¿No es desastroso que los hijos e hijas de Dios se sometan a las limitaciones cuando con un esfuerzo persistente y determinado abrirían la puerta y entrarían en esta gran cámara interior llena de luz, joyas, oro y substancia de todos los alimentos del universo? Y luego con esta verdad plena frente a ellos, estos individuos vacilan aún por la imposibilidad de creer que pueden dar el paso, tomar este cetro y ser libres.
Amado, de nuevo te digo: canta la gran melodía de la Presencia Conquistadora del Yo Soy. Canta en tu corazón continuamente, siéntela con toda tu habilidad, agárrate fuertemente a esa determinación. El conocimiento y el sendero de esa maestría, se te abrirá y se te manifestará la libertad eterna. Simplemente continúa recordándote que ya has traspasado el velo.
Cualquier maestría que el individuo haya adquirido sobre sus asuntos y su mundo es, y siempre debe ser, un retiro sagrado, un santuario interior, en donde ningún otro individuo inquisidor pueda entrar. Nadie puede lograr la maestría pretendiendo encontrar esa maestría en otros.
Buscar, encontrar y aplicar la ley del propio ser es el camino seguro hacia la maestría, y únicamente cuando el individuo la ha logrado es que puede comprender realmente lo que es la verdadera maestría. No hay sino un dominio que buscar y es el dominio sobre el propio ser exterior.
Puedes marchar al lado de un Maestro durante años y no descubrirlo hasta que las propias facultades interiores se lo revelen a uno. Se puede vivir en la misma casa con un Maestro durante años y no saberlo hasta que surge una crisis y el poder real se revela.
Que un Maestro discuta o revele sus propios logros sería disipar sus fuerzas y eso no se debe hacer jamás.
Si un estudiante tiene la dicha de una bella experiencia y luego la comenta con terceros, generalmente hay tantas dudas que surgen en los oyentes y que se derraman sobre él, que pronto comienza a dudar de sí mismo. Es verdaderamente cómico ver cuán convincentes son los argumentos ajenos. El estudiante que escucha esos argumentos ajenos debe hacerse justicia a sí mismo, a su Yo Superior, y escuchar lo expresado por esa su experiencia interior.
En el propio momento en que comienza a entrar la duda, si se le permite la entrada, continuará entrando a raudales. Igual cosa ocurre con el Yo Soy. Si vuelves a Él tu atención, allí se precipita la energía. Amado mío, ¿no ves que cuando deseas alguna revelación o inspiración al decir Yo Soy eso, pones en movimiento el poder con todas sus facultades, con todas las substancias y que tiene que asumir cualquier forma en que se fije la atención?
El Yo Soy es la mente insondable de Dios. Al buscar comprensión, el estudiante corriente sólo está contactando la memoria de lo que ha sido, en lugar de ir al Corazón de Dios y extraer aquello que aún no ha sido.
Los discípulos a veces no ven que han existido muchas civilizaciones con vastos logros totalmente desconocidos hoy en día. Atlántida, Lemuria y la Tierra de Mu, son sólo fragmentos de otras grandes civilizaciones que han existido.
Para lograr hacer cosas poco comunes, aquellos estudiantes que lo deseen, deben tomar la decisión siguiente:
«Yo Soy el corazón de Dios y ahora produzco ideas y cometidos que jamás han sido producidos anteriormente».
Considera que somos aquello que deseamos ver producido. La presencia Yo Soy es pues el Corazón de Dios. Se entra inmediatamente en el Gran Silencio en el mismo momento en que se pronuncia Yo Soy. Si tú reconoces que tú eres Yo Soy, entonces lo que sea que tú declares queda instantáneamente manifestado.
Creer es tener fe en lo que tú crees que es la Verdad. Hay, pues, un entretejido entre la creencia y la fe. Al principio se hace la creencia; si se mantiene se convierte en fe. Si tú no crees que algo es verdad, no lo puedes traer a la manifestación. Si tú no puedes creer en tus propias palabras cuando pronuncias «Yo Soy tal o cual cosa», ¿cómo puede establecerse y manifestarse el dicho de Shakespeare: «No hay nada bueno ni malo, el pensar lo hace así»? es absoluta verdad.
Si ya sabes que la Energía Divina le entra al individuo en un estado de pureza perfecta, entonces tienes que ver que es el propio individuo quien recalifica a esa energía, imponiéndole su propia impureza. Esta energía le entra al hombre continuamente con el latido del corazón y él la tiñe con su propia calidad y la proyecta hacia fuera. Este es su privilegio como Creador, a Imagen y Semejanza del Padre. Nuestra conciencia individual está siendo proyectada, formando ambiente en contorno nuestro. Por eso recibe vibraciones de pesar, de tristeza, de alegría, de amor, bondad, etcétera. Y las siente como si fueran propias. Si son buenas, no tiene nada de qué preocuparse; pero si son de impaciencia o de tristeza, debe decirles que se retiren y ordenar que se trasmuten para no continuar expandiendo esa atmósfera y contagiando a otros.
Cada uno de nosotros tiene color y sonido. Cada actividad nuestra es, pues, de un color y de un arpegio con una frase musical. Si es distorsionada, sale un sonido feo, disonante y de color sucio. A cada persona que lanza una creación afeante se le devuelve la responsabilidad de aquello. Todo contiene inteligencia.
No consideres el elemento tiempo. Cuando afirmes algo que desees sea manifestado, hazlo con gozo y manténlo firmemente hasta que se manifieste. Si mantienes constante la presencia Yo Soy, mientras haces aquello que tú deseas, entrarás en la plenitud y perfección de todo lo que ya está preparado para tu uso. Todo logro permanente debe ser el resultado del esfuerzo consciente de cada individuo.
¿Qué es la lástima? es ponerse de acuerdo con lo imperfecto. No te dejes jamás invadir por la lástima, pues es como si te dejaras arrastrar a las arenas movedizas teniendo alas con qué elevarte a las alturas, por encima de toda cosa destructiva, elevando al mismo tiempo aquello que estás atestiguando y que quiere producirte esa lástima. No juzgues; manténte firme en la presencia Yo Soy y todo manifestará la perfección.
Para toda condición imperfecta que tú veas, especialmente la vejez, di: «Yo Soy la perfección de ese individuo que tiene la apariencia de vejez».
Así habrás puesto en acción a Dios dentro del individuo, ya que Él también pronuncia el Yo Soy, aunque no sea sino despectivamente. En este caso lo has impulsado a usarlo constructivamente.
No importa lo que tú oigas decir o conversar en el mundo exterior; manténte firme. No te dejes afectar, pues tú estás produciendo perfección y tienes que hacerla manifestar conscientemente.
Si no estás atento, puede que dejes entrar una expresión que te perseguirá por años si no la borras. Cuando conscientemente estés usando la gran Ley, conoce que el poder activo del pensamiento de Dios sabe perfectamente la dirección hacia donde va y actúa.
Conscientemente dile a tu Yo Soy que haga lo que sea necesario, dile: «Yo Soy la inteligencia que califica esto con lo que sea necesario». Esto, por supuesto, si te encuentras en el caso de no saber qué hacer en un momento dado. El todo es que vuelvas tu mente al Yo Soy que te guía y te mantiene.
Yo tuve un discípulo que calificó en tal forma su círculo electrónico con el poder de curación, que lo llamaban “la sombra sanadora”. En el instante en que uno hacía contacto con su círculo electrónico era sanado.
¿Por qué se individualizó Dios? Para tener algo a que amar. ¿Por qué fueron divididos los rayos? Para expresar amor. El amor es el Principio Activo de Dios. Cuando tú amas, estás envolviendo aquello que amas en ese Manto de Dios, en aquella Presencia Radiante. Jamás critiques.
Cuando aparentes ver una actividad sexual incorrecta, levanta la conciencia del personaje a un ideal, de manera que el pensamiento de él entre en control consciente y así su actividad sexual se eleve a un plano superior.
El uso limpio y apropiado del sexo es para la expansión del amor en la procreación de una forma, de manera que el alma que viene pueda tener un carácter y un temperamento armonioso y amoroso. El pensamiento