Chiribiquete. Carlos Castaño-Uribe. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carlos Castaño-Uribe
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789585240032
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de los primeros grupos humanos en nuestro continente. Con el avance de las investigaciones, tarde o temprano identificaremos el grupo ancestral de lo que llamaremos la Tradición Cultural de Chiribiquete. Sus primeras manifestaciones parecen ser muy antiguas en la historia del desarrollo cultural americano. Los avances en los últimos 20 años han sido notorios y gratificantes, aunque no exentos de dificultades, pues buscamos responder a un sinnúmero de preguntas mediante el estudio del ADN antiguo, que la lingüística, la etnología y la arqueología no han logrado contestar. Los resultados arrojados por los análisis de ADN mitocondrial (mtADN) sugieren diferencias morfológicas significativas entre los restos humanos arqueológicos más antiguos hallados en América y otros más recientes, lo que propondría que el continente se pobló no por una, sino por varias, migraciones, seguramente, asiáticas. De hecho, la conexión genética entre los primeros paleoamericanos y los nativos actuales está comprobada, pero aún falta mucho trabajo antes de poder llegar a datos más exactos. Los restos humanos arqueológicos antiguos a los que la ciencia arqueológica tiene acceso son muy escasos.

      La mayoría de los abrigos rupestres de Chiribiquete se encuentran en la parte central de los escarpes abruptos de los tepuyes. Esto significa que los suelos que sirven de apoyo al panel con pinturas, son rocosos, estrechos y con caídas profundas, lo que determina que no existan muchos suelos encima de ellos y que la evidencia sea muy superficial y muy vulnerable a desaparecer. Fotografía: Carlos Castaño-Uribe.

      Los estudios que se han hecho sobre morfología dental también contribuyen a rastrear el origen de los primeros pobladores de América. Un carácter no-métrico conocido como “pala dental”, que da a los dientes incisivos superiores la forma característica de una pala, parece haber sido un rasgo de poblaciones asiáticas. Esto indicaría una posible migración premongoloide que, tal vez, se originó en una región de Siberia entre los ríos Amur y Lena hace 30.000 años (Greengerg y Turner, 1986). Luego, en 2008, el danés Eske Willerslev, genetista evolucionista y uno de los pioneros de la antropología molecular, paleontología y ecología de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), dirigió un estudio de ADN extraído de coprolitos que fueron hallados en las cuevas Paisley en Oregón, con el que pudo demostrar la presencia humana en América del Norte hace 14.000 años, es decir, unos 1.000 años antes de la gente Clovis. En 2013, su equipo logró establecer un vínculo genético entre los euroasiáticos occidentales y los nativos americanos mediante la secuenciación del genoma del Niño Mal’ta en el centro de Siberia de hace 24.000 años, lo que demuestra que todos los nativos americanos, contemporáneos portan en aproximadamente 1/3 de su genoma, genes de la población mal’ta. En 2014, gracias al análisis de los restos del Niño Anzick de Montana, se logró avanzar en la secuencia que relacionaba a estos restos con las puntas Clovis. La edad del genoma es de 12.600 años y con ello se rechaza la teoría de un poblamiento solutrense temprano de América. No menos importante fue el descubrimiento de ese investigador al proponer que hace unos 11,5 mil años, algunas poblaciones americanas se cruzaron con una población siberiana genéticamente cercana a los koryaks actuales, lo que parece indicar que los pobladores americanos regresaron mucho tiempo después a Siberia, complejizando aun más la composición genética de las gentes que por entonces habitaban en el corredor del estrecho de Bering.

      Toda esta información parece demostrar que hubo varias oleadas migratorias por rutas distintas y en tiempos diferentes. Algunas de estas poblaciones migratorias vieron limitado su camino hacia América en la parte central del estrecho, al encontrarse con grandes bloques de hielo que les impidieron el paso durante más 5.000 años, mientras que otras vadearon aquellas grandes masas congeladas y penetraron por las costas del Pacífico y del Atlántico, procedentes del noreste de Asia durante el Pleistoceno y principios del Holoceno. Así pues, los datos que nos suministra la paleogenética proponen que las ramificaciones que dieron origen a los nativos americanos del norte y del sur comenzaron a divergir hace cerca de 18 mil a 15 mil años. En el caso que acabamos de exponer, los antiguos beringianos se diversificaron de otros nativos americanos hace unos 18 o 22 milenios y, por lo tanto, representarían el punto del cual surgieron las ramas nativas paleoamericanas del norte y del sur que también se diversificaron entre 11,5 y 17,5 milenios atrás. A estas ramas pertenecen la mayoría de nativos americanos actuales (Willerslev, 2008).

      Recientemente, en 2018, Willerslev publicó varias de sus conclusiones que apuntan a resolver cuáles fueron las rutas migratorias y las diferencias genéticas de aquellas oleadas de gentes identificadas en los estudios adelantados desde el 2001. Estas conclusiones versan sobre las características de tres grandes grupos: los esquimales-aleutianos, que se asentaron en las islas Aleutianas, en Alaska y en la costa septentrional de América del Norte; el grupo na-dene, llamado así por una familia lingüística que abarca varios idiomas y que se estableció en Alaska y en la costa noroeste de Norteamérica al comienzo del segundo milenio de nuestra era; y los amerindios, entre los cuales están, probablemente, las poblaciones mesoamericanas y suramericanas (McColl, et al., 2018).

      Las representaciones pictóricas han sido un aliado muy importante de la investigación arqueológica en el mundo. Ellas aportan una información invaluable para entender la forma como actuaron, pensaron y vivieron estos grupos cazadores recolectores en el Pleistoceno y comienzos del Holoceno. Imagen de Cazadores en la Chapada Diamantina (Brasil). Fotografía: Carlos Castaño-Uribe.

      Uno de los resultados más sorprendentes para nuestro caso específico, tiene que ver con un vector genético australoide. El estudio publicado en Science comprueba que estos grupos humanos que se movieron por el continente americano, tenían un ancestro australoide y recorrieron grandes distancias en relativamente poco tiempo. En 2011, el equipo de Willerslev secuenció el primer genoma aborigen australiano a partir de un antiguo mechón de cabello. El estudio reveló que los aborígenes australianos se diversificaron de los aborígenes africanos entre 20 mil y 30 mil años antes de la división evolutiva entre europeos y asiáticos. El flujo genético secundario hizo que los aborígenes australianos estuvieran más cercanamente relacionados con los asiáticos que con los europeos (Op. Cit., 2011).

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