La venganza de un duque. Noelle Cass. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Noelle Cass
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418616235
Скачать книгу
podría decirle a Vera que precisamente esa noche se encontraba mal. No le quedaba más remedio que mentalizarse de que estaba expuesta al peligro, porque con la gente disfrazada no podría reconocer al duque, y eso le daba mucho miedo, porque quedaba a merced de él.

      Su tía Holly interrumpió sus pensamientos.

      —Querida, ¿me estás escuchando?

      Gina, sacudió suavemente la cabeza para volver a la realidad.

      —Perdona, tía Holly, ¿qué me decías?

      —Veo que estabas muy distraída.

      —Sí, estaba pensando en que esta noche Graystone descubrirá mi paradero.

      —Gina, no puedes pasarte la vida atemorizada por culpa de un hombre, eres una mujer hecha y derecha, ya se cansará cuando vea que de ti no va a conseguir lo que quiere.

      —Tienes toda la razón, tía. Pero te olvidas de que existe la posibilidad de que haya echado a la familia de casa, y se haya apropiado de nuestras pertenencias.

      —Eso solo es un vil chantaje para que tú te acuestes con él y convertirte en su amante. Te aseguro de que no nos puede quitar nuestro único hogar.

      —Por cierto, quiero contarte que anteayer les he escrito una carta para saber cómo sigue todo por Londres.

      —Cariño, has hecho muy bien, yo misma lo habría hecho, pero no puedo separarme ni un instante de lady Dolly. Y estoy preocupada por mis hijos.

      —Lo sé, y tenemos mucho que agradecerles a los condes que hayan permitido que nos quedáramos las dos en esta casa. Y me siento muy culpable porque una mujer como tú tenga que trabajar.

      Holly se acercó a Gina, y la abrazó al tiempo que decía:

      —Mientras las dos podamos estar juntas, lo demás no importa. —Se separó de su sobrina, y la miró a los ojos—. Ahora, ayúdame con este jarrón de flores.

      Gina y Holly continuaron decorando el salón, mientras las otras doncellas se aseguraban de que el resto de la casa estuviera en perfecto orden. Luego, Holly abrió las ventanas de la estancia para airear, mientras Gina limpiaba de nuevo el suelo para que estuviera reluciente.

      Horas más tarde, todas las doncellas se habían retirado a sus aposentos para cambiarse de ropa y ponerse el uniforme que debían usar cuando se celebraba algún evento importante. Gina, en su dormitorio, se miró en el espejo mientras se arreglaba y se aseguraba de tener el mejor aspecto posible.

      De pronto, Gina notó un frío escalofrío por todo el cuerpo, y detrás de ella vio aparecer a Jeremy a través del espejo, ella intentó gritar, pero él fue más rápido y le tapó la boca con la mano, mientras la apretaba fuerte contra su cuerpo.

      —Eres preciosa —empezó diciendo él, mientras acercaba sus labios al cuello de Gina—, y ya verás cómo al final voy a lograr que seas mía.

      Gina forcejeó para intentar liberarse, pero fue un error, porque Jeremy la sujetó con más fuerza.

      —¡Estate quieta, no empeores las cosas! —exclamó él, furioso.

      Entonces, Jeremy puso una mano sobre la pierna de Gina, le subió la falda e iba acercando la mano a su entrepierna. Ella sollozó para que la dejara en paz y no le hiciera daño.

      —Mmm, no sabes cuánto he soñado que llegara este momento. Me vuelve loco el aroma de tu piel tan suave y delicada.

      Gina se encontraba totalmente perdida y no sabía qué hacer para librarse de ese canalla, pero si no hacía algo pronto, ese hombre iba a abusar de ella y no podía permitirlo. Jeremy se dejó llevar por el calor del momento, y sin darse cuenta, soltó la mano que le tapaba la boca a Gina, y se puso a acariciar unos de los pechos por encima de la ropa.

      Por unos minutos, ella permaneció inmóvil mientras dejaba que Jeremy se distrajera, e intentaba pensar en algo para librarse de él. De pronto, supo cómo iba a deshacerse de Jeremy.

      Él siguió explorando el cuerpo de Gina, cada vez más distraído y perdiendo la noción de lo que estaba haciendo. Jeremy la libró del agarre e hizo que Gina se girara para quedar cara a cara, y la besó. Fue un beso que a Gina le hizo sentir náuseas y gran repulsión, luego, lo empujó sobre la cómoda, cogió uno de los jarrones que adornaban el dormitorio y lo estrelló con todas sus fuerzas sobre la cabeza de Jeremy. Él cayó desplomado al suelo, sin saber qué era lo que estaba pasando.

      Minutos más tarde, Gina sostenía un atizador en la mano, atenta por si ese desgraciado la volvía a atacar. Jeremy abrió los ojos, y la miró furibundo.

      —¡Mira lo que has hecho, criada del demonio! —exclamó, con los dientes apretados por la rabia.

      —Es lo menos que se merece por intentar abusar de mí.

      —¡Solamente eres una fulana como todas las demás, y necesitas sentir algo duro entre las piernas para ser feliz!

      —¡Cállese, o le juro que esta vez soy capaz de matarlo! —respondió Gina, levantando la mano con la que sujetaba el atizador.

      Jeremy lanzó una risa espeluznante, y el vello del cuerpo de Gina se erizó por temor.

      —No tienes el suficiente valor para hacerlo.

      —¡No me ponga a prueba! ¡Ahora, levántese y salga de mi habitación!

      Él se levantó tambaleándose, y con la mano en la cabeza se fue hacia la puerta, antes de abrirla miró a Gina y le dijo que eso no se iba a quedar así, después, abrió la puerta, y salió dando un sonoro portazo.

      Gina permaneció largo tiempo donde estaba, mientras dejaba caer el atizador al suelo. Luego, se dejó caer en el suelo llorando y temblando como una hoja, porque estaba segura de que tarde o temprano, Jeremy iba a lograr su propósito. Por mucho que intentara mantenerse alejada de él, no lo conseguía, porque Jeremy no dejaba de perseguirla cada vez que tenía ocasión.

      Pero se dijo que no tenía tiempo para lamentarse, esa iba a ser la noche en la cual los anfitriones habían organizado el baile, todavía había mucho trabajo que hacer, y no tenía tiempo para lamentaciones.

      Se levantó del suelo, todavía con los nervios a flor de piel, se acercó a la cómoda, cogió un pañuelo y mirándose en el espejo se limpió la cara. Se recompuso el uniforme, al tiempo que suspiraba profundamente, porque no sabía hasta cuándo podría soportar esa situación. Quizás le hubiera ido mejor quedarse en Londres y acceder a la proposición de Graystone. Desde luego, prefería mil veces acostarse con él, que con el maldito Jeremy. Aunque era un hombre atractivo, Gina no soportaba que la tocara ni que la besara, pues sentía asco de solo recordar cómo la había manoseado, y su cuerpo se convulsionó de repugnancia.

      Ya mucho más tranquila, salió del dormitorio para cumplir con sus responsabilidades. Gina se dirigió a la cocina y ayudó a Sandy y a Holly a llevar a la mesa los aperitivos y las bebidas que habían colocado en una de las esquinas.

      Ahora, su mayor preocupación era Graystone, y cómo iba a hacer para poder evitarlo. Pero reconocía que iba a ser una ardua tarea, porque como era un baile de máscaras, no iba a poder localizarlo tan fácilmente y esquivarlo. Y ella tendría que atender a los invitados como otra doncella cualquiera.

      Cuando ya estuvo todo listo, Vera reunió a toda la servidumbre en la cocina para darles las últimas instrucciones. Para esa noche, los condes habían contratado a varios lacayos de librea para ayudar a los invitados a bajar de los carruajes y llevarlos a saludar a los anfitriones.

      Gina, Sandy y Holly, echaron un último vistazo a la decoración del salón, y ambas estaban de acuerdo en que era preciosa. Mientras, los músicos, en el escenario, empezaban a tocar una bella melodía, pues los invitados no tardarían en comenzar a llegar.

      Gina reconocía que estaba nerviosa, no solo porque esa noche se iba a reencontrar con el duque, sino porque era la primera vez que ella servía en un acto público de tanta importancia, pues ella había pertenecido algún día a esa sociedad que tanto detestaba