Camilo, un sanado herido. Consuelo Santamaría Repiso. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Consuelo Santamaría Repiso
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788428835183
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en su seno. Como madre gestante, también imagino sus miedos, sus preguntas y dudas, sus pensamientos y oraciones: «¿Vendrá bien el niño siendo yo tan mayor? ¿Morirá de la misma forma que murió mi pequeño José? ¿Seré una buena madre? ¿Viviré lo suficiente para ver crecer a mi hijo? ¿Tendré tiempo para educarle? ¿Será bueno?». Y tantas y tantas preguntas como cualquier mujer se plantea durante su gestación.

      Es comprensible que a Camila, mujer «de cabellera canosa y con la cara arrugada, que rondaba los 60 años y que caminaba más bien encorvada», la llamasen «santa Isabel», la cual era mayor y estéril, como nos dice el evangelio de san Lucas, pero se quedó embarazada y dio a luz a Juan el Bautista. Haciendo una correlación entre santa Isabel y Camila, el nacimiento de Camilo fue considerado por muchos como un milagro.

      Pronzato dice:

      Así pues, iba a producirse de un momento a otro el suceso milagroso. «Santa Isabel» (que así la llamaban) estaba a punto de dar a luz un hijo, a distancia de más de veinte años del primero, José, que, por desgracia, había muerto siendo niño.

      De cabellera canosa y con la cara arrugada, rondaba los 60 años. Caminaba más bien encorvada (incluso «jorobada», sostiene, tal vez exagerando un tanto, el padre Cicatelli) (p. 15).

      Cosmacini relata el parto, desde una perspectiva médica, de la siguiente manera:

      De un parto eutócico, como suele decirse hoy en obstetricia para definir un parto que concluye de forma normal un embarazo fisiológico. Además, no sufrió peligro de supervivencia post partum. Tal vez puede atribuirse al «envejecimiento» de los ovocitos maternos la macrosomía del recién nacido, premisa de la enorme corpulencia del Camilo adulto (p. 8).

      Hoy día nos pueden sorprender más o menos las noticias de mujeres de más de 50 años que se quedan embarazadas por medios técnicos específicos de reproducción asistida, posibilitando que mujeres con la menopausia puedan entrar en un período de gestación. Sin embargo, en la época de Camila no existían esas técnicas de fertilización in vitro, o las de donación de ovocitos, o las que recurren al uso de los ovocitos propios previamente congelados.

      Si comparamos el momento histórico de Camila con el actual, sabemos que una mujer de entonces pasados los 50 era considerada anciana, y la esperanza de vida hasta el siglo XVIII era muy corta. Las causas eran evidentes, las epidemias, la tuberculosis, el tifus, entre otras muchas enfermedades, más los efectos destructores de la pobreza, la falta de recursos y deficiencias médicas y sanitarias, las muertes ocasionadas por las guerras y la dureza del trabajo del campo, implicó que la esperanza de vida bajase en esa época con relación a los siglos anteriores, situándose entre los 48-49 años en los hombres y 53-55 años en las mujeres. Desde estos datos, Camila estaría dentro de la franja de los ancianos próximos a la muerte.

      José, el hermano mayor, si hubiese vivido, le habría llevado más de veinte años a Camilo. Luego Camilo era el «único hijo» de una madre mayor, cuyos cuidados protectores o sobreprotectores influyeron en él, como veremos más adelante, en sus actitudes ante el cuidado de los enfermos como «hijos únicos enfermos».

      5. Su infancia

      La educación en la Italia de los siglos XVI y XVII sigue la tradición grecolatina y está focalizada en la Iglesia. Se estructura según el modelo medieval, con el aprendizaje del latín y una formación específica para los futuros sacerdotes. Esto delimita significativamente a los escolares.

      La enseñanza no era obligatoria para los niños de la época y acudían a la escuela según la clase social y el tiempo propio para alcanzar sus fines; una vez alcanzados sus objetivos abandonaban la escuela. La mayoría de los niños no acudía a la escuela. Al no ser la educación un imperativo legal y social, Camilo frecuentó poco las aulas, solo lo suficiente como para apenas aprender a leer y escribir, y nada más.

      El juego no solo es educativo, sino que es algo vital y necesario. Los niños siempre y en todas las épocas tienen necesidad de jugar. Cada período histórico marca las preferencias de los juegos infantiles. Hay actividades de los pequeños que son universales, se dan en todos los lugares y en todos los tiempos, como correr, saltar, jugar a ver quién corre más o quién «pilla» a quién, así como el escondite.

      En el momento actual, los juegos están determinados por los medios tecnológicos, y desde pequeñitos los padres ponen a sus hijos ante una pantalla, unas veces para liberarse de sus gritos, carreras o caprichos, y otras porque necesitan usarla con fines educativos. En la época de Camilo, los niños de la clase más baja trabajaban en el campo, por lo que tenían poco tiempo para jugar. Los niños de clase adinerada tenían juegos de mesa, como las damas. Los juegos de pelota, de madera o de cuero eran muy populares, y los juegos de persecución eran muy corrientes entre los chavales.

      Cuando los niños no van al colegio y están mucho tiempo libres, buscan la manera de llenarlo a través del juego. Cuando el juego no se dirige directa o indirectamente y no se controla, se puede caer en el abuso, y del abuso se puede pasar a la dependencia del juego o ludopatía. Me imagino que Camilo jugaría a todos los juegos de la época. Sin embargo, tuvo predilección desde su infancia por jugar a las cartas, a los dados y otros juegos de apuestas.

      Supongo que la madre estaría muy pendiente de él, y seguramente Camilo jugase a escondidas a estos juegos para evitar reprimendas de la madre.

      Los niños, cuando no disponen de juguetes, despliegan la magia de su creatividad y los inventan. Recuerdo que, en la selva amazónica, los niños cogían recipientes redondos grandes, los ponían lejos de una línea que trazaban con un palo y desde la cual tenían que «encestar» en una lata una pelota hecha de trapos viejos. De la misma forma, Cicatelli dice que Camilo, siempre creativo, inventaba juegos con lo que tenía a su mano: «Le encantaba, sobre todo, jugar con las piezas de hacer el queso, según se acostumbraba a hacer en los Abruzos» (p. 47).

      El juego, para Camilo niño, como para todos los niños de todas las épocas, cumple un papel importantísimo para su desarrollo personal y social. La necesidad de sentirse parte de un grupo; la socialización, el desarrollo de la afectividad y de la inteligencia, así como el ingenio, la creatividad y la motricidad se estimulan, consolidan y desarrollan a través del juego, por lo que pasa a ser «vital» para el niño.

      En la infancia de Camilo no había juguetes didácticos ni juegos manipulativos, sensoriales o dirigidos. Tampoco había ludotecas, por lo que los juegos eran libres e imitativos. Jugaban por imitación a los juegos que practicaban los mayores. Entreveo los ojos expectantes de Camilo niño examinando a unos hombres alrededor de una mesa jugando a las cartas mientras tomaban un vaso de vino. Camilo y sus amigos aprendieron los juegos de los mayores y en su ansia de ser mayores jugaban.

      Hoy día sabemos y vemos con estupor la peligrosidad de los juegos de cartas, dados y juegos de apuestas en Internet, y sabemos que son especialmente peligrosos para los niños. Requieren la acción educativa de un adulto que les enseñe a ganar y perder, a no hacer trampas y a frenar el deseo de jugar por las apuestas, que conduce peligrosamente a una posible ludopatía.

      Esos juegos no promueven la creatividad, pero sí desarrollan la atención, la concentración y la memoria. Si aprenden con ellos a respetar las reglas, si no caen en el deseo obsesivo de ganar a cualquier precio, incluso haciendo trampas, lo cual es muy frecuente en los niños, estos juegos pueden ser aceptables siempre y cuando estén dosificados.

      Lo cierto es que las experiencias infantiles de Camilo tuvieron una triangulación específica.

      - En un primer vértice está Camila, su madre, corrigiendo, tratando de educar y de transmitir buenos principios e intentando formar en los principios religiosos a su hijo. El padre estaría más ausente por estar alistado en el ejército. La madre muere cuando Camilo tiene 12 años y está prácticamente solo hasta los 17 años, ya que su padre sigue enrolado en sus tareas militares de batalla en batalla. Esto significa que la adolescencia de Camilo fue un período de soledad. Ese momento en que los hijos necesitan tanto la dirección de sus padres y su presencia para que sientan, experimenten