qué pasa, tíos?, eres muy torpe, ¡has roto el edificio con la cabeza! Jajaja —dice Lewis mirando a Shamsha.
Shamsha respondió con una leve sonrisa, tenía los ojos cerrados. Lewis se acercó a su cara para observarla con atención y le alumbró con la linterna la herida. Rebuscó entre el cuero cabelludo para verla más nítidamente.
—Esto no es nada, voy a limpiarte y a echarte una cosita que a lo mejor te va a escocer un poquito, pero… ¿no llorarás, no? —le habla con tono burlón, mientras pone esa encantadora sonrisa de padre con la que calma a todos sus pacientes. Con voz débil y una sonrisa forzada—. Vamos, idiotilla, dale…
—Vale, allá voy, quieta.
Shamsha resopló y se retorció sujeta por Callia.
—Escuece…
—Vamos, allí parece seguro.
Decidieron pasar dentro del edificio medio derruido la noche. Callia dormía con Shamsha acurrucada en su regazo.
—Una cosa, Call —dice Shamsha con los ojos cerrados y la voz entrecortada.
—Dime, pequeña —responde Callia acariciándole el pelo.
—Si me entran ganas de hacer cosas durante la noche…
—¿Cómo?, no entiendo, ese golpe te ha afectado más de lo que creíamos.
—Cosas…, ya sabes…, el cuerpo quiere cosas…
—Joder, Sham, no te entiendo, anda, duérmete…
—Es serio, Call…
Callia salió de su letargo poniendo toda su atención.
—Vaaaaaale, dime…
—Pues dejar cosas que el cuerpo no quiere por ahí, abandonadas…
—Ehhhhh, estás fatal. ¡AAHHHHHH, joder, Sham!, ¿te refieres a cagar?
Shamsha se ruborizó.
—Ehhhh, sí…
—Tranquila, avísame y yo te acompaño. —Callia vuelve a cerrar los ojos.
—Es que en las pelis sobre el fin del mundo no sale nunca como lo hacen…
Callia se rio con los ojos cerrados.
—Cariño, esto es la vida real, todos cagamos, además se me gastaron las pastillas «Noexcret» (Nota del autor: Noexcret eran unas pastillas que disolvían todos los deshechos que el cuerpo generara y los eliminaba a través de los poros de la piel en forma de sudor, muy usadas en guerras).
—Buenas noches, mi heroína.
—Buenas noches, mi chalada.
CRASH, CRASH, CRASH
Shamsha dormía plácidamente. Se sobresaltó.
—¿Qué pa…
Se encontró en el suelo apoyada, Callia no estaba. Charles le puso la mano en la boca con tanta fuerza que apenas podía respirar, otra vez el corazón se le iba a salir del pecho. Abrió los ojos con tanta fuerza que le dolieron las cuencas, miraba con rapidez en todas direcciones, quería saber cuanto antes qué pasaba. La mano de Charles seguía apretando, poco a poco fue rebajando la fuerza. Era de noche totalmente, sus ojos intentaban adaptarse a la oscuridad, se concentraba en la luz roja que salía de la linterna de Lewis que alumbraba entre los huecos oscuros de los escombros. No veían nada extraño, era difícil saber si algo se ocultaba, había muchas cuevas diminutas totalmente en penumbra, igual que ellos estaban escondidos en una de ellas, algo o alguien podría estarlo de igual modo.
Callia susurró:
—Lewis, propongo quedarnos aquí, vigilaremos por turnos.
—Me parece bien, no podemos salir ahora, estaríamos expuestos a muchos más peligros y hoy hay muchas nubes para ver algo… —responde Callia.
—Ok, no veo mejor opción, empiezo yo…
—No, yo he dormido mucho rato y plácidamente, todavía no tengo esa costumbre de estar en alerta permanente… —dice Shamsha con tono imperativo.
Charles asintió levemente, estaba segura de que los demás no confiaban en su capacidad de centinela, pero cedieron rápidamente. El cansancio de todos estos meses, la escasa comida ingerida desde que salieron del laboratorio y el agotamiento mental de la tensión que nunca termina, produjeron que la «mosquita muerta» quedara a cargo de los «tres guerreros».
—Tranquilos, podéis dormir como princesas, yo nunca me duermo si no quiero…
¡CRRAAAAASSSSHHHHHHHH!
Shamsha se despertó de un sobresalto, «joder, Sham, te has dormido, pero ya no más».
Los demás no se percataron de ello, de todas formas no veía sus caras, estaba segura de que Callia no estaba dormida, no la veía, solo sentía el roce de su piel en contacto con su brazo; a Charles lo tenía pegado en el otro, los oía respirar muy despacio, pero sabía que si ella se había despertado con el ruido, ellos también. El estómago le empezó a doler, tenía una gran presión, nunca se perdonaría si por su culpa e insensatez los demás habían corrido peligro…
—Tranquila, bella durmiente, se ha desplomado un pedrusco… —le dice Callia.
—Ehh, yo…
—No pasa nada, es acostumbrarse, yo no duermo casi nunca…
—Ehhhh, yo lo…
—Descansa, Sham, no te preocupes.
Estaba amaneciendo, poco a poco la claridad se adueñaba de los escombros, aunque la oscuridad seguía siendo la reina de las cuevas, debido a los derrumbamientos, creaba una reconfortante sensación de seguridad.
—¡Buenos días!, tienes buena cara —dice Charles mirando a Shamsha con una sonrisa.
Charles guiñó un ojo a la doctora, gesto inequívoco de que sabía perfectamente que había permanecido despierta diez minutos, tras acordar que vigilaría.
—¡¡Menuda