Instituciones, sociedad del conocimiento y mundo del trabajo. Gonzalo Varela Petito. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gonzalo Varela Petito
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786079275358
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y acumulación de conocimiento, el cual puede tener lugar en muchas organizaciones sociales, particularmente en las empresas y las instituciones de educación superior (Lundvall, 1992: 9).

      Sociedad del conocimiento y organizaciones innovadoras

      Numerosos conceptos han sido utilizados desde mediados de los años noventa para referirse a la creciente importancia que tienen tanto el conocimiento como la información para el desarrollo económico y social de los países. En este apartado hacemos referencia a aquellas ideas y posturas sobre el peso que para el desarrollo social tiene el factor conocimiento. Cabe hacer notar que la mayor parte de los documentos producidos en el marco de organismos internacionales y también en el ámbito de los estudios sobre innovación tecnológica, insisten en el concepto de economía basada en conocimiento o economía del conocimiento; esto se explica, en primer lugar, por la importancia que han otorgado organismos internacionales y estudiosos al impacto del conocimiento sobre la competitividad de los países.

      La sociedad del conocimiento o sociedad basada en conocimiento

      Según Tilak (2002), los términos “sociedad del conocimiento” o “sociedades basadas en el conocimiento” se volvieron atractivos últimamente. ¿A qué se debe este hecho? Si bien desde hace siglos el conocimiento ha jugado un papel importante para el desarrollo de las sociedades, en los últimos lustros se ha convertido en la fuerza más importante del desarrollo económico. Como Stehr señala: “Las sociedades del conocimiento siempre han existido; lo que es nuevo es la rapidez a la que el conocimiento está creciendo” (Stehr, cit. en Tilak 2002). Los desarrollos socioeconómicos y los avances tecnológicos han sido los principales responsables de la “explosión” de conocimiento que hemos estado viviendo en los últimos años. En consecuencia, una de las características que marcará a la sociedad del siglo XXI será no sólo el ritmo al cual se produzca nuevo conocimiento, sino también la velocidad a la cual se volverá obsoleto; en otras palabras, como señala Stehr, no sólo la producción y el acceso al conocimiento son importantes, sino también la rapidez a la cual se tenga acceso a adiciones marginales de conocimiento (Stehr, cit. en Tilak, 2002).

      Tilak (2002) afirma que el

      concepto de “sociedad del conocimiento” está siendo dotado de una más amplia interpretación en naturaleza y alcance que los conceptos tradicionales de “sociedad alfabetizada”, “sociedad del aprendizaje” y “sociedad educada”, aunque están muy estrechamente relacionados; tan estrechamente relacionados que hay el peligro de que sean tratados como sinónimos. Idealmente, la sociedad del conocimiento presupone no sólo una sociedad alfabetizada o alfabetizada en computadora, o incluso una sociedad educada, sino más bien una sociedad altamente educada, que demanda no precisamente trabajadores calificados, sino trabajadores del conocimiento.

      Además, una sociedad del conocimiento está caracterizada por tres importantes atributos; a saber, capacidad creativa, talento innovador y capacidad para determinar relevancia (Anandakrishnan, cit. en Tilak, 2002). Todo esto puede ser creado y alimentado con buena educación y sistemas de entrenamiento. La capacidad creativa es demostrada por la generación de nuevo conocimiento y la ampliación del conocimiento existente y el talento innovador orientado a la satisfacción de necesidades específicas mediante el desarrollo de sistemas de conocimiento apropiados. Mucho del conocimiento disponible, particularmente de aquel altamente técnico, no puede ser absorbido sin entrenamiento específico y extenso. Ello se debe a que gran cantidad de conocimiento es tácito y no puede ser fácilmente comunicado, incluso por alguien que lo conoce (Griliches, cit. en Tilak, 2002). De ahí la importancia de efectivos sistemas de entrenamiento y mejoras en la comunicación (Tilak, 2002: 299). El aspecto más importante de la sociedad del conocimiento descansa en su sistema educativo, más particularmente en su sistema de educación superior. Las universidades están, por naturaleza, comprometidas en hacer “avanzar el conocimiento universal” (Kerr, cit. en Tilak, 2002). La educación y la investigación son consideradas bienes públicos (Hartwick, cit. en Tilak, 2002); por lo tanto, el gobierno tiene que invertir fuertemente en la creación y diseminación de este bien público. Stiglitz afirma que el conocimiento es de hecho un bien público internacional o un bien público global (Stiglitz, cit. en Tilak, 2002).

      De acuerdo con el informe Task Force on Higher Education and Society (cit. en Tilak, 2002), “Las sociedades del conocimiento requieren gente con altos niveles de conocimiento y nuevos conjuntos de habilidades. La gente necesita tener calificaciones que los capaciten para una mayor independencia intelectual. Deben ser flexibles y ser capaces de continuar aprendiendo bien más allá de la tradicional etapa de la escolaridad”. De esta manera, las implicaciones para la sociedad del conocimiento y para los sistemas educativos en particular son muy profundas.

      El surgimiento de las universidades innovadoras

      La producción de conocimiento en las universidades y otras instituciones ha venido cambiando a través del tiempo. Fisher y Klein (2003) sostienen que el modelo “clásico”, en el cual la función de la universidad es enseñar habilidades abstractas y producir conocimiento teórico ha sido complementado con un modelo “técnico” en el cual la función de la universidad es enseñar habilidades prácticas y producir conocimiento práctico. Así, Etzkowitz (1990) ha documentado que el siglo XIX vio la aparición en Europa de una segunda especie de establecimientos llamados “colegios técnicos”, “institutos” de “tecnología” y “politécnicos”.

      Fue la transformación de las universidades, de instituciones que preservan la cultura a instituciones que crean o generan nuevo conocimiento, lo que marca el inicio de la llamada Primera Revolución Académica (Etzkowitz, 1990). Esta revolución ha sido analizada por Jencks y Reisman (1968), quienes afirman que a fines del siglo XIX y en los primeros años del XX sucedió la expansión gradual de la base de conocimiento a través del desarrollo de una nueva función en las universidades representada por la investigación.

      Paralelamente a este hecho, dentro de ciertas industrias basadas en el conocimiento (principalmente la química, la eléctrica y posteriormente la electrónica), se fundaron departamentos y laboratorios de investigación. Ello alentó aún más el desarrollo de esta actividad dentro de las universidades y contribuyó a crear un mercado de trabajo para técnicos y científicos técnicamente entrenados.

      Este fenómeno de generación de investigación en las universidades se extendió tanto en Estados Unidos, que se llegó a adoptar el término research university. Con la profesionalización de la investigación se transformó el papel de los científicos, esta transformación de las universidades y del valor del conocimiento, que ya observaba Ben-David en los años setenta, ha sido analizada ampliamente por diversos académicos, que desde los años ochenta se han preocupado por documentar este proceso —definido por algunos como la “capitalización del conocimiento”— que de alguna forma da pie a lo que ha sido denominado Segunda Revolución Académica. Otros académicos han llamado a este fenómeno el tercer rol de las universidades, estando representado el primero por la docencia, el segundo por la investigación y el tercero por la responsabilidad de las universidades de enfocar su relación directa con la sociedad (Sutz, 1997: 11; Dagnino y Velho, 1998).

      Fue la traducción de la investigación en productos y en nuevas empresas lo que de acuerdo con Etzkowitz, Webster y Healy (1998) define la segunda revolución académica que ocurrió casi al mismo tiempo que la primera. Las relaciones entre academia y empresa y el crecimiento de la comercialización de la ciencia académica se han transformado en uno de los temas centrales de las agendas de política científica en la mayoría de los países, tanto desarrollados como en desarrollo.

      Además de las funciones de docencia e investigación en las universidades, una tercera misión ha emergido mundialmente, debido a las relaciones de la academia con las empresas y los gobiernos (Etzkowitz, Webster y Healy, 1998: XI). En un ambiente global de alta competencia, las empresas acceden a fuentes de conocimiento y tecnología externas a ellas. Las compañías miran con creciente interés a las universidades así como a otras empresas y laboratorios gubernamentales como fuentes potenciales de conocimiento y tecnología, especialmente en biotecnología