Chiribiquete. Carlos Castaño-Uribe. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carlos Castaño-Uribe
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789585240032
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largos de Colombia, antes de desembocar en el río Caquetá (o Japurá como se le llama en el Brasil) a 960 km de su nacimiento.

      Una de las características del Macayá o Tunía, es que, en proximidades del parque, buena parte de su lecho es rocoso y solo se puede navegar en canoas pequeñas o medianas. El Apaporis es uno de los ríos con mayor cantidad de raudales o cachiveras y saltos, lo que hace prácticamente imposible su navegación (Domínguez, 1978). Tal característica geológica limitó el acceso a este territorio y ofreció a las comunidades indígenas que se asentaron aguas arriba de su desembocadura, un refugio inigualable a salvo de la “civilización”, protegiendo de paso buena parte de la serranía de Chiribiquete. Algunas de estas etnias nativas son las macuna, yuhup, letuama, tanimuca, cabiyari, yuana, murui, urumi carijona, uitoto y, más recientemente, nukak.

      La cobertura vegetal y ecosistémica más extensa del Parque Nacional Natural Chiribiquete forma parte del bosque ombrofilo o hylea amazónica (Estenssoro, 1990), también reconocida en la literatura científica como lowland rain forest on poor soils (Brown, et al., 1987). Esta vegetación cubre la mayor parte de la región del Amazonas, pero pocos sitios en la Amazonia tienen afloramientos del Escudo Guayanés, es decir, formaciones rocosas precámbricas y paleozoicas, en medio de la extensa cobertura selvática. Debe tenerse en cuenta que la mayoría de los tepuyes del norte de Suramérica están en medio de sabanas naturales.

      Los árboles son las plantas dominantes de la vegetación del bosque húmedo que describimos y pertenecen, entre otras familias, a las siguientes: leguminosas, lecitidáceas, sapotáceas, moráceas y euforbiáceas. Los árboles más importantes de las moráceas en estas latitudes, pertenecen al género Hevea (Ruiz S. L., et al., 2007), como el emblemático árbol del caucho –Hevea brasilensis–, causante de la esclavitud que se vivió en esta región durante el primer cuarto del siglo xx. Además, fue el incentivo para una de las últimas guerras fronterizas que vivió Colombia en su historia, que definió límites y sinsabores bélicos entre esta nación y Perú. Incluso, a estas tierras llegaron algunos extranjeros con la idea de establecer unas plantaciones industriales de caucho en la zona y, en Chiribiquete en particular, que pudiera suministrar a Estados Unidos este valioso recurso para su participación en la Segunda Guerra Mundial. A finales del siglo xix y comienzos del xx el oscuro y trágico capítulo de las caucherías en la zona interfluvial Apaporis-Caquetá, Vaupés-Caquetá y Caquetá-Putumayo, casi lleva al exterminio total de la etnia carijona, últimos guardianes de Chiribiquete y actores fundamentales de la región, establecidos en la periferia de la serranía quizá durante más de 800 años.

      Al sobrevolar la región, podemos observar la gran propagación de palmas, bioindicador especial de la presencia de cultura humana por ser una fuente de recursos para los indígenas que habitan en estas extensas selvas. A veces, debido a la densidad de su cobertura y a otros aspectos del medioambiente con los que se relacionan, se colige la posible existencia de grupos humanos en aquellas zonas, bien sea hoy o en tiempos antiguos. Así pues, la presencia de palmas de atalea, mauritia, euterpe e iriarte son ejemplos de amplio uso para la alimentación, no solo de personas sino también de buen número de especies silvestres. Muchas de estas palmas han sido usadas durante siglos. Grupos de cazadores-recolectores y, también, sociedades agrícolas sedentarias las han aprovechado para construcción y alimento, e incluso emplean las brácteas, que son unas especies de hojas que protegen sus inflorescencias, para acopiar la miel que cosechan en el bosque (Ruiz S. L., et al., 2007).

      Dentro del PNN y su zona rocosa estratificada, es frecuente encontrar cauces que, a través de un recorrido escalonado, van formando chorros y cascadas de coloración amarilla-rojiza, como este salto de los Ancestros, en la cabecera del río Negro, afluente del Ajaju. Fotografía: Jorge Mario Álvarez Arango.

      En las expediciones realizadas dentro del parque, hemos tenido la oportunidad de estudiar la gran cantidad de flora y fauna existentes en la selva baja y de observar, a simple vista, las innumerables especies de mamíferos de importancia cultural para los nativos desde su llegada milenaria a esta región, bien por su valor como alimento, bien por razones espirituales y filosóficas. También es importante observar que, en la zona donde hay cerros y tepuyes, la diversidad disminuye progresivamente, a medida que se asciende hasta los 900 metros de altitud que alcanza la serranía en su parte norte, al tiempo que aumentan las especies endémicas propias de suelos rocosos.

      En tal sentido, y de acuerdo con Cárdenas (et al., 2017), el registro o conteo de la flora superior del Parque Nacional Natural Chiribiquete en 2017 –es decir, cuando contaba con más de 2’700.000 hectáreas– era de 2.138 especies de plantas pertenecientes a 143 familias. Esta área de parque representa menos del 6% del área total de Colombia.

      Los estudios realizados para ampliar el parque en 1’486.676 hectáreas, incorporando una amplia región ubicada hacia las sabanas del Yarí (distrito biogeográfico Yarí) y la zona del Refugio (distrito biogeográfico Mirití), que incluye los biomas de bosque de galería tropical y de sabanas estacionales tropicales, ampliaron aun más este registro de especies de la flora con la agregación de 16 unidades geomorfológicas nuevas al parque. Así, se documentaron 1.450 nuevos registros de plantas que corresponden a 116 familias representadas por 379 géneros y 708 especies, muchas de las cuales no estaban documentadas en el polígono anterior del año 2013 (SPN, 2018). De este gran conjunto de plantas, hay nueve especies que se consideran amenazadas, 67 que son endémicas de Colombia, y, por lo menos, 16 de ellas que son exclusivas de Chiribiquete (Cárdenas, et al., 2017; Andrade-C., & Henao, 2017).

      En la fauna de vertebrados, en particular de los mamíferos que viven en el parque, como en el caso anterior de la flora, solo en la zona norte se documentan no menos de 82 especies distribuidas en ocho órdenes, 18 familias, 10 subfamilias y 63 géneros. Esta diversidad equivale al 15,6% de los mamíferos que hay en Colombia. Los mamíferos medianos y grandes están representados por géneros de carnívoros, entre los cuales sobresalen el jaguar y el puma; primates como el mono araña, el cotudo y el churuco; edentados como armadillos, perezosos y osos hormigueros; perisodáctilos, como el tapir. También hay mamíferos pequeños no voladores como los marsupiales, por ejemplo, la marmosa; diferentes especies de roedores de varias tallas; venados, y gran variedad de mamíferos voladores (murciélagos). Toda esta diversidad de flora y fauna da cuenta de las intrincadas relaciones biogeográficas que caracterizan a Chiribiquete (Mantilla-Meluk, Trujillo F., et al., 2017).

      Semejante a los registros anteriores, las investigaciones realizadas en la zona de tepuyes del norte de la serranía en terrenos del parque, revelan aspectos sorprendentes como el caso de la avifauna documentada por Stiles y Naranjo (2017), quienes reportan más de 374 especies de aves. Los peces cuentan aquí con 60 especies distribuidas en 21 familias y seis órdenes taxonómicos, muchos de ellos endémicos de la zona (Mojica, et al., 2017); 58 especies descritas de reptiles y 42 especies de anfibios (Suárez-Mayorga y Lynch, 2018); 120 especies de mariposas de las superfamilias Hesperioidea y Papilionoidea, distribuidas en 70 géneros, 6 familias, 14 subfamilias, de las cuales 9 especies son endémicas y 16 son nuevas para la ciencia.

      Esta presencia superlativa de recursos, que se puede observar representada explícitamente en el arte de las pinturas rupestres que dejaron los antiguos habitantes de esta región, también se puede ver de una forma muy particular: desde la perspectiva del paisaje humano prehispánico. La inmensidad del bosque y la dificultad de navegar sus ríos de peligrosos raudales, permitió el aislamiento cultural de sus habitantes y la protección del medio ambiente hasta nuestros días. Desde hace siglos, Chiribiquete ha sido un lugar mítico