–Duda aclarada, maestro. También le pregunté sobre la otra forma de montar, a la brida.
–La monta a la brida llegó al norte de la península con los visigodos. Con los siglos posteriores se fue incorporando al ejército cristiano para combatir a los musulmanes. También tuvieron una fuerte influencia con la llegada de las Cruzadas, donde esos ejércitos de la Edad Media eran arrolladores en el ataque. Sus caballos eran pesados y dirigidos con las manos, ya que las piernas las tenían estiradas por las armaduras que portaban y apoyadas en el estribo con espuelas muy largas por la dificultad que tenían en dar a los costados de sus cabalgaduras.
–Pero en toda esta historia que me ha contado no acabo de entender cómo acabaron incorporándose las dos formas de montar a nuestra actual monta española, si eran tan diferentes la una de la otra –exclamé, sorprendido de que mi maestro supiese tanto sobre nuestra historia ecuestre.
–Esto no se produjo de la noche a la mañana, sino que fue un proceso lento, aunque con pasos muy firmes y positivos. Mira, Juan, los Reyes Católicos conquistaron el Reino de Granada de la siguiente forma: Fernando el Católico tenía su arrolladora caballería montada a la brida, heredada del Reino de Aragón, también llamada monta «a la estradiota», o «a la guisa», nombre derivado de los reinos de Nápoles y Francia. La reina Isabel la Católica tenía transformada su caballería a la jineta, también conocida como «a la bastarda», un poco más refinada, introduciendo elementos ecuestres de la monta a la brida, por ser la mayoritariamente utilizada por el pueblo llano y los jinetes de la plebe tras conquistar el Al-Ándalus dos siglos antes. Con la conquista de Granada, no solo se unificó la actual España, sino que también lo hicieron las dos formas de montar que había en la península. Posteriormente, los caballeros cristianos eliminaron sus pesadas armaduras, pero no su forma de ir a caballo, mientras que los nobles aprendieron el arte de la equitación en las escuelas creadas para estos menesteres. Realizaban juegos y torneos como forma de diversión y estatus social. El ser caballero entre la nobleza se medía por sus habilidades ecuestres y para ello también se dedicaban a lancear toros y lidiarlos en las plazas de los pueblos, lo que requería una monta más específica como era la monta a la jineta. De esta forma se unificó lo que vendría a llamarse la famosa monta española en todo el continente europeo, ya que nuestros caballos y nuestra forma de montar se fueron expandiendo por todos los países, donde era requerida por reyes y nobles.
–Pero a día de hoy, ¡es difícil saber si la doma española tiene más de monta a la brida o a la jineta! –Quizás era una pregunta difícil para poder entender su respuesta, pero me lo aclaró de tal forma que según pasaba el tiempo y mi aprendizaje como jinete se afianzaba, como en la doma de un potro, fui comprendiendo sus palabras.
–Difícil es según como lo miremos. En un principio las cosas estaban muy definidas y bien fusionadas. La buena equitación es el resultado de la buena unión de ambas montas. Te diré que un caballo, para que esté presto y atento a las ayudas, tiene que tener una buena doctrina de las piernas. Aquí es donde aparece la monta a la jineta, con la diferencia de que la colocación de las piernas está modificada, es decir, van algo menos recogidas. Este tipo de monta se conserva en nuestros días en la doma de campo, el rejoneo y el acoso y derribo.
–Y la antigua monta a la brida, ¿dónde se conserva y se aprecia más hoy en día?
–Como te he contado, la monta a la brida era arrolladora; hoy en día se podría apreciar perfectamente en los caballos de los antidisturbios de la Policía. Estos están perfectamente protegidos y actúan en conjunto ante incidentes donde su participación es de gran utilidad, prestando un gran servicio.
–Ahora que usted lo dice, es cierto, pero, respecto a la doma, ¿dónde encaja la monta a la brida?
–Respecto a la monta a la brida te diré que un caballo, aparte de que esté presto a las piernas, que son las que mandan, tiene que estar en la mano, que es la que dirige, y ahí es donde aparece la otra variante, y de esta gran fusión surgió la monta española: a tener un caballo en los pies y en las manos del jinete se le conoció mundialmente como equitación española o alta escuela. La influencia que tuvo sobre la monta a la brida fue que la mano se suavizó, ya que estos eran jinetes que montaban caballos más pesados y tenían una mano muy dura; las piernas estiradas también se recogieron un poco, los bocados se redujeron en favor del animal y las espuelas a no tener necesidad de usarlas tan grandes. También el caballo que se utilizaba era el español, un animal fino, caliente y de temperamento dócil y presto a la doma. Los arneses, así como las cabezadas y las monturas, también tuvieron modificaciones, pero siempre en un alto porcentaje de monta a la jineta.
–Esta historia que usted me está contando supongo que la sabrán todos los jinetes que se dedican a la doma, porque yo de historia sí sabía algo por lo que aprendí en el colegio, pero estos detalles sobre el origen de la doma española me eran totalmente desconocidos.
–Amigo Juan, no todos los aficionados y caballistas que te encuentres a lo largo de tu vida sabrán muchas de las cosas que yo te cuente. Desgraciadamente tengo que decirte que en España, en lo que al caballo se refiere, se ha escrito poco y leído mucho menos. Todos los conocimientos han ido pasando de padres a hijos, o bien han sido comunicados por maestros a nobles y a los hijos de estos. Pero no quiero decirte con esto que no haya nada en las bibliotecas, que lo hay, y muy buenos tratados de equitación escritos por españoles, pero siempre fuimos muy amigos de lo extranjero y adaptamos lo de fuera como si no fuera nuestro, cuando fuera no se ha hecho otra cosa más que copiar nuestras raíces y costumbres ecuestres.
–Es una lástima que teniendo este tesoro único en el mundo y bebiendo todos de nuestras fuentes no sepamos exportarlo como se debe. Siempre he oído hablar de la monta a la inglesa o de la monta western, pero la monta española no se oye tal como usted, maestro, me la está explicando –le dije algo preocupado.
–El problema de saber historia y a la vez domar un caballo es que cuando cuentes algo muchos te dirán que más montar a caballo y menos explicar. Ese ha sido el problema que ha tenido la cultura ecuestre en España: nadie se ha preocupado en decir las cosas como son, y como lo típico era el «cada maestrillo tiene su librillo», no tenían la mente abierta para adquirir nuevos conocimientos de formas de montar de escuelas provenientes de otros países, o de compartir su sabiduría con los que estaban perdidos en las labores de su afición ecuestre. Los antiguos jinetes decían que el mejor libro era el caballo. No les faltaba razón, pero también leer es necesario. En los libros está reflejada la sabiduría de jinetes anteriores; en ellos se cuenta cómo deben hacerse las cosas y evitar cometer los errores que ellos en su día cometieron.
Dimos la tertulia por terminada. Era hora de irse a dormir. Al día siguiente, como de costumbre, empecé con la rutina de las labores de mozo de cuadra y a mover a los potros y a los sementales en el caminador. El día transcurrió con normalidad. Al caer la noche de nuevo, y como siempre, me dirigí a la casa del señor Luis para cenar juntos. En la mesa de la cocina encontré una nota que decía que esa noche tenía que ausentarse y que no le esperara para cenar.
Después de cenar me puse a dar vueltas por la cocina y a ver utensilios antiguos que colgaban de las paredes adornando el lugar. Me paré en una puerta que siempre estaba cerrada, pero con la llave puesta. Lleno de curiosidad la abrí y entré tras encender la luz. Mi asombro fue tan grande al ver lo que había en aquella habitación que tardé unos segundos en reaccionar y poder curiosear lo que lleno de telarañas y polvo allí se tapaba. Pude contemplar una estantería plagada de trofeos. Limpié un poco para leer lo que ponía en las placas. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo; trofeos y medallas de campeonatos y concursos nacionales de doma vaquera y alta escuela. Había medallas de oro, plata y bronce; predominaban las de oro. Los trofeos igualmente de primeros puestos. Por sus fechas pude sacar la conclusión de que eran de los comienzos de estas disciplinas. Las paredes estaban repletas de fotografías de caballos realizando